ARTÍCULOS SOBRE LA HISTORIA DE MANZANARES

18 de marzo de 2015

DOCUMENTOS SOBRE LA CASA DE CARIDAD Y ASILO DE POBRES DE MANZANARES


En la página web de “Melchor y Sagrario”, donde Manuel Díaz-Pinés Fernández-Prieto viene recogiendo los diferentes artículos que sobre Manzanares y su comarca escribió su padre, Melchor Díaz-Pinés Pinés, a lo largo de su dilatada trayectoria como corresponsal fotográfico y literario de varias publicaciones, aparece bajo el epígrafe “El ejercicio de la caridad en Manzanares, a través de los tiempos, por el Padre Bernardo María Jiménez” un documento escaneado referente a la Casa de Caridad y Asilo de Pobres de Manzanares.
A pesar de no estar firmado, lo atribuye al Padre Bernardo María Jiménez, capellán que fue del Convento de Religiosas Franciscanas de Clausura hacia 1920. El documento tiene 21 páginas mecanografiadas en tinta azul, un tanto desvaída por el paso del tiempo, y pretende ser una Memoria de las instituciones de beneficencia que tuvo Manzanares desde su fundación, y muy concretamente la del Hospital Asilo que estuvo en la calle Alfonso Mellado, hoy convertido en Residencia de Ancianos y Colegio de Primera Enseñanza.
Con toda probabilidad esta Memoria fue escrita en el verano de 1922, y no entre 1926 y 1930 como se apunta en la web de Melchor, ya que al referirse a la muerte de Dª Dolores García-Noblejas Díaz-Pinés, una de las principales protectoras de la Casa, la cita como “recientemente fallecida”, y el óbito de tan distinguida señora ocurrió el 8 de mayo de 1922. 



Curiosamente, durante las investigaciones que realicé en el Archivo Municipal para la elaboración de mi libro “Manzanares bajo el reinado de Alfonso XIII (1902-1931)”, encontré otro documento sobre el mismo tema pero firmado por el sacerdote Alfonso Pedrero García-Noblejas, chantre en la Iglesia Prioral y Basílica de Santa María del Prado, y fechado en Ciudad Real el 15 de noviembre de 1923.
Estudiando detenidamente ambos documentos se pone de manifiesto que Alfonso Pedrero utilizó el documento atribuido al padre Bernardo y, tras introducir algunas correcciones semánticas y de puntuación, lo firmó como suyo. Únicamente modificó un dato histórico, en donde se había equivocado el primer autor, referente a la fecha en que llegaron al pueblo las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. En el documento original aparece octubre de 1917 y en la copia se cambia el año por 1915, fecha en que realmente tuvo lugar el relevo de las Siervas de María al frente de la Institución.
A continuación ofrezco a los lectores una transcripción inteligente, que no literal, del  documento original atribuido al Padre Bernardo, en la que me he tomado cierta libertad de alterar algunos signos de puntuación y cambiar el orden de algunas palabras para facilitar su comprensión.

                                                        Antonio Bermúdez García-Moreno






MEMORIA ATRIBUÍDA AL PADRE BERNARDO MARÍA JIMÉNEZ

SUMARIO
Introducción
I.- Primer hospital de Manzanares y su denominación.- Otras fundaciones.- Su desaparición.
II.- Primera reconstrucción: sus vicisitudes.- Donación del infante D. Carlos de Borbón; sus rentas y su extinción.
III.- Iniciativas del Ayuntamiento.- Decadencia.
IV.- Proyecto de restauración.- El Exmo. Sr. Obispo Carrascosa.- D. Alfonso González Mellado.- Juntas y su saludable actuación.- Obras de ampliación.
V.- Razón del proyecto de encomendar la administración a un Instituto de Caridad.- Epidemia colérica.- Entrada de las Siervas de María.- Inauguración de los nuevos pabellones.- Dª Rosalía Quesada.
VI.- Construcción y bendición de la nueva Iglesia de San Ildefonso.- Incremento de la institución.- Real Orden de creación del Patronato.- Legado de Dª Apolonia García.- Otros legados.
VII.- Proyecto de demolición del antiguo edificio y construcción de otro nuevo.- Los Sres. D. Tomás Jarava y sus hermanos D. Antonio y D. Ramón García-Noblejas.- Nuevo Presidente, D. Dimas López.- La caridad de Dª Dolores García-Noblejas.- Salida de las Siervas de María.- Entrada de las Hijas de la Caridad de San Vicente.- Terminación de las obras.- Escuela de niñas.
VIII.- Legado importante de D. Mariano Giménez: constitución de capital.- Gestión de D. Dimas López.- Estado actual.- Epílogo


MEMORIA
CASA DE CARIDAD Y ASILO DE POBRES DE MANZANARES

La compasión ante el dolor y necesidad ajena es y ha sido en todos los tiempos y civilizaciones patrimonio de espíritus grandes: el sentimentalismo es una pasión no excitada al contemplar la desgracia donde quiera que se aposente, es connatural a la racionalidad: mas, si elevando el hombre su mirada a regiones supraterrenas, en que se teje la corona que es recompensa del mérito las más veces desconocido y muy pocas equitativamente remunerado, cuando no despreciado, en esta vida, presta su auxilio y ayuda a un semejante condoliéndose de su desgracia que remedia, de su pesadumbre que mitiga, de sus lágrimas que enjuga y de sus heridas que unge con el bálsamo de su condolencia, esa noble pasión del humanitarismo natural se dignifica y eleva a honores de virtud divina que se llama caridad cristiana, flor de fragancia sobrehumana que, teniendo su origen en el cielo, nace en el corazón humano en el que vive regada por la sangre de un Dios y da frutos de salud que lenifica endulzando las amarguras del humano vivir. De esta verdad es testimonio el proceder y conducta seguida en todo tiempo por los hijos de esta noble, hidalga y fidelísima ciudad de Manzanares, descendiente de aquellos cruzados que fueron sus fundadores: los Sagasti (1), habían de sentirse siempre inclinados a prestar su auxilio y favor al desvalido.
I.- Al pie de la fortaleza y Castillo de Pilas-Horras, a cuya sombra protectora se agruparon y construyeron sus viviendas los primeros pobladores, allí edificaron el primer Hospital y Casa de Caridad que pusieron bajo la protección de Ntra. Sra. De Alta Gracia, la Virgen Inmaculada que, siendo patrona de la ínclita Orden de Calatrava, de quien la naciente villa era feudo, fue la Titular de su primer Templo Parroquial y había de ser igualmente la Abogada bajo cuya tutela y advocación pusieran la primera institución benéfica que fundó el Comendador de Calatrava Alonso de Ávila al mediar el siglo XV dotándola con algunos capitales de censo. Este hospital, cuya memoria sólo queda en los archivos, desapareció, ignorándose la fecha de su demolición y las causas.
Estaba situado al final de la calle del Carmen, esquina a la plaza del Castillo y sobre sus ruinas, la Cofradía de San Blas, cuya erección canónica se remonta a fines del siglo XVI y que todavía existe, trató de levantar otra Casa de Caridad y al efecto recaudó limosnas y obtuvo subsidios que sin duda no fueron suficientes para lograr su intento, por lo que hubo de desistir de su propósito abandonando las comenzadas obras, cuyas murallas sin techar ha conocido el autor de esta Memoria, y cuyo ruinoso solar fue adquirido por la Casa Salinas incluyéndolo en el plano de sus bodegas de reciente construcción propiedad de la dicha Casa.
Mas no se dio por satisfecha la hidalga generosidad de los vecinos para con el indigente, ni se resignaron éstos a carecer de casa donde se albergase y remediase su angustiosa situación el desvalido y ya era la iniciativa particular de Dª María de Quesada, que fundó una casa de misericordia cuya existencia debió ser de corta duración pues no quedan de ella vestigios, ya eran las colectividades de carácter  piadoso y cultual las que afrontaron el remedio de tal necesidad, como fueron las Cofradías de San Juan y de Santiago, de las que aún existe la primera, fundando dos Hospitales que llevaban su respectivo nombre. El primero estaba situado junto a la ermita de San Juan, iglesia que después se convirtió en escuela pública; el segundo en el número uno de la calle Morago, llamado vulgarmente “el Hospitalillo” que servía de morada a mujeres pobres. De estos dos Hospitales se hace mención en la Memoria descriptiva de esta villa mandada formar en toda la nación por Real Cédula de 7 de Agosto de 1578, siendo sostenidos solo de limosnas recaudadas y administradas por las Cofradías de que se ha hecho mérito, y no debieron sus productos tener garantía sólida cuando solamente perdura su recuerdo en los archivos y en la tradición.
La guerra de la Independencia acabó con todas las Instituciones benéficas y con la Casa de la Caridad de Manzanares, que tuvo que soportar durante tres años (14 de Diciembre de 1809-24 de Junio de 1812) la tiranía del invasor, que estableció su hospital de sangre en el Convento de PP Carmelitas, situado a la derecha de la calle del Carmen, en la plaza del Castillo de cuyo  convento aun existen claustros y salas que modificadas en la actualidad ocupa la Comunidad de Religiosas Concepcionistas de la Enseñanza. A este hospital de sangre llevaron las pocas camas y escaso mobiliario de los otros hospitales para socorrer y atender a los heridos de guerra, cuya permanencia en esta villa dio margen a los luctuosos sucesos y heroicos acontecimientos que se desarrollaron y de que fue principal protagonista el Rector y Cura propio a la sazón de la parroquia, el ven. Frey D. Pedro Álvarez de Sotomayor y Rubio que escribió en la historia de esta villa una página gloriosa que jamás se borrará de la memoria de sus habitantes. Con la refusión de los hospitales en el de sangre y la demolición de éste por las tropas francesa desaparecieron los centros benéficos que impulsados por su caridad fundaran y sostuvieran los hijos de Manzanares y que parecían destinados a pasto de la voracidad de manos demoledoras, puesto que de todos ellos solo queda el recuerdo. Una cosa permanece, sí, el empeño, tesón y propósito decidido de los moradores de que, a pesar de tantas vicisitudes, y de persecución y contrariedades tantas, tiene la virtud de la caridad raíces tan hondas en el pecho de estos nobles vecinos, (que) antes dejaran asolarse sus moradas que permitir que entre ellas falte la destinada a refugio del necesitado y a remedio del doliente.
II.- La situación topográfica de la entonces villa, cruzada por la carretera real de Madrid a Cádiz, hacía que fuese frecuentemente visitada por transeúntes que tenían su alojamiento en las numerosas posadas y mesones de los que bastantes existen hoy; el servicio de diligencias de transporte y que facilitaban la comunicación de la Capital de la nación con Andalucía, tenía su escala forzada en Manzanares; y los numerosos viandantes que careciendo de medios ni podían utilizar las diligencias ni aposentarse en los mesones que no podían satisfacer las estancias no tenían lugar donde guarecerse y reposar después de una larga jornada dada la distancia que media con los pueblos limítrofes, Villarta de San Juan al N y Valdepeñas al M, y por tanto se hacía sentir cada vez más la apremiante necesidad de un refugio para los caminantes pobres y de un asilo donde los naturales sin hogar pudieran acogerse sanos para su descanso y enfermos para su curación. Al efecto de remediar estos males se concibió el proyecto de una nueva fundación benéfica.
La providencia se encargó de su principio. Paseando por las inmediaciones de la población una tarde de mayo de 1817 D. Estanislao Fontés, D. Francisco Quesada, D. Pedro Joaquín Álvarez, D. Juan Merino y D. Pedro Antonio Carrascosa, se encontraron una moneda de plata sobre cuyo destino se entablo discusión, inspirándose todos en el pensamiento de crear con la hallada moneda, que consideraban como primera partida de ingresos, un hospital y casa de caridad para cuya edificación pedirían limosnas a domicilio. Esta idea acogida con entusiasmo llevaba vías de realizarse, faltando sólo el local donde había de erigirse el establecimiento proyectado. Al efecto dirigieron un mensaje al Sermo. Sr. Infante de España D. Carlos de Borbón, hermano del rey D. Fernando VII, solicitando que les cediese una casa de su propiedad en la calle de la Estación de la entonces villa y de que S.A. generosamente hizo donación para tan benéfico objeto. Realizose así la fundación, que se sostenía con limosnas voluntarias y las rentas de algunos capitales de censo que del extinguido hospital de Alta Gracia se le agregaron y de los cuales unos se hallan hoy redimidos por el Estado y extinguidos y totalmente perdidos los demás. Este hospital se creó bajo el patronato del Infante que se reservó el derecho de admisión de sus criados y dependientes y para ellos señaló, a más de los censos y limosnas mencionadas, algunas rentas de su patrimonio. Mas, desterrado D. Carlos en Portugal el año 1827 y perdidos los bienes con que atendía al sostenimiento de su Patronato faltaron las rentas y, como consecuencia de la guerra civil, escasearon los brazos, ocupados en manejar las armas, notándose la falta de cosechas, enseñoreándose la miseria de esta región, y sus consecuencias por tanto habían de sentirse en una institución benéfica que, como la que nos ocupa, vivía de la caridad y carecía ya de capital sólido y permanente. Llegó a tal estado de decadencia que ya sólo quedaba una sala para enfermos de ambos sexos y algunas habitaciones separadas, ocupadas indistintamente por acogidos naturales y transeúntes.

 
Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII

III.- En vista de esto y del lamentable estado a que había quedado reducida la Casa de Caridad, habiendo desaparecido el Patronato del Infante sin que por nadie se hubieran reclamado los derechos a él, ni dispensase su protector a tan santa obra, el Ayuntamiento de esta villa se constituyó en 1840 en Patrono de la Casa, subvencionando y socorriendo a los menesterosos allí acogidos, y de no ser así hubiera desaparecido del todo la casa de los pobres siguiendo la suerte de los otros hospitales, pasando su memoria a los archivos. De esta circunstancia sin duda tomo origen la denominación de “hospital Municipal” con que por largo espacio se le ha conocido, pero que realmente las funciones del Municipio no corresponden al calificativo de Patrono, toda vez que nunca se le señalaron rentas fijas satisfechas con la normalidad requerida por tal clase de fundaciones benéficas; no, la misión principal quedaba reducida a fiscalizar la conducta moral de los acogidos a los que socorría individualmente según la mayor o menor protección con que por parte de los municipios contaba el necesitado, el cual había de proporcionarse el necesario sustento postulando para la alimentación y vestido que le facilitaba la caridad aislada de los vecinos, quedando reducido el Establecimiento a una mera casa de refugio más que un hospital de enfermos o asilo de desamparados sin hogar puesto que carecía hasta de camas, no tenía ni botiquín ni despensa, ni tenía personal facultativo ni administrativo y sólo estaba al cuidado de algún piadoso y caritativo encargado del Ayuntamiento, facultado por la Alcaldía para ejercer por caridad, y sin retribución alguna que se sepa, funciones inspectoras, siendo como un visitador de pobres e informador y asesor del Alcalde que era quien autorizaba el ingreso y estancia en la Casa y señalaba el socorro que creía prudencial, en relación con los fondos disponibles del capítulo de Beneficencia municipal. El último visitador que ejerció este cargo por muchos años fue el piadoso anciano D. Cristóbal Muñoz y Sánchez.
La libertad que gozaban los asilados, escasísimos a veces, la falta de orden y de vigilancia que se ejerciera por personal idóneo que inspeccionase no solo la conducta sino el estado sanitario de los acogidos, causas fueron de que se considerase un deshonor el ocupar la Casa, cuya permanencia se hacía repulsiva para los que en realidad necesitaban el benéfico hogar a falta de otro, solo dirigido por una pobre y honesta viuda que ejercía funciones de portera y estaba encargada al propio tiempo de asistir y vigilar el torno de niños expósitos, ofreciéndose el desolador contraste de escucharse en la Casa de Caridad los tiernos vagidos de criaturas que venían a la vida abandonadas por sus progenitores mezclados con los ayes y lamentos de ancianos abandonados por sus hijos y deudos, acuciados por la falta de resignación cristiana en su miseria, ayunos de dirección religiosa que les inculcara la necesaria conformidad en el ocaso de su vida y expuestos siempre al bochornoso espectáculo de las blasfemias e imprecaciones en que prorrumpen de ordinario los desgraciados seres indocumentados y desconocidos transeúntes. Estas causas eran las que contribuían a que el referido centro benéfico ni fuera hospital donde el doliente mitigase sus males y encontrase la salud perdida, ni asilo donde el desheredado hallase su hogar, ni refugio donde el pobre transeúnte pudiese reanimar sus ateridos miembros con el ansiado descanso, sino que aquella casa era la verdadera mansión de la miseria e indigencia más repulsiva y en la que enseñoreábase en fatídica amalgama la pobreza más abyecta con la más descarada inmoralidad, engendrando el escándalo y constituyendo un constante peligro para los moradores de las casas próximas que, de grado o por fuerza, habían de verse precisados a presenciar espectáculos unas veces desedificantes, desgarradores otras y siempre desagradables.
IV.- ¿Había de continuar indiferente a tanta abyección y a miseria tanta el noble corazón de los hijos de esta ciudad, cuya prosperidad, de día en día creciente, era fruto de la ingénita y natural laboriosidad de sus honrados vecinos? ¿Continuarían éstos impasibles ante el nada honroso espectáculo que diariamente se ofrecía ante sus ojos?
Hagamos justicia, que nunca será cabal el elogio para quien tanto mereció, a la memoria del esclarecido hijo de Manzanares el Excmo. E Ilmo. Señor D. Pedro José Carrascosa y Carrión, Obispo de Zoara, in partibus, Dimisionario de Ávila, que fundó en esta ciudad las Conferencias de Señoras y Caballeros de San Vicente de Paúl. Cuando este bondadoso Prelado, de corazón magnánimo y cuya característica personal era la compasión al indigente y cuyo singular placer consistía en remediar con mano pródiga al necesitado, dejo sentir el beneficioso influjo de su residencia en el pueblo en que vio la primera luz, donde vino a ocupar su casa solariega al renunciar a su Sede episcopal. Desde entonces con la visita y el socorro domiciliario de los Caballeros y Señoras de las Conferencias, por él constantemente presididas y alentadas en el espíritu de caridad cristiana que las informa, se remedió bastante el lamentable estado de los acogidos en la Casa de los pobres. Mas esto no bastaba; era preciso emprender la magna obra de reparación del vetusto edificio; era preciso construir salar para enfermos y acogidos, dotarlas de camas y mobiliario decoroso, y sobre todo esto se imponía instalar en él una Comunidad religiosa dedicada al ejercicio de la caridad que exclusivamente se ocupase del cuidado y asistencia de los pobres y administrase el Establecimiento. Otro hijo de Manzanares, el benemérito D. Alfonso González-Mellado y Buenamañana fue el instrumento de que se valió la Providencia para afrontar con valentía, generosidad, constancia y actividad, dotes que le eran peculiares, la magna empresa de restaurar el Hospital, y desde entonces puede asegurarse que comenzó la nueva era de prosperidad y florecimiento actual, evitando la total ruina de una institución que si hasta entonces había sido baldón e ignominia en su decadencia, en el porvenir sería, como hoy lo es, honor y timbre de gloria para Manzanares.
El 2 de mayo de 1884, a instancias del mencionado Sr. Mellado, se convocó en las Casas Consistoriales una asamblea por el entonces digno alcalde Don Francisco González-Elipe Guisasola, a la que concurrieron los mayores contribuyentes presididos por el Excmo. Señor Obispo antecitado. En ella el Sr. Mellado expuso su plan y los medios más conducentes a su realización, proyecto que unánimes todos acogieron con entusiasmo, quedando en el acto nombradas las comisiones siguientes: Una de Caballeros, presidida por el Excmo. Sr. Obispo y formada por los señores D. Gregorio Almagro y Rivas, Cura Vicario de la Parroquia a la sazón; D. Ramón Álvarez y Lodares, abogado y propietario; D. Pedro Antonio España y Carrascosa, abogado y Presidente de la Conferencia de Señores; el Excmo. Sr. D. Antonio García-Noblejas, Senador; D. Vicente Criado, Ayudante de Obras Públicas y D. Antonio Collado y Ramos, industrial. Otra de Señoras, presidida por Doña Juana Sánchez-Cantalejo, viuda de García, Presidenta de la Conferencia de Señoras de San Vicente; Dª Josefa Carrascosa y Carrión, viuda de González Calero; Dª Matilde Quevedo y Rodríguez, de García-Noblejas; Dª Antonia Enríquez de Salamanca y S. Blanco de Álvarez; y Dª María Mira y Carrión de Peláez. Éstas comisiones, con una actividad y celo dignas del mayor encomio, realizaron una cuestación a domicilio y reunieron cuantiosas sumas en metálico con las que adquirieron un solar contiguo al viejo caserón que donara el ya referido Sr. Infante D. Carlos y que venía sirviendo de hospital como hemos dicho y al que tomando del solar adquirido añadieron el terreno necesario para construir un nuevo pabellón que consta de planta baja y principal con cuatro amplias y hermosas salas para aposento y dormitorio aislado según los sexos, espaciosas galerías encristaladas y soleadas, despensa, cocina, recibidor y oratorio. Además se hicieron notabilísimas mejoras y reparaciones en la parte antigua del edificio, cuya planta principal se dedicó a morada y clausura de las Religiosas encargadas de la custodia y asistencia de los acogidos, obras todas ellas que dirigió con gran acierto D. Vicente Criado en nombre de la Junta y que realizó con la pericia y economía el laboriosísimo y acreditado maestro de obras D. Jerónimo Pedrero y Labián, hijo de esta ciudad.


Pedro José Sánchez-Carrascosa Carrión, Obispo de Ávila

V.- En tanto que, durante la primavera y verano de 1885 se realizaron las obras de construcción y reparación del Hospital-Asilo, D. Alfonso mellado se ocupaba con su infatigable actividad en gestionar las autorizaciones competentes y realizar las gestiones necesarias a fin de lograr que un Instituto religioso de caridad se encargase de la asistencia y cuidado de los asilados y enfermos. Este proyecto era fundamental; todos los generosos esfuerzos hubiéranse esterilizado al no contar con una Institución Religiosa a cuyo cargo corriesen la administración y cuidado del desvalido que en el proyectado centro benéfico tuviesen su morada. La caridad oficial y privada se encargaría del edificio y de su dotación y asistencia económica, mas, ¿qué conseguiría al formar un cuerpo sin alma? El alma y vida de los establecimientos benéficos se constituye por el ejercicio de la caridad cristiana practicada por amor de Dios y del prójimo, por vocación religiosa, por votos religiosos, por vínculos sagrados que unen al alma caritativa con el desvalido de los que no se espera recompensa en la Tierra. ¿Quién recompensa condignamente los desvelos, sacrificios y privaciones que impone el ejercicio de la caridad con un anciano abandonado, con un enfermo miserable y pobre?. Esta es la razón de ser de los Institutos religiosos que se ocupan de la heroica misión de practicar la caridad. Por carecer de ese elemento constitutivo desaparecieron los hospitales de Manzanares; esa y no otra es la causa de que los esfuerzos económicos y puramente altruistas, ayunos de ese espíritu de caridad cristiana que debe informarlos, pasaran a los archivos. Por eso, desde que se pensó en serio el realizar las aspiraciones nobles y generosas de esos vecinos asesorados por un eminente Ministro de Dios, por un Prelado insigne, alentado por el vivificante espíritu de caridad que inspiraba y ennoblecía el acendrado cariño que hacia su pueblo natal sentía. El espíritu cristiano informó aquellas iniciativas y el primer paso, paso decisivo dado en el camino de la regeneración de su extinguido hospital, fue colocar al frente de él a las Religiosas que habían de ser su ángel tutelar, que le habrían de prestar calor y vida, elementos indispensables para su ordenado funcionamiento. La labor comenzada y con perseverante actividad continuada por las Juntas, tan dignamente presididas y tan a maravilla secundada por el Sr. Mellado, tuvo digno remate y coronamiento.
La epidemia colérica se había adueñado de la nación. Sus estragos fueron incontables en algunas ciudades y en ésta que nos ocupa dejo sentir su deletérea influencia con menos intensidad que en otras de la comarca por una protección especial de N.P. Jesús del Perdón y, justo es confesarlo, por la diligente y nunca bastantemente alabada actividad desplegada por las Autoridades locales oportunamente dirigidas por el Alcalde que empuñaba a la sazón providencialmente la vara aquel perfecto y noble caballero, médico notabilísimo Don Juan Sánchez-Cantalejo, que en tan luctuosos días ni descansó ni regateó medios para lograr la inmunidad de su pueblo. La labor, por mil conceptos laudabilísima por él realizada, digna de gratitud perpetua, impidió que la epidemia se cebase en este vecindario que en los barrios extremos, apiñado en reducidas viviendas, estaba como destinado a ser pasto de la voracidad de tan terrible huésped, y justo es hacer honorífica mención de aquel honorable Señor que Dios nos deparó de Alcalde.
En esos días, pues, hicieron entrada en esta ciudad las Hermanas de la Caridad; entrada que se festejó y solemnizó como merecían aquellas que, como heraldos del cielo, eran portadoras del bienestar que los asilados y enfermos necesitaban y con ansia esperaban.
Al mediodía del 7 de Septiembre de 1885, con asistencia de las Autoridades civiles y eclesiásticas y una muchedumbre inmensa ávida de convencerse de la realidad en que se convertía una añeja y general aspiración, hicieron su entrada solemne cinco Siervas de María. Desde la estación ferroviaria fueron al Templo Parroquial donde se entonó un Te Deum en acción de gracias al Todopoderoso por el beneficio que nos otorgaba, y después de pasar por la Iglesia de N.P. Jesús, Patrono de la ciudad, a pedirle su bendición y rendirle tributo de pleitesía, llegaron al Hospital donde fueron recibidas por el Excmo. Sr. Obispo antecitado y por la Junta de Señoras que habían sido las encargadas de amueblar de su particular peculio cada una una celda de las destinadas a las Religiosas. Ande que fueran ocupadas por sus moradoras y se cerrase la clausura, se permitió la entada del público en ellas y pudo admirarse la esplendidez de las Señoras que las dotaron y el exquisito gusto que, en armonía con la modestia, reinaba en todos los servicios a los que con peculiar diligencia atendió la mencionada Junta de Señoras a quien muy justo es testimoniar un aplauso y consignar la gratitud de que su acertada labor se hizo merecedora.
El día 8 de Septiembre, y por el tantas veces repetido Señor Obispo, se bendijeron las salas y dependencias del restaurado edificio, celebrándose por S.E. la primera misa en el Oratorio erigido en el piso principal, dirigiendo después su elocuentísima y autorizada palabra con el fervor característico de S.E. quedando desde aquel momento constituido y reorganizado el Hospital de Nuestra Señora de la Asunción, denominación que se le dio entonces en honor de la Titular de la Parroquia, Patrona de la ciudad, y rememorando el antiguo y primitivo título de Hospital de Nª Sra. de Alta Gracia que los fundadores de ella dieron a su primera institución benéfica como al principio se consignó.


Casa de  Caridad y Asilo de Pobres en la esquina de las calles Virgen de la Paz y Alfonso Mellado

Se abrieron las listas de suscriptores donantes con cuya limosna mensual habría de sostenerse el Establecimiento y por el Ayuntamiento se tomó el acuerdo de subvencionar perpetuamente y con dotación fija a las Hermanas de la Caridad por la asistencia y cuidado de los asilados, quedando ya de un modo permanente, si bien pendiente siempre de la voluntad de los suscriptores, resuelto el problema económico del Hospital-Asilo. Se creó una Junta de Patronos protectores que interviniera las donaciones procedentes tanto de la suscripción como de las eventuales destinadas al sostenimiento de los pobres, sin que las subvenciones del Municipio a las Hermanas quedasen afectas a esta intervención patronal, deslindándose así las funciones administrativas de tal modo que la Superiora solo tuviera que dar cuenta a la Junta de los gastos e ingresos que tuviera el Hospital en lo referente a los pobres y formular ante ella las peticiones que estimase oportunas para el buen estado y mejor asistencia de los asilados y enfermos, siendo la referida Superiora la única encargada de la administración de acuerdo con la Junta en lo que estimase necesario.
Desde este primer día la piadosísima y caritativa dama Doña Rosalía Casado, esposa de D. Ramón García-Noblejas, vecinos de Madrid, dejó sentir su influencia benéfica de su caridad con largueza, sufragando la Misa diaria que en calidad de Capellán sin subvención celebraba el Pbro. D. Sebastián Sánchez-Blanco y Díaz-Pinés, donando ornamentos y menaje para el Oratorio, dando limosnas cuantiosas para el abastecimiento de la despensa y ropero de los pobres y prodigando en suma los favores que espontáneos brotaban de su bondadoso corazón y que no se extinguieron sino con su vida, toda llena de buenas obras, que después continuadas por su Sr. Esposo y buenísimos hijos en su nombre, dan a entender que tan altos ejemplos de caridad no caen en la fría región del olvido, siendo de justicia el consignarlo así para que perdure el nombre de bienhechora tan preclara de esta Casa de Caridad.
Realizada pues la aspiración de D. Alfonso Mellado, que sintetizó y en cierto modo personalizó a todo el vecindario, aumentaron las solicitudes de ingreso hasta el punto que fue preciso que la Junta tomase acuerdos conducentes a la depuración de la necesidad de los aspirantes, viéndose de este modo confirmado el ventajosísimo resultado del favorable desarrollo de la institución, así como el interés, de día en día creciente, de los bienhechores de aumentar el patrimonio y en mejorar los medios de subsistencia de este benéfico centro.
VI.- En vista del imponderable incremento que iba tomando este Establecimiento en el que imperaba el orden, unido a la más exquisita y esmerada limpieza, y desaparecida la repulsión que causaba el prístino estado del Hospital antes de encargarse de él las Religiosas, era tal la concurrencia de fieles a los piadosos cultos que se celebraban en su reducido Oratorio que no era ya suficiente la amplia galería que a él daba acceso, sintiéndose la necesidad de erigir una Iglesia capaz, en la que los asilados y el público asistiesen con desahogo y comodidad a los actos religiosos. A esta necesidad hubo de subvenir el tantas veces citado Sr. Mellado, construyendo a sus expensas, ayudado por la inagotable caridad generosa de algunos vecinos, una hermosa Iglesia con Sacristía, emplazadas en el segundo patio del Establecimiento, con acceso a los fieles desde la vía pública, dedicándose este templo a San Ildefonso como Titular, cuya imagen se colocó en el retablo mayor en un hermoso lienzo, copia del de Murillo existente en el Museo del Prado, reproducido a maravilla por el hábil pincel de D. Miguel Jadraque, profesor de la Escuela nacional de Pintura y pintor de Cámara de S.M., estando la dirección de las obras de la Iglesia a cargo del arquitecto de la R. Academia de S. Fernando, D. Antonio de Torremocha y bendiciéndose por el Pbro. D. Ruperto Díaz Pavón, Ecónomo de la Parroquia, por delegación y licencia del Excmo. e Ilmo. Sr. D. José María Rances y Villanueva, Obispo Prior de las Órdenes Militares, el 8 de septiembre de 1894, celebrándose una solemnísima función inaugural con asistencia del I. Ayuntamiento y demás Autoridades de la ciudad.



Puerta de acceso a la nueva capilla en la calle Alfonso Mellado


 
San Ildefonso de Murillo, cuya copia realizada por Miguel de los Santos Jadraque decoró el altar mayor de la Capilla de la Casa de Caridad y Asilo de Pobres.

La construcción de la nueva Iglesia y el carácter religioso de la Institución, y ora sea por la diligencia de las Hermanas, ora porque el proverbial desprendimiento de los hijos de esta ciudad alentase más y más su confianza en la buena administración de la Casa, ora porque el constante repicar de las campanas del nuevo templo les incitase a frecuentarlo y contemplar con sus propios ojos el satisfactorio estado de los asilados, sin duda alguna concausas fueron todas que influyeron poderosamente en el prestigio del Centro, en el acrecentamiento de los donativos y desde entonces tal incremento y pujanza tomo la institución que fue preciso que las Autoridades civiles y eclesiásticas y los mayores contribuyentes fijasen más y más su atención en tan importante obra benéfica, imponiéndose la constitución legal de una Junta permanente que tomase a su cargo la defensa, protección y tutela de la Casa de Caridad y al efecto en 3 de mayo de 1900 se dictó una Real Orden de Gobernación reconociendo la personalidad jurídica del Hospital, denominándosele “Casa de caridad y Asilo de Pobres”, nombre que, si bien estaba en consonancia con sus orígenes y sus fines, no era el que correspondía a la verdadera denominación adoptada desde su restauración en septiembre de 1885 y que tuvo su confirmación en la lápida que en esa fecha se puso sobre su puerta principal, hoy desaparecida.
En virtud de la mencionada R.O. se constituyó y creó un Patronato compuesto de nueve vocales, siendo de ellos natos los Sres. Alcalde, Párroco y Concejal-Síndico, y los otros seis restantes habían de ser nombrados de entre los mayores contribuyentes vecinos de la localidad, quedando por el acta de 30 de Junio de 1900 constituida la Junta de Patronos en la forma siguiente: D. Pedro Antonio G-Calero y Carrascosa, Alcalde; D. Ruperto Díaz Pabón, Cura Ecónomo; D. Matías Ruiz-Escribano, Regidor Síndico; D. Tomás Jarava y Merino; D. Antonio Elipe y Elípe; D. Ramón Álvarez y Lodares; D. Joaquín Sánchez-Cantalejo; D. Manuel García y Sánchez-Cantalejo y D. Diego Martín Quevedo.
En 19 de Agosto de 1900 el Patronato tuvo conocimiento, por escrito presentado por D. Mariano Giménez y Giménez de que su Sra. esposa, Dª Apolonia García y Torres, fallecida el 11 de Mayo de dicho año, había otorgado su testamento bajo cuya disposición murió y en él dejaba como nudo propietario y heredero universal de todos sus bienes al Hospital, quedando como usufructuario vitalicio el Señor exponente. En vista de esta declaración escrita designose por el patronato al vocal D. Manuel García y Sánchez-Cantalejo como poderhabiente de la Junta, para que en unión del Sr. Usufructuario interviniese las operaciones de inventario y evaluación de los referidos bienes, nombrándose Contador de los mismos al respetable abogado D. Pedro Antonio España y Carrascosa, quien verificó la participación y liquidación de esta testamentaría a plena satisfacción del Patronato, protocolizándose la escritura en la Notaría de D. José de Equizabal y Alonso de León.
Del mismo modo D. Alfonso Alberca, Dª Teresa Jarava y Merino, Dª Juana Camarena y González-Elipe y Dª Natalia García legaron limosnas para el sostenimiento de este Centro que en su creciente prosperidad manifestaba cuan oportuna y acertadamente había sido restaurado, organizado, reglamentado y puesto bajo la dirección de las Religiosas, que de acuerdo con la Junta de Patronos honorabilísimamente constituida, habían venido a remediar una necesidad tan apremiantemente sentida y tan acertadamente subvenida, siendo tal el número de instancias presentadas para ocupar plazas que, a fin de no crear una situación forzada que hipotecase en el futuro el haber de los pobres y crease una situación difícil comprometiendo la  solvencia de la tesorería de la Junta, fue preciso restringir la admisión.
VII.- En el año 1907 se presentó a la Junta de Patronos una exposición suscrita por los muy respetables señores D. Tomás Jarava y Merino y sus hermanos, el Excmo. Sr. D. Antonio y D. Ramón García-Noblejas, en la que manifestaban que, deseosos de dotar al Establecimiento de elementos de que carecía, proyectaban construir a sus expensas un pabellón destinado a enfermos infecciosos y pedían la autorización competente para realizar a sus expensas las obras, demostrándose con esto, una vez más, lo que en el curso de esta Memoria viene afirmándose, y es que el desprendimiento generoso y la caridad que en el corazón hidalgo de los hijos de Manzanares tiene su asiento no necesita aliento ni incentivos, siendo su oferta espontánea, y de ahí la razón especial de su mérito.
No pudo realizarse tal proyecto por imposiciones muy razonables de la Inspección Provincial de Sanidad que, fija siempre en el cumplimiento de la Ley vigente, prohibió que un departamento destinado a esta clase de enfermos se edificase dentro del casco urbano de la población. Mas no fue baldía ni estéril tal oferta formulada por tan espléndidos donantes. La sesión de 24 de Agosto de 1913 constituirá siempre una página de gloria para esta ciudad y sus vecinos. Recíbese la infausta noticia de que la parte antigua del edificio, que era la mayor edificación del mismo, amenazaba inminente ruina y quedaba por tanto denunciada, habiendo de desalojarse cuanto antes para evitar una catástrofe que siempre sería sensible. En este caso lo era mucho más por tratarse de los pobres desamparados que acogidos a la sombra bendita de la caridad corrían el peligro de hallar la muerte donde buscaban los medios de defender su vida. Era pues una empresa de magnitud imponente la que habría de afrontarse. El Presidente recuerda las ofertas formuladas por los Sres. que habían retirado los fondos con que habían de contribuir a la erección del Gran Teatro. Es cierto, y hagamos historia, que en tan floreciente ciudad se dejaba notar la necesidad de un centro recreativo adecuado a su ya numerosísimo vecindario. Igualmente es cierto que para todo lo que signifique mejora y signo de prosperidad y cultura no regatean subsidios los amantes del engrandecimiento de su pueblo, mas cuando con una plausible unanimidad estaban todos los elementos pudientes dispuestos a la realización de las obras del Teatro se vieron desagradablemente sorprendidos, la mayor parte de ellos, con la nueva de ser decidido propósito que el solar donde había de emplazarse, había de ser el cementerio clausurado el año 1880. ¡Un cementerio convertido en Teatro!.. exclamaron muchos. De aquí nació aquel noble gesto del vocal de la Junta de Patronos, el malogrado joven jurisconsulto D. Alfonso González-Calero y Carrascosa, confesando que él también había retirado sus fondos y estaba dispuesto a invertirlos en las obras de reedificación del Hospital, y la misma afirmación hizo D. Agatino Chacón-Salinas y Castelli y otros muchos según aparece en los anales de la sesión mencionada.
Ante la inminente ruina de la Casa de caridad no se amedrentó la generosidad de Manzanares que si tenía sus cajas abiertas para edificar centros de recreo no las había de cerrar para construir albergue para los pobres. Era, pues, viable afrontar la magna obra de la demolición del hospital antiguo desde sus cimientos y la construcción de otro nuevo que llenase a satisfacción las exigencias del momento presenta. ¿Sería el fracaso el resultado de tan nobles intentos?, dudar del éxito era ofender los sentimientos de Manzanares. En efecto, los tres señores antecitados y el nuevo Presidente de la Junta se lanzan a la empresa de allegar recursos empezando la cuestación domiciliaria, cuestación que ofrecía los mejores auspicios cuando hubo de suspenderse a causa del delicado estado de salud de los Sres. encargados de ella y por la crudeza del tiempo; era la última quincena de Noviembre. La Junta de Patronos, presidida por el benemérito hijo de Manzanares D. Dimas López y González-Calero, a la sazón Cura Ecónomo de la Parroquia, logró a cambio de de incesantes desvelos e imponderables trabajos ver adelantadas las obras de reconstrucción, ampliándose los planos presentados y aprobados en los que se incluían salas de operaciones quirúrgicas, pabellón independiente para operados, un nuevo y amplio departamento para clausura de las Religiosas, refectorio, cocinas, salas de estancia para los asilados y todo cuanto pueda exigir el facultativo más delicado en el ejercicio de su salutífera misión.
Justísimo es hacer mención de la egregia dama que personificaba la caridad y más extremada generosidad, y para quien no había tasa ni medida en atender al socorro del pobre, que tanto animó y contribuyó a estas obras. Como en frase gráfica y sencilla decía: “antes me visita la ruina que dejar yo a los pobres sin casa”. Aquella virtuosísima Señora, recientemente fallecida, a quien nunca se recordará bastante; y que a su gran talento y vasta cultura unía una virtud acrisolada, fruto de un corazón magnánimo; y a la que Dios premiaba con grandes aumentos en su cuantiosa fortuna, pues como ella solía afirmar “cuanto más doy, más me da Dios”. Esa Señora que voluntaria y espontáneamente se impuso la obligación de atender diariamente al abastecimiento de la despensa de los pobres asilados durante bastantes años, hasta su muerte, y que tenía por su principal placer almacenar ropas hechas y equipos completos para tener mucho que dar al necesitado y al desnudo; que lo mismo daba terrenos al Ayuntamiento para el ensanche de los paseos públicos que donaba una hermosa finca para que en ella se alumbrase el abastecimiento de aguas para cuya empresa aportaba además cuantiosa suma, y cuya mano santamente pródiga se multiplicaba en dádivas cuantiosas para el culto del Señor, como para el mejoramiento de la clase obrera, como para el embellecimiento de su pueblo. Esa Señora ante cuya mirada huía despavorida la miseria que remediaba, el llanto que enjugaba, la pena y aflicción que consolaba, el frío que abrigaba, y el dolor y tristeza del preso que alegraba con importantes dádivas; esa Señora, en fin, cuyo mejor elogio se sintetiza con decir que nació y vivió para hacer el bien, lo mismo a los propios que a los extraños, lo mismo a los amigos que a los enemigos, si algunos tenía, y que al hablarla y tratarla dejaban de serlo. Esa Señora era la nunca bastante elogiada y llorada Doña Dolores García-Noblejas y Díaz-Pinés, viuda de Jarava. Esta virtuosa dama en unión con su hermano D. Ramón, ya mencionado, y de D. Mariano Jiménez, tres bienhechores de la Casa de Caridad que justamente se ganaron el nombre de insignes, iniciaron la suscripción para las obras, y estos propósitos, que se expusieron con ánimos de realizarlos, dieron margen a discusiones movidas y discusiones varias que tuvieron por resultado la designación de nuevo Presidente, el Sr. Cura mencionado, D. Dimas López, cuya gestión comienza rodeada de escabrosidades y dificultades que con gran constancia, vigilante celo y exquisita prudencia logró vencer y consiguió ver convertida en realidad venturosa lo que siempre había sido primordial y casi única aspiración: la edificación total del nuevo Establecimiento y la dotación al mismo de todos los elementos de una verdadera Casa de Salud.
Mas, antes de terminarse las obras, surge un nuevo e importante contratiempo cuya solución era preciso afrontar con urgencia. Las Siervas de María, ministras de los enfermos, reciben de sus superiores la orden de abandonar este Hospital porque su permanencia en él no está conforme con el fin primordial de su Instituto que es la asistencia domiciliaria a los enfermos. En virtud, pues, de estos mandatos hubieron las Siervas de trasladarse a otras residencias quedando los enfermos y asilados al cargo de caritativas damas enfermera, situación que duró muy pocos días, pues la diligente actividad del nuevo Presidente D. Dimas obtuvo las órdenes y decretos competentes para que el Institución de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl se hiciera cargo del Hospital, como así sucedió en octubre de 1917 (2) sin que las obras estuvieran aún terminadas, teniendo que alojarse provisionalmente las Hermanas, cuyo pabellón de clausura estaba en construcción, en los departamentos destinados a sala de operaciones y despacho de médicos que ya estaban habitables.

 
Dimas López González-Calero, cura Ecónomo de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción
Sea por la asiduidad de las nuevas religiosas, que siempre encontraron propicia a la Junta de Patronos, generosamente secundada por los inolvidables hermanos Dª Dolores y D. Ramón García-Noblejas, y ayudados por el Ayuntamiento que facilitó subsidios extraordinarios en relación con los medios de que podía contar, y por las limosnas de algunos vecinos; es lo cierto que durante el primer año que las Monjas de la Caridad tomaron a su cargo esta Casa, fue tanto el impulso e incremento que se imprimió a sus obras que lograron verlas terminadas completamente, pareciendo su realización como obra milagrosa, quedando pagadas religiosamente todas las cuentas de materiales empleados y mano de obra, pudiendo afirmarse que Manzanares cuenta con un centro benéfico modelo de los de su clase, siendo tan amplio y desahogado que, con absoluta independencia y separación del Hospital-Asilo, cuenta con salas espaciosas en la planta baja del nuevo edificio dedicadas a escuelas de niñas, donde reciben instrucción y esmeradísima educación algunos centenares de niñas, en su mayoría pobres, que con su aprovechamiento enaltecen y acreditan la competencia de las Hijas de la Caridad como maestras preclaras, habiendo sido necesario aumentar el número de éstas que se dedique exclusivamente y con entera libertad a la enseñanza, actuación beneficiosísima de la Junta de Patronos que con el nuevo y flamante edificio ha resuelto el problema de atender al indigente con relativa holgura y a la reforma de las costumbres con la enseñanza de las que en día no lejano han de ser los ángeles del hogar.
VIII.- La sesión celebrada por la Junta el 6 de julio de 1920 abre una nueva era a nuestra benéfica Institución, la Junta de Patronos pierde a uno de los vocales que siempre se había distinguido por su acendrado cariño a tan santa obra y de quien ya hemos hecho mención en el curso de esta Memoria: D. Mariano Jiménez Jiménez. Sus frecuentes visitas al Establecimiento, el trato constante con los asilados y la compenetración que con la situación económica del mismo tenía, la admiración que le causaban los prodigios económicos realizados por las beneméritas religiosas, causas fueron que influyeron poderosamente en su ánimo, de cuya magnanimidad tantas pruebas había dado, que, al traspasar los umbrales de esta vida, quiso dejar una estela de su paso por ella declarando heredero universal de todos sus bienes al Hospital que había sido su principal ocupación. Como daba la circunstancia que dicho Señor había sido el usufructuario de los bienes de su difunta esposa Dª Apolonia García, la defunción y última disposición del Sr. Jiménez llevaba aparejada alguna complejidad en la ejecución de su disposición testamentaria. La Junta de Patronos en su calidad de administradora legal de la Casa de Caridad, universal heredera de cuanto en la casa morada del Sr. Testador existiese, en nombre y representación del Establecimiento depositó toda su confianza y dio comisión con amplios poderes al dignísimo Presidente, D. Dimas López, para que adoptase cuantas medidas estimase convenientes hasta la liquidación y adjudicación definitiva a favor del Hospital, no solo de los bienes que constituían el patrimonio del señor testador, sino también del caudal de que había sido usufructuario.
Ardua labor la que el Presidente impuso sobre sus hombros, ya agobiado por el peso de la cura de almas y de la administración espiritual de una feligresía numerosa que reclama toda la atención de que es capaz el más esforzado espíritu sacerdotal. En unión, pues, del vocal Síndico D. Antonio Infante, de actividad y competencia reconocidas, inició la complicada tarea de intervenir las cosechas de cereales que a la sazón se estaban recolectando, se procedió a la tasación e inventario de los efectos muebles, ganado y aperos de labor, liquidación de las cuentas, abono de los gastos consecutivos a la enfermedad y fallecimiento del Sr. Jiménez, liquidación e inscripción a nombre del Patronato de todos los inmuebles, operaciones todas que reclamaban gran atención, delicadeza y pericia.
A fin de que tan importante legado, en cuya adjudicación y afianzamiento legal había de cifrarse el porvenir económico del Hospital, en considerable parte resuelto con tal donación, quedase a cubierto y revestido de toda la legalidad que reclaman las disposiciones vigentes en la notaría, el Patronato designó al ilustre jurisconsulto y notario público de esta ciudad D. José de Eguizabal y Alonso de León, para que con el acierto y capacidad en el peculiares dirigiese todas cuantas operaciones fueren necesarias hasta finalizar las subastas de todos los inmuebles pertenecientes a los Sres. Cónyuges, Jiménez y Sra. García. Se publicaron los oportunos edictos en el Boletín Oficial de la Provincia, se verificaron las subastas, se constituyeron los depósitos, se recibieron los valores de los distintos remates y se otorgaron las escrituras de adjudicación a los licitadores, siendo los resultados obtenidos tan lisonjeros y tan hábil, concienzuda, competente y escrupulosamente realizada la gestión que se ha logrado no solo dar estabilidad y firmeza a la venta de todas las fincas, sino que el capital global ha superado en su cuantía  a cuanto se podía suponer y esperar, invirtiéndose el importe en títulos de la Deuda perpetua Interior al 4 % que ha de canjearse por una lámina intransferible a tenor de lo dispuesto en la Instrucción de Beneficencia vigente, con cuyos intereses se atienda a las necesidades del Establecimiento, que si con ellos no están totalmente cubiertas es muy cierto que se ha dado un paso decisivo para su vida económica.
Es tributo que de justicia ha de pagarse el hacer constar en esta Memoria la gratitud que merecen todos los bienhechores de la Casa de Caridad que en noble pugilato han luchado siempre generosos por su prosperidad y pujanza. Y entre todos los nombres consignados han de señalarse con caracteres distinguidos e indelebles los de D. Mariano Jiménez Jiménez y Dª Apolonia García y Torres, que si bien han sido los últimos en orden, han sido los primeros en cuantía. Por último, la Casa de Caridad y Asilo de Pobres debe gratitud eterna a todos los Sres. que han formado sus Juntas de Patronos en las distintas épocas, algunas auténticamente calamitosas, en las que la constancia y caridad de los vocales ha impedido la total ruina y desaparición de la Casa. Igual testimonio merecen las dignísimas Autoridades Civiles y Eclesiásticas, y los mayores contribuyentes, que no han abandonado su honorífico puesto hasta que han pagado el tributo a la muerte. Y muy especial mención merece la actual Junta por el esmero, delicadeza, constancia, fidelidad, actividad y celo, por ninguna otra superado, con que han realizado la nunca bastantemente ponderada labor de terminar las obras y encargar la administración de la Casa a la Hijas de la Caridad de S. Vicente, de entre las que se destaca como figura de gran relieve la Reverenda Sra. Superiora Sor Benita Sainz, que siendo la primera que de su Instituto se encargó de la Casa, aún continúa con gran acierto, discreción y caridad al frente de ella. Finalmente la Junta ha conseguido dar cima y satisfactorio cumplimiento a los caritativos deseos de los Sres. Testadores, donantes del último e importantísimo legado.
EPÍLOGO
He concluido. Creo haber demostrado en el curso de esta Memoria dos cosas que intentaba llevar al convencimiento del lector: La primera que la noble y fidelísima ciudad de Manzanares jamás ha olvidado al indigente, ni los impulsos del corazón generoso de sus hijos han hecho caso omiso del necesitado, y que a pesar de que en su afanosa y característica laboriosidad han procurado siempre el engrandecimiento y prosperidad económica individual y colectiva jamás han olvidado al menesteroso sin más alientos que su generosidad nativa, teniendo de hecho en la memoria aquella frase del Santo Obispo manchego, Padre de los pobres, Sto. Tomás de Villanueva, “quien da al pobre, presta a Dios”. La segunda, que las distintas fundaciones benéficas que han vivido en esta ciudad han tenido una existencia efímera y pasajera, dejando solo señales de su existencia en infolios y pergaminos, habiendo pasado a la Historia. Y que la prosperidad de la Casa de Caridad y Asilo de Pobres, única entidad benéfica actual, comenzó y sigue su actuación con gran pujanza y brío, desempeñando a maravilla su saludable influencia en la sociedad, desde el momento en que el espíritu cristiano y evangélico que socorre y atiende al pobre por amor de Dios, sin otra paga ni recompensa en la Tierra, empezó a informarla. Y desde que el perfume de la caridad cristiana practicada por las Hijas de S. Vicente extendió su fragancia, la Casa de Caridad vive con nueva vida que la inmuniza de infecciones pasionales terrenas, infiltrándole vida celestial y supraterrena que no se acaba.
Sólo resta exhortar a los que lean esta Memoria, mal pergeñada, sí, pero que lleva en cada letra envuelto un tributo de afecto y acendrado cariño al pueblo en que la luz alumbró mis ojos, que no olvidan aquella Casa edificada por nuestros mayores y a la que tenemos el deber de sostener en pie fomentando su prosperidad para que el título de bienhechores hoy nos de derecho para ser asilados en ella mañana si la desgracia nos empuja hacia sus puertas y tuviéramos que llamar allí pidiendo albergue Y si este móvil, tan posible como interesado disminuye el mérito de nuestro auxilio, sea otro más elevado el aliciente que nos anime a socorrerla, el de ayudar a nuestros hermanos por amor de Dios que es la lección que nuestros antepasados nos han dejado con su ejemplo, recordando lo que en nuestra infancia aprendimos en la escuela cuando se nos enseña el admirable e insustituible código social cristiano, el Catecismo, cuando dice: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”.

NOTAS
(1)   Apellido vasco que en castellano significa “manzanar” y de aquí los tres manzanos que aparecen en el primer cuartel del escudo y sello de Manzanares.
(2)   La fecha correcta es el 5 de octubre de 1915.

NOTAS COMPLEMENTARIAS
1.- Tomás Jarava Merino, natural de La Solana, falleció  el 12 de diciembre de 1912 a los 74 años. Estaba casado con  Dolores García-Noblejas Díaz-Pinés. No tuvo descendencia.
2.- Dolores García-Noblejas Díaz-Pinés. Falleció el 6 de mayo de 1922. Era viuda de Tomás Jarava. Tenía 78 años. Residía en la calle del Carmen, en la antigua casa de los Merino, hoy Centro Cultural “Ciega de Manzanares”.
3.- Apolonia García Torres. Falleció el 11 de mayo de 1900 a los 56 años. Estaba casada con el farmacéutico D. Mariano Jiménez-Fructuoso Jiménez. No tuvo hijos.
4.- D. Mariano Jiménez-Fructuoso Jiménez. Falleció el 6 de julio de 1920 a los 70 años. No tuvo descendencia.
5.- Rosalía Quesada estaba casada con Ramón García-Noblejas Díaz-Pinés

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