Cuando en el verano de 1860 las vías del ferrocarril
enlazaron Manzanares con Alcázar, prosiguiendo hacia Daimiel y Valdepeñas, la
recién estrenada estación del ferrocarril estaba completamente separada del
casco urbano que entonces acababa en la carretera de La Solana y callejuela de
los Serranos, actual Pérez Galdós.
Para acceder a la estación se había construido un
paseo de trazado rectilíneo desde el final de la calle Toledo, arbolado en sus
márgenes gracias a la “generosidad” de D. José de Salamanca, presidente de la
empresa Madrid-Zaragoza-Alicante.
La zona estuvo vacía de toda construcción durante
años hasta que los industriales más inteligentes, entre ellos Alfonso
Rubio-Manzanares Herreros, vieron la conveniencia de instalar sus bodegas en
las cercanías del nuevo medio de transporte, a través del cual iban a
comercializar sus productos en el futuro.
Entre la vía férrea y el final de la calle Toledo
quedaba un tramo de la antigua Cañada Real Soriana (conocida vulgarmente como
la Vereda). Esos terrenos, denominados un tanto despectivamente como “Las
Loberas”, se encontraban en muy mal estado, pues, cuando llovía, se acumulaban
allí las aguas que bajaban de toda la calle Toledo y adyacentes, encharcándose
y dando lugar a un paraje insalubre, lleno de suciedad, que dificultaba la
expansión de la ciudad hacia el norte.
El ayuntamiento se planteó urbanizar aquel lugar que afeaba tanto a un pueblo dinámico y en pleno crecimiento económico y demográfico,
pero nada podía hacer al ser esos terrenos propiedad de la Asociación Nacional
de Ganaderos, entidad sucesora de la Mesta.
A finales de octubre de 1892, D. Antonio García-Noblejas Díaz-Pinés, alcalde de Manzanares, enviaba a Madrid el documento que reproducimos a continuación:
Exmo. Sr. Ministro de Fomento
El que suscribe, vecino de
esta población y Alcalde presidente de su Corporación municipal, honrado por
ella con el encargo de dirigirse a su superior autoridad, a V.E. con el debido
respeto se permite exponer:
Que existiendo en esta
población, entre su calle de Toledo, paso a nivel del camino del mismo nombre y
nuevas construcciones contiguas a la Estación del Ferrocarril, un espacio
perteneciente a la Cañada Real o Vereda de Valencia, destinado de antiguo y por
su posición al estancamiento de las aguas de lluvia, que ha producido y produce
un foco de insalubridad constante cuya obligación de hacerlo desaparecer es a
todas luces palmaria.
Los inconvenientes para su
adquisición por no pertenecer al municipio, y sí a la Asociación de Ganaderos,
son causa de no habérsele dado hasta ahora una nueva inversión al espacio de
terreno indicado. Pero hoy, al haberse extendido la población por esa parte,
con las edificaciones cuyo número y distancia se detallan en el plano que al
efecto se acompaña, para formar una nueva calle con lo que hasta ahora está
siendo vereda, en la que al reducirse la ventilación con la disminución del
espacio ocupado por los edificios y altura de éstos, convierte al lugar antes
referido en un manantial inagotable de enfermedades palúdicas, origina en la
Corporación municipal la obligación imprescindible y apremiante, mirando por la
salud del vecindario, y en primer término por la de los moradores de los nuevos
edificios y empleados que vienen a residir en la Estación, de procurar por
cuantos medios estén a su alcance la salubridad del tantas veces expresado
terreno cuya inconveniencia está demostrada por los documentos que al efecto se
acompañan.(1) Pero como esto no puede ser sin que antes se ceda al Municipio
por quien corresponda el terreno perteneciente a la Vereda de Valencia,
autorizándole para darle un nuevo destino, si bien respetando siempre el paso
de ganados a cuyo fin he reclamado precitada autorización del Exmo. Sr.
Presidente de la Asociación de Ganaderos del Reino.
Y como la legislación
actual pudiera cohibirse de la referida autorización, por sí solo me permito,
en representación de la Corporación y nombre de la humanidad, cuyos sagrados
derechos invoco en estos momentos, dirigirme a V.E. solicitando de su bondadoso
corazón y recto juicio que ya por su sola autoridad, o en unión con la del Sr.
Presidente de la Sociedad de Ganaderos del Reino, se digne ceder al Municipio
de Manzanares, en la provincia de Ciudad Real, la parte de Cañada Real o Vereda
de Valencia situada entre el paso a nivel del camino de Toledo y la calle del
mismo nombre, autorizándole para darle una nueva aplicación al efecto de
procurarle la salubridad de que carece y cuyos inconvenientes se demuestran por
el adjunto plano. Y para ello:
Suplica a V.E. que
teniendo por presentada esta solicitud y en mérito al sagrado objeto que la
motiva, se digne, ya por sí, o en la forma que más haya lugar, ceder a este
Municipio el trozo de vereda que queda descrito en su fondo, autorizándole para
destinarlo a objeto más necesario para el ensanche de la población, conservando
un paso por él en la forma que hoy está establecido dentro de las poblaciones a
la ganadería. Gracia que no duda alcanzar de la notoria bondad de V.E.
Manzanares, veintiséis
octubre mil ochocientos noventa y dos.
Antonio
García-Noblejas Díaz-Pinés
Tras un reconocimiento del terreno por parte de los ingenieros
de Obras Públicas se reconoció la necesidad de abordar las obras que el alcalde
sugería. Sin embargo las conversaciones con la Asociación de Ganaderos no
debieron resultar fáciles ya que se demoraron demasiado en el tiempo. Por otra parte, el
desastre de 1898, con la pérdida de Cuba, Filipinas y los restos de nuestro
imperio colonial, sumió al país en una crisis tan profunda que paralizó
cualquier iniciativa.
Antonio García-Noblejas Díaz-Pinés |
El asunto permaneció dormido hasta el año 1910,
cuando el alcalde Antonio Rubio-Manzanares Fernández-Caballero puso el mayor interés en resolverlo. En la sesión municipal celebrada el 12 de febrero se acordó formalmente
urbanizar el tramo comprendido desde el final de la calle Toledo hasta la vía
férrea, contando ya con todos los permisos de la Asociación de Ganaderos y Ministerio de
Fomento. (2) Ahora el problema era el dinero ya que las arcas del municipio
estaban para pocas inversiones. Se buscó entonces una fórmula que hiciera
viable la operación. Dado que la Cañada Real tenía una anchura de más de 72 metros, se
acordó reducirla en ese tramo y vender a los propietarios colindantes
los excedentes de terreno, de forma que los gastos corrieran a cargo de los
particulares. (3) Curiosamente en la operación salió muy beneficiado el propio
padre del alcalde, propietario de una importante bodega que lindaba con la cañada, lo que posteriormente sería utilizado por los enemigos políticos de D. Antonio.
A la vía urbana resultante de los trabajos de urbanización de le dio por nombre Calle Nueva de Toledo. (4)
A la vía urbana resultante de los trabajos de urbanización de le dio por nombre Calle Nueva de Toledo. (4)
Antonio Rubio-Manzanares Fernández-Caballero |
Aspecto de la calle Nueva de Toledo hacia 1940 |
FUENTES
1.- Se trataba de sendos informes de las Comisiones
de Sanidad y Ornato, fechados ambos el 25 de octubre de 1892.
2.- Acta de la sesión del 12 de febrero de 1910. Libro
de Actas Municipales nº 5, página 181. Archivo Municipal de Manzanares.
3.- Acta de la sesión del 3 de septiembre de 1910. Libro
de Actas Municipales nº 6, página 37 v. Archivo Municipal de Manzanares.
4.- Acta de
la sesión del 2 de abril de 1910. Libro de Actas Municipales nº 6, página 5.
Archivo Municipal de Manzanares.
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