El día 30 de mayo de 1864 tuvo
lugar en nuestro pueblo un destacado acontecimiento social: una boda entre
aristócratas. Nuestros antepasados debieron quedar impresionados ante un evento
tan inusual. La expectación popular fue creciendo a medida que iban llegando los
numerosos invitados, unos por ferrocarril, otros en impresionantes coches de
caballos. El ajetreo en la villa era extraordinario. El pueblo se llenó de
forasteros. Personas de piel clara, finos ademanes y elegantes vestidos lo
invadían todo. Ante la falta de infraestructuras hoteleras, la alta burguesía
local tuvo que movilizarse para acoger en sus mansiones a los familiares del
novio, amigos y demás personajes ilustres que acudieron al enlace. La mayoría
de aquellos cortesanos vinieron acompañados por una pléyade de sirvientes,
lacayos, ayudantes y secretarios que abarrotaron cuantas posadas y mesones
había en la localidad.
El día de la boda Manzanares
apareció radiante. La intensa luz solar se reflejaba en las fachadas
enjalbegadas de las casas hiriendo levemente los ojos de los espectadores. Las encopetadas
señoras aparecían perfectamente ataviadas con sus flamantes vestidos de
estrecho talle y faldas ampulosas. Todas ellas lucían preciosas joyas y
camafeos e iban tocadas con pamelas y sombrillas multicolores para protegerse
del incipiente calor primaveral. Los peripuestos caballeros, con sus barbas y
perillas recién arregladas, hacían alarde de sus elegantes fracs, sus relucientes
botines de charol y sus altos sombreros de copa. Algunos mostraban sobre las
pecheras múltiples condecoraciones; otros ostentaban ricas botonaduras de plata,
y del bolsillo de los chalecos caían delicadas cadenas doradas que permitían
intuir el valioso reloj prendido en su extremo.
Desde las casas señoriales los principales
invitados eran transportados hasta la plaza en coches abiertos tirados por
briosos corceles. Una vez allí penetraron en el templo parroquial y ocuparon los
lugares asignados por el protocolo.
El novio era el Excelentísimo
Señor don Juan Antonio de Quiroga Capopardo, Caballero Gran Cruz de la Muy Noble, Real y Distinguida
Orden de Carlos III y Gentilhombre de Cámara de Su Majestad. (1) Hijo de don
Diego Quiroga de la Torre y de doña María de los Dolores Capopardo, había nacido en la
villa de San Clemente (Cuenca) y tenía cuarenta y cinco años. Residía habitualmente
en la corte de Aranjuez y estuvo casado anteriormente con doña Filomena Santos,
de la que había quedado viudo dos años atrás.
La novia, María del Rosario
Prisca Enríquez de Salamanca y Sánchez-Blanco, era natural de Manzanares y sólo
tenía veintiún años. Era hija de don Vicente Enríquez de Salamanca Giménez,
abogado y terrateniente, natural de Ciudad Real, y de doña Antonia
Sánchez-Blanco Jiménez-Frutoso, ya difunta. (2) D. Vicente y su familia eran miembros
destacados de la burguesía manzanareña. Había intervenido en política resultando elegido como diputado por el distrito de Manzanares en las elecciones del 10 de mayo de 1851.
En virtud de real licencia que S.
M. la reina concedió el día 3 del mismo mes, la solemne ceremonia fue oficiada
por don José María Carramolino de Buenaposada, rector y cura propio de la
parroquial de la villa, arcipreste del partido judicial, párroco castrense y
examinador sinodal de la diócesis de Cartagena. Dada la distinguida naturaleza de
los contrayentes se les dispensó de las tres canónicas moniciones. (3)
Fueron los padrinos del enlace
SS. MM. la Reina Dª
Isabel II y su esposo D. Francisco de Asís Borbón. En su nombre
enviaron al duque de Bailén, mayordomo mayor de SS.MM. y a la excelentísima
señora duquesa viuda de Alba, camarera
mayor de la reina. En representación de
la novia intervino su hermana, María de los Dolores Enríquez de Salamanca, y el
excelentísimo señor Isidro de Losa Cruz, Caballero Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de
Isabel la Católica,
Comendador de Número de la
Muy Noble, Real y Distinguida Orden de Carlos III.
Actuaron como testigos del enlace
el licenciado don Juan Fernández-Caballero Jiménez, abogado de los tribunales y
alcalde constitucional de la villa; don Miguel Villasante Góngora, juez de
primera instancia; don Juan Bautista Alonso, promotor fiscal del juzgado; don
Antonio González-Elipe Vázquez, diputado provincial por el partido judicial;
don Manuel María Ochagauría, capellán de honor y predicador de SS.MM., y don
José Jiménez Rodríguez, presbítero y abogado. (4)
Celebrada la boda, y para que el
rango social de la familia de la novia no desdijese de la del novio, el 29 de
marzo de 1867 Isabel II nombró al padre de María del Rosario Senador Vitalicio
del reino, concediéndole el título de
Caballero Gran Cruz de Isabel la Católica. Como aquellas distinciones
parecieran pocas, el 15 de junio de 1868, sólo tres meses antes de que la reina
fuera destronada, don Vicente pasó a ser miembro de la nobleza al recibir el título de Marqués de la Concepción.
En el blog se muestran las publicaciones de tipo histórico, convenientemente actualizadas, que he ido realizando a lo largo de más de 35 años en programas de Ferias y Fiestas, programas de Fiestas Patronales, Revista Siembra y otros medios. Asimismo, se incluyen los artículos de nueva creación publicados únicamente en este blog.
ARTÍCULOS SOBRE LA HISTORIA DE MANZANARES
1 de mayo de 2014
UNA BODA DE POSTÍN
NOTAS
1.- Todos estos títulos los había recibido gracias a
la decisiva influencia que su hermana
Sor Patrocinio, la famosa “Monja de las llagas”, tenía sobre la reina Isabel
II.
2.- D. Vicente era hijo de Ángel Enríquez de
Salamanca, uno de los grandes terratenientes de Ciudad Real conocido como “El
abuelo triguero”, y de María Antonia Jiménez de Contreras. Falleció el 20 de
diciembre de 1869 y se enterró en el Cementerio Parroquial, en el nicho
propiedad del Marqués de Salinas.
D. Vicente tuvo siete hijos: Francisco, Juan, Ángel,
María del Rosario, María de los Dolores, Laura y Antonia.
Dolores se casó con el magistrado don Juan
Fernández-Caballero Jiménez y tuvo dos
hijas: Francisca y Dolores. Ésta última se casó con don Blas Tello
García y de ese matrimonio nació don Blas Tello Fernández-Caballero.
Antonia se casó con el abogado y rico propietario
don Ramón Álvarez de la Barreda Lodares, fundador del Colegio de Maristas. No dejaron
descendencia.
Ángel, casado con María Dánvila Gareli, siguió la
carrera judicial y llegó a ser Magistrado del Tribunal Supremo en 1895. Tuvo
once hijos.
Juan se casó con Carmen Sánchez Gutiérrez y tuvo
cinco hijos.
Laura contrajo matrimonio con Isidoro Minués y tuvo
dos hijos: José y Francisco.
Francisco heredó el título nobiliario de su padre.
Casó con Elena Ceballos con la que tuvo tres hijos: Jerónimo, Antonio y Elena.
3.- No era precisamente el matrimonio real un
ejemplo a seguir. Los reyes estaban juntos por mera conveniencia política, y
era sabido que la reina tenía numerosos amantes, entre ellos el capitán Enrique Puigmoltó Mayans, verdadero padre de Alfonso XII. En cuanto a don Francisco de Asís era
conocida su condición de homosexual y mantenía relaciones con varios favoritos.
4.- Libro de desposorios nº 17. Páginas 209 v, 210 y
210 v. Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
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