ARTÍCULOS HISTÓRICOS

25 de abril de 2014

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE MANZANARES. INCIDENCIA DE LA TUBERCULOSIS


El siguiente documento es la transcripción de un folleto redactado por el doctor D. Pedro Muñoz Úbeda en 1911. Tenía por objeto mentalizar a las gentes sobre la peligrosidad de la tuberculosis, aconsejando normas y conductas de comportamiento social para minimizar su incidencia en Manzanares, muy elevada en comparación con otros pueblos de la provincia. Por su interés público, el alcalde, D. Antonio Rubio Fernández-Caballero, decidió editar 3.000 ejemplares con fondos municipales para su difusión entre los vecinos.
D. Pedro Muñoz Úbeda nació en Manzanares el 21 de agosto de 1886.  Estudió bachillerato en el Instituto San Isidro de Madrid y posteriormente hizo la carrera de médico en la Universidad Central. Ejerció la medicina en su pueblo natal como director interino del Hospital Municipal y médico de la Beneficencia desde 1916.
Murió el 15 de diciembre de 1920, con 34 años de edad, a causa de los disparos que recibió durante una disputa familiar. El ayuntamiento acordó dar su nombre a una de las calles de la población.

Doctor D. Pedro Muñoz Úbeda

Lucha contra la Tuberculosis 

DONDE NO ENTRAN AIRE Y SOL, ENTRARÁ EL MÉDICO CON FRECUENCIA
                                          (Proverbio persa)


Estadística y causas que hacen que la tuberculosis sea tan frecuente en Manzanares

Al empezar el prólogo decía que la mayor parte de los enfermos que acuden a los “Médicos nuevos” suelen ser crónicos, y ahora agrego que muchos de ellos son tísicos. Alarmado por la frecuencia de estos casos consulté a mis compañeros, los cuales confirmaron mis sospechas, y siguiendo mis investigaciones pude convencerme, por los datos del Registro Civil de defunciones, que mis dudas se trocaban en triste realidad.
Matando la tuberculosis hasta la quinta parte de la humanidad entera; arrebatando en España unas 40.000 vidas anualmente, y siendo una enfermedad que está extendida por toda la Tierra, habrá de comprenderse la gran preocupación que ha sido, y es, para todas las naciones, y en especial para los médicos encargados de mantener su salud.
EN EL AÑO 1909 MURIERON EN MANZANARES
De tuberculosis
 23 personas
De enfermedades del aparato respiratorio
 99 personas
De otras enfermedades
233 personas
TOTAL
355

EN EL AÑO 1910 MURIERON EN MANZANARES
De tuberculosis
  17 personas
De enfermedades del aparato respiratorio
  45 personas
De otras enfermedades
214 personas
TOTAL
276

Nota: Doy las gracias al Secretario Sr. Pacheco y al Sr. Botella que de buen grado me han facilitado estos datos.

Sumando los dos años tenemos 631 muertos, y de estos 40 de tuberculosis y 144 de otras enfermedades del aparato respiratorio. La mayor parte de estas tuberculosis han sido pulmonares, peritoneales y algunas locales, pero además yo tengo la evidencia que en esos 144 muertos de enfermedades del aparato respiratorio existían tuberculosis que agravaron las enfermedades causa de la muerte. Y, sobre todo, que en esos 144 hay muchos diagnósticos de bronquitis crónicas y pleuresías que hacen pensar en más casos de muertos tísicos.
Mas, aunque nos ciñamos a los datos escuetos del Registro Civil, nos resulta un 66,66 % de tísicos por cada 1000 defunciones. La estadística asigna a la provincia de Ciudad Real una mortalidad de 1000 a 1250 tísicos por cada millón de habitantes y haciendo una sencilla proporción resulta que nuestro pueblo casi dobla los resultados del conjunto de la provincia.
Una vez en posesión de la verdad de los números, voy a bosquejar rápidamente las causas que la lógica y mis conocimientos me indican como fomentadoras del gran número de tísicos que hay en Manzanares.
1º.- El número asombroso de enfermos del aparato respiratorio, que como sabemos es la principal puerta de entrada para el bacilo de Koch, y no solo enfermedades de los bronquios y pulmones, sino la gran cantidad de corizas o catarros crónicos de nariz que existen, que hacen que las fosas nasales no segreguen el moco normal, el cual sirve para que al respirar retenga las impurezas del aire, sino que tiene además propiedades bactericidas que matan los microbios que se ponen en su contacto.
2º.- El grande aumento de densidad de población que hace se hacinen en viviendas estrechas e insuficientes familias numerosas.
3º.- La mala costumbre que hay de destinar las peores habitaciones a dormitorios y el poco cuidado que se tiene en que éstos estén constantemente ventilados, lo mismo en invierno que en verano. No debéis olvidar que es la alcoba la habitación en que se está más horas seguidas y que, aproximadamente, se pasa en ella la tercera parte de la vida.
En este punto he de detenerme porque causa verdadera lástima ver a los enfermos enterrados en las camas, a oscuras y respirando sus propias emanaciones. Con motivo de haberme encargado en su ausencia el Dr. Roncero (1)  de su visita particular y de beneficencia, me he visto precisado a penetrar en habitaciones en las que en pleno día necesitaba la luz de un candil para ver al enfermo, y a veces esas alcobas tenían ventanas a patios o calles, pero a pesar de mis constantes consejos y mandatos para que abrieran y entrara aire y sol, al día siguiente no los veía cumplidos. Y es que tienen como cosas compatibles y complementarias, la oscuridad, la enfermedad y la falta de ventilación.
4º.- Otra causa que a mi juicio influye poderosamente es la mala aplicación que del espíritu de ahorro se hace, pues en nuestro pueblo, y sobre todo entre la clase humilde, por poder a fin de año comprar una pequeña finca o algún animal doméstico, comen poco y alimentos sin valor nutritivo. Es decir, que se da el especial caso de que el instinto de propiedad se impone al de conservación. Tristemente pagamos el orgullo de poder decir que en Manzanares hay pocos pobres, en cambio hay muchos tísicos.
5º.- La higiene del campo es una de las cosas que más se han abandonado por creer que con su pureza de aire podría influir desfavorablemente en sus trabajadores o moradores habituales. Suiza, que tiene una población eminentemente rural, hubo de preocuparse seriamente de mejorar las condiciones de las casas de campo pues veía que en sus climas admirables enfermaban de tuberculosis muchos habitantes, y la causa no era otra que las pésimas condiciones de las viviendas campestres.
Una cosa parecida nos pasa a nosotros y es una de las causas de que enfermen de tuberculosis muchos jornaleros y gañanes pues las casas que ocupan suelen ser pequeñas, no tienen más comunicación con el exterior que una puerta que se cierra durante el día al salir aquellos hombres a sus faenas. La cuadra no está separada de la cocina y aquellos seres pasan la noche respirando una atmósfera humosa y empapada de las emanaciones del estiércol y de los animales que con ellos conviven.
6º.- Por mis fueros de higienista moral he de tratar una cuestión algo escabrosa; si alguien se alarma al leer estas líneas, por muchas razones que no puedo exponer en tan reducido trabajo  yo les digo que su moralidad es muy incompleta. Las autoridades competentes y todas las personas de juicio sereno no deben oponerse a la instalación de establecimientos higiénicos donde encuentren satisfacción las imperiosas necesidades fisiológicas del sexo. Ved las desastrosas consecuencias que se derivan de la falta de semejantes establecimientos bien reglamentados y públicos. Ved, moralistas, que contra vosotros claman en su abandono infinidad de seres entregados a la caridad oficial, hijos de deseos orgánicos que no encuentran otra satisfacción más fácil.  Y, por último, pensad que una de las cosas que más destrozan el organismo humano son los placeres solitarios y en nuestro pueblo están muy lamentablemente arraigados.
7º.- Una causa que, de generación en generación, va debilitando la raza son los matrimonios consanguíneos. Cosa tan palpable que todos podéis observarlo en muchos de los casos que conozcáis. El parentesco entre marido y mujer da como producto, por acumulación de taras orgánicas familiares, hijos idiotas, enclenques o raquíticos con escasas condiciones de resistencia para sostener y triunfar en la lucha por la vida.
Y, por último, es urgente que todos los médicos hagamos una campaña de divulgación higiénica utilizando todos los medios para luchar contra la tuberculosis procurando imitar a Alemania, donde con un constante esfuerzo, a cuya cabeza marchaban los médicos, han visto disminuir la tuberculosis de un 5% a un 1,86%.
Si no podemos presentar resultados tan brillantes no poca culpa tenemos los médicos que, con harta frecuencia, nos olvidamos del espíritu altruista de nuestra ciencia. Y si en epidemias o pestes exponemos nuestras vidas sin desolación, hagamos merced de nuestros consejos sin otro propósito que el de elevar la capacidad moral y física de nuestros semejantes.
Seamos médicos en la mayor parte de nuestros actos. El médico debe hablar poco y pensar mucho. Hay que preocuparse por algo más que por el recibo trimestral y no olvidar que el abandono hacia los enfermos que me ocupan constituye un modo de fomentar la tuberculosis.
Coincidiendo con la preparación de este trabajo, el Heraldo de Madrid ha publicado un mapa demográfico y un artículo estadístico en el que se clasifican las provincias españolas, según su mortalidad por tuberculosis en el quinquenio de 1901 a 1905 en: de mortalidad máxima, grande, mediana y mínima. En estos datos, tomados de los publicados por las Inspecciones Generales de Sanidad, está recogida Ciudad Real con una mortalidad de 4,87 % de defunciones, correspondiendo a las de mortalidad mínima. Pues bien, dentro de la provincia está nuestro pueblo, y según mis resultados su mortalidad es del 6,34%. Pero, además, hay que tener en cuenta que mi estadística es cinco años posterior a aquella y, por lo tanto, la mortalidad media no debía ser 4,87 % en nuestro pueblo, habría de ser inferior porque en cinco años ha disminuido en todas partes el número de tuberculosos gracias a la enérgica y extensa campaña antituberculosa que se hace.
Por lo tanto son doblemente alarmantes los datos que he obtenido, y hora es ya de que salgamos del lamentable estado en que a la madre Higiene se tiene en Manzanares. Pensad  en que con tan gran profusión de tísicos vuestros hijos están constantemente expuestos (en la escuela, en el taller, en los círculos de recreo, en sus trabajos, etc.) a ponerse en contacto con sujetos y objetos contagiosos, lo que tenéis el deber ineludible de evitar.
Haced porque nuestro pueblo siga la marcha de la humanidad entera, que ve descender el número de tuberculosos en su constante esfuerzo, y procurad poner en práctica, según los medios de cada uno, los desinteresados y beneficiosos consejos que siguen:

CONTRA LA TUBERCULOSIS
Si tenemos en cuenta que un diagnóstico precoz de la enfermedad la hace curable en la mayoría de los casos; que desde el descubrimiento del inmortal Koch sabemos que no puede producirse más que por su microbio y conocemos muchos medios para destruir éste; que además es preciso para enfermar que el individuo atacado esté débil, habremos establecido las bases con las que hemos de defendernos de tan cruel enfermedad.

CUIDADOS PERSONALES
Todo individuo que se acatarre con frecuencia, adelgace rápidamente, tenga tos pertinaz, o que cuando se constipe lo esté más de doce o catorce días, debe  hacerse reconocer por un médico.
No olvidar que la tuberculosis, al principio, casi siempre es curable. Además, conocida la enfermedad a tiempo, podemos tomar las medidas necesarias para que no se contagien otras personas.
Cuando por cualquier emoción, o sin motivo justificado, arrojéis con frecuencia sangre por la nariz y os duela la cabeza, consultad al médico. Los catarros crónicos de nariz o corizas impiden la secreción del moco, y éste, como ya os he dicho, retiene el polvo del aire que se respira y mata muchos microbios.
Toda persona debe respirar por la nariz y con la boca cerrada.
Es muy peligroso y sucio tocarse la nariz con los dedos.
Para acostumbrar a nuestro cuerpo a los cambios bruscos del clima es muy conveniente bañarse diariamente o limpiarse el cuerpo con frecuencia. Esta práctica, adquirida desde niños, evita los catarros frecuentes y otras enfermedades del pecho.
A los niños pequeños empezad a bañarlos con agua templada y seguid descendiendo la temperatura hasta que sea igual a la del medio ambiente.
Alimentaros lo mejor posible dentro de vuestros medios. Una buena alimentación debe ser el más importante de vuestros gastos.
La limpieza es la mejor manera de combatir la tuberculosis.
Debéis lavaros las manos con frecuencia y enjuagaros la boca antes y después de comer.
Es peligroso que personas extrañas besen y acaricien a los niños.
No hagáis excesos de trabajos ni de placeres, ni abuséis de las bebidas alcohólicas.
Toda herida en la piel debéis lavarla escrupulosamente y, a ser posible, desinfestarla.
Las ropas de trabajo deben limpiarse con frecuencia. La suciedad en el obrero no revela amor al trabajo, sino descuido y abandono.

ALIMENTOS
Debéis evitar que las moscas se paren en los alimentos.
La leche de vaca se tomará siempre hervida, lo mismo debe hacerse con todos los alimentos en que esta maniobra sea posible.
Las vajillas y servicios de comedor deben fregarse con agua hervida y en las casas donde sea posible, el agua que se utilice para esta limpieza debe ser de Siles. (2)
Tened gran cuidado en que el pan, alimento que no es posible desinfectarlo, no lo toquen personas sucias, ni se ponga en contacto con objetos sospechosos.

LA CASA
La casa más sana es la más ventilada.
Antes de habitar una casa debéis desinfectarla, si no tenéis otros medios, con cal y agua hirviendo.
Destinar para dormitorio la habitación en que más penetren aire y sol.
No se barrerán en seco las habitaciones, ni se golpearán los muebles para quitarles el polvo.
Las casas del campo deberán tener ventanas. Evitar que las chimeneas hagan humo y que la cuadra esté separada por un tabique de la habitación destinada a los trabajadores. Si esto no es posible limpiar diariamente las cuadras de excrementos y encalar las paredes y suelo con frecuencia.
En los locales donde se reúnan muchas personas, como casinos, escuelas, iglesias, oficinas, etc. deberán tener ventilación abundante, escupideras con profusión e inscripciones  colocadas en sitios visibles que inviten a no escupir en el suelo.
Sobre todo en las escuelas deberán extremarse estas medidas. Además es conveniente que se coloquen grandes, con estos o parecidos consejos, para que el niño se habitúe y familiarice con los mandatos de la higiene.
Los talleres en que se desprendan vapores irritantes o polvo deberán tener más ventilación.
Cuando en la calle os dé gana de escupir no lo hagáis en la acera, sino en el arroyo.
Las ropas de los tuberculosos no deben usarse por otras personas y menos venderse o regalarse sin antes hervirlas durante algunas horas.
Estos consejos generales, como es lógico, se dirigen a las personas sanas. En las casas en donde exista un tísico deberán exigir a su médico les indique las medidas concretas, según el caso, para evitar la difusión del mal y seguirlas con todo rigor.
Todo el mundo debería esforzarse en poner en práctica las precedentes reglas higiénicas, pero especialmente aquellos que por cualquier motivo deban temer la tuberculosis más que las demás personas. Tales son las personas débiles, las que sean altas y delgadas, las de pecho aplastado, (sobre todo si sus padres eran tuberculosos), así como también todos los que tengan  motivo para creer que ya desde la infancia entró en su organismo el germen de la tuberculosis a consecuencia del trato con personas tuberculosas (parientes, niñeras, compañeros de juegos o de trabajo, etc.) o por haber sufrido de escrofulismo o de otra afección parecida.
Por último, desde estas columnas voy a proponer la fundación de un Dispensario Antituberculoso para pobres, para que quien pueda y quiera se haga cargo de este proyecto al cual yo, y creo que todos mis compañeros, habríamos de prestar nuestro desinteresado concurso.
Los modernos dispensarios son consultorios subvencionados por las Diputaciones Provinciales o Ayuntamientos, que además reciben limosnas o pensiones de personas ricas y caritativas, en los cuales los enfermos pobres se hacen reconocer. Si son diagnosticados de tuberculosis reciben medicinas gratis y algunos alimentos, si es posible.
Existe en estos establecimientos la gran ventaja de que, como se ven gran número de enfermos, se pueden hacer series y emplear las tuberculinas, que son vacunas utilizadas modernamente para diagnosticar muy precozmente la tuberculosis y además se están empleando con éxito en el tratamiento de los enfermos incipientes.
El fundar y sostener un Dispensario en nuestro pueblo sería cosa fácil y no muy cara, pues local abundante hay en el hospital municipal. Por lo tanto, si las personas altruistas quieren hacer una gran obra de caridad por sus paisanos la ocasión es admirable, pues es dolorosísimo que Manzanares, que es un pueblo rico, en el que sus hijos debían ser fuertes dentro de su raza, se vea invadido por la tuberculosis, que con razón se ha dicho de ella es la enfermedad de los pobres y agotados.

 

              Robert Koch descubridor del bacilo             Mycobacterium tuberculosis o bacilos de Koch

NOTAS
      1.-   Se refiere al doctor D. Ricardo Roncero Mohíno, uno de los dos médicos de la Beneficencia con que entonces contaba el ayuntamiento de Manzanares.
      2.- Recordemos que todavía no existía red de agua corriente ni alcantarillado. Tampoco existían los antibióticos.

FUENTES
GRANADOS GARCÍA DE TOMÁS, Julián. 50 Manzanareños ilustres.
BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO, Antonio. Manzanares bajo el reinado de Alfonso XIII.

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