Confirmado el levantamiento militar contra la Segunda República
Española por parte de las guarniciones militares de Canarias y norte de África
el 17 de julio de 1936, los manzanareños permanecieron a la expectativa para
ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. La Agrupación Local de
Renovación Española, y algún pequeño núcleo de jóvenes falangistas, estaban
preparados para la acción, si bien disponían únicamente de algunas pistolas y
su principal dirigente D. Manuel González de Jonte Corradi se encontraba en
Madrid.
Transcurrió el sábado 18 en una tensa espera y el domingo 19 todavía
se celebraron las misas matinales con cierta normalidad. Ante el cariz que
tomaban los acontecimientos el alcalde pidió esa misma tarde al párroco que
entregara las llaves del templo tratando de impedir que pudiera ser utilizado
como baluarte por parte de los simpatizantes del golpe de Estado. Los
dirigentes de la Casa del Pueblo acordaron que los obreros no salieran el lunes
a trabajar los campos. Era preciso defender el pueblo ante cualquier intentona
fascista con las escasas armas disponibles; algunas pistolas y los fusiles de los
agentes del Cuerpo de Carabineros que expresaron su lealtad desde el primer momento. Todo dependía de la decisión que tomara la
Guardia Civil, casi una compañía concentrada en el cuartel de Manzanares. Las fuerzas de izquierda agrupadas en la casa
del Pueblo organizaron inmediatamente grupos de vigilancia formados por obreros
armados mientras los carabineros y guardias municipales permanecían en máxima
alerta.
Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción a principios del siglo XX |
Aquella provocación exacerbó los ánimos de las gentes que desataron su
furia contra la iglesia católica, institución que se había caracterizado por
una oposición radical contra la República. Una masa iracunda se congregó en la
plaza frente al templo parroquial. Los más exaltados tenían ya planeado prender fuego
al edificio. Recordaron que muy cerca se encontraba un almacén municipal donde
se guardaban las bombas manuales contraincendios. Rápidamente las cogieron y
llevaron al surtidor de gasolina de la calle Cristóbal Colón donde llenaron los
depósitos de combustible. Aquellas máquinas destinadas a combatir el fuego
servirían ahora para provocarlos. En un proceso de histeria colectiva se
transportó gasolina en latas, cubos y cualquier recipiente que pudieron
encontrar. Las paredes interiores del templo, el mobiliario, cortinajes y
elementos de culto fueron regados y prendidos. La llamarada fue tan
espectacular que a punto estuvieron de perecer los propios incendiarios. Al
cabo de unos minutos el fuego se extendió por toda la nave, pero fue necesario
disparar a las ventanas superiores para facilitar el tiro. El incendio duró hasta
el amanecer cuando las campanas se desprendieron de sus soportes y cayeron sobre
la bóveda de la nave principal provocando su hundimiento.
Nave principal del templo parroquial dode se aprecian las bóvedas con sus paños y nervaduras góticas.
El retablo principal del templo parroquial construído a finales del siglo XVI.
En unas horas todo el patrimonio artístico de carácter religioso,
acumulado durante siglos, quedó completamente destruido. Retablo principal,
retablos laterales, capillas, imágenes,
sacristía, elementos de culto; todo perdido. Desaparecieron para siempre los
lienzos de Bartolomé Carduccio y los frescos de Gianbattista Perolli. Por
efecto del calor se vino abajo la cubierta con sus magníficas nervaduras
góticas diseñadas por Enrique Egás a mediados del siglo XVI. La torre quedó
convertida en una tea que alumbró las tinieblas de aquella fatídica noche,
haciéndose visible desde kilómetros de distancia. Esa misma noche ardió también el Círculo Católico, un edificio añexo a la parroquia utilizado como salón de reuniones y veladas artísticas.
Mientras los inconscientes incendiarios atizaban las llamas, algunas personas sensatas lograron poner a salvo los libros que formaban el archivo parroquial, conscientes de su enorme valor histórico y documental. Con riesgo de sus vidas cargaron los pesados volúmenes en un carro y los transportaron hasta unas dependencias de la plaza de toros.
Cuando todo lo que podía arder se consumió; cuando se disipó el humo y el polvo,
sólo quedó un montón de ruinas junto a los muros ennegrecidos y una torre
desmochada. Así permaneció aquel esqueleto pétreo durante los tres años siguientes, como cruel
recordatorio del odio y del fanatismo antireligioso.
Imagen que presentaba el templo al amanecer del día 21 de julio de 1936
Estado en que quedaron el ábside y las capillas laterales
Vista de la torre y de la nave principal.
El Círculo Católico antes de su destrucción.
Finalizada la guerra sobrevino una explosión de religiosidad, una auténtica exaltación
de fervor y misticismo. Las personas creyentes necesitaban fervientemente un bálsamo espiritual con el que mitigar los sufrimientos presentes y pasados. En los primeros meses fue preciso decir las misas al aire libre pues casi todas las iglesias de la localidad estaban destruídas. Era
absolutamente prioritario levantar de nuevo los templos, volver a colocar a la Iglesia
Católica en el lugar preponderante que le correspondía como uno de los
principales soportes del nuevo régimen.
La reconstrucción del templo parroquial de Manzanares suponía una
obra de tal envergadura que transcurrieron los años 1939 y 1940 sin que nadie
vislumbrase la forma de abordarla. Los primeros pasos hacia la reedificación se
dieron a principios de 1941 por iniciativa de doña Manuela Chacón-Salinas del
Forcallo, esposa de D. Manuel González de Jonte, de mutuo acuerdo con el cura
párroco Dimas López González-Calero.
Gracias
a la estrecha relación del Sr. González de Jonte con D. Pedro Muguruza Otaño,
entonces Director General de Arquitectura, se designó a los arquitectos Luís
Moya y Enrique Huidabro Pardo para confeccionar el proyecto, al tiempo que
se movían todas las influencias políticas locales para conseguir la mayor
subvención estatal posible.
Para
coordinar los trabajos, el día 10 de abril de 1942 se constituyó la Junta Local
de Reconstrucción del Templo de Manzanares, integrada por las siguientes
personas:
Presidente Dimas López González-Calero (Párroco)
Secretario Manuel Cava
Sánchez-Gil
Tesorero José
Corchado Soriano
Vocal José Calero Rabadán (Alcalde)
Vocal Manuel
González de Jonte Corradi (Coronel)
Una
semana más tarde llegaba la esperanzadora noticia de que el Consejo de
Ministros, por influencia de Serrano Suñer, había concedido a Manzanares la cantidad de
340.000 pesetas; cantidad importante, aunque insuficiente, ya que el
presupuesto ascendía a 1.170.000. La petición de ayuda económica a los principales contribuyentes
del pueblo resultó un fracaso dada la ruinosa situación económica del momento. Tras varios
meses de incertidumbre, la Junta decidió solicitar formalmente al alcalde el
apoyo del ayuntamiento mediante instancia suscrita por las firmas de los
elementos más representativos de la banca, comercio, agricultura e industria
de la localidad.
Manuel González de Jonte Corradi José Calero Rabadán |
En la
sesión municipal celebrada el 15 de septiembre, D. José Calero planteó a la Corporación la petición de la Junta, la cual fue acogida con gran entusiasmo,
quedando aprobada de inmediato una subvención de 600.000 pesetas, pagaderas en cuatro
anualidades de 150.000, con cargo al crédito solicitado del Instituto para la
Reconstrucción Nacional, avalado por la Dirección General de Regiones
Devastadas.
Las limitaciones presupuestarias obligaron a los arquitectos a descartar una reconstrucción fiel de la estructura abovedada. Lo prioritario en aquellos días era la rapidez, el abaratamiento de costes y la funcionalidad. Lo único que se pudo salvar fue el precioso pórtico renacentista, verdadera bíblia pétrea que todavía podemos admirar.
Las
obras, ejecutadas por el contratista Félix Pérez Ríos, comenzaron a mediados de
1942 y se prolongaron hasta finales de 1947. En tan dilatado período de tiempo
surgieron innumerables problemas y vicisitudes, planeando continuamente el riesgo de parada de los trabajos
por falta de liquidez; sin embargo, gracias al tesón y desvelos de los miembros
de la Junta, la actividad nunca llegó a detenerse. A ello contribuyó la
magnífica disposición del contratista y la aportación de recursos adicionales,
para lo que fueron necesarias nuevas gestiones que lograron incrementar la
subvención estatal hasta las 500.000 pesetas.
En febrero de 1946 el Padre Manuel de Hontoria, como nuevo presidente
de la Junta de Reconstrucción, volvió a recurrir al Ayuntamiento solicitando de
la Corporación una ampliación del donativo de otras 150.000 pesetas para la
construcción de la torre, lo cual quedó aprobado por unanimidad. Como el dinero resultó insuficiente, el
municipio libró otras 150.000 con cargo al presupuesto de 1948.
Las obras culminaron con la instalación de un reloj de cuatro esferas
construido por la firma Canseco de Madrid. Su importe ascendió a 106.948,45
pesetas, sufragadas en su mayor parte por los viticultores y vinicultores de la
localidad. El reloj quedó inaugurado tras su bendición por el P. Manuel a las
12 de la mañana del día 23 de enero de 1949.
En total, el coste de la obra civil ascendió a 1.371.936,46 pesetas,
de las que el Estado aportó 475.000 efectivas y el Ayuntamiento 908.179,
cargando además el municipio con los intereses de los empréstitos.
Dos de los principales impulsores de la reconstrucción no llegaron a
contemplar el fruto de su esfuerzo; en primer lugar, el 27 de julio de 1942
falleció la principal promotora, doña Manuela Chacón-Salinas, cariñosamente
conocida como "Nene", mientras D. Dimas, ante su delicado estado de
salud, tuvo que ser sustituido por el capuchino Manuel de Hontoria en la presidencia
de la Junta y falleció en febrero de 1952.
El día 6 de abril de 1945, durante la construcción de la techumbre,
ocurrió un desgraciado accidente que provocó la muerte de los obreros Antonio
Gallego Manzanares y Fausto Moreno García al caer desde el andamio donde
trabajaban.
Una vez concluida la obra de fábrica varios particulares ofrecieron
sustanciosos donativos para dotar el templo de mobiliario, ornamentos y
objetos necesarios para el culto. Entre los principales benefactores estuvieron
las siguientes personas:
María
García-Noblejas e hijos: 24.214,40 ptas. para cuerpo de altar.
Francisco
Álvarez: 12.539,75 ptas. para las credencias.
Hijo de
Martín Ochoa: 23.469,90 ptas. para un expositor.
Dolores
España: 10.000 ptas. para los confesionarios.
Juana García: 63.000 ptas. para la baranda, gradería y presbiterio;
274.204 para un órgano; 20.440 para dos púlpitos y 40.800 para una custodia.
Varios donantes anónimos sufragaron la construcción de los bancos y
mobiliario de la sacristía.
Una vez terminada su misión, la Junta Local se disolvió a mediados de
1953, tras once años de incansable actividad, con la satisfacción de haber
logrado rescatar para las generaciones futuras el monumento más relevante de
Manzanares. Lamentablemente la penuria económica que acompañó todo el proceso
de reconstrucción imposibilitó la fiel reproducción del original, de manera que
el interior del templo nunca recuperó el encanto de sus cúpulas y nervaduras
góticas ni se pudo igualar la belleza de los retablos y capillas desaparecidas.
Por otra parte, el Círculo Católico, anexo a la parroquia y destruido en la
misma noche, nunca se reconstruyó y desapareció definitivamente.
Imagen del templo restaurado hacia 1960
Imágenes del pórtico renacentista del templo.
ARQUITECTOS DIRECTORES DE LA
RECONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO PARROQUIAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN.
D. Luís Moya Blanco
Luis Moya Blanco fue un referente en la arquitectura
del siglo XX; una personalidad clave en la posguerra por sus dotes y
habilidades gráficas. Catedrático de las Escuelas de Madrid y Navarra, fue
maestro de alguno de los principales arquitectos de nuestro país como Miguel
Fisac o Fernando Higueras.
Nacido en Madrid, en 1904, vivió desde niño la
arquitectura. Su padre, Luis Moya Idígoras, era ingeniero de caminos, creador,
entre otras obras, del depósito del Canal de Isabel II en Madrid. Por su parte,
su tío Juan Moya, fue director de la Escuela de Arquitectura de Madrid.
No es pues, de extrañar, que ya desde muy temprana
edad, su vocación por la arquitectura y el dibujo le llevasen a desarrollar
unas magníficas dotes en ambos campos aunque finalmente se decantara por la
arquitectura gracias a la influencia de D. Fidel Fuidio, profesor de historia y
arqueólogo.
Luis Moya Blanco
En 1921 su tío le instruyó para ingresar en la Escuela
de Arquitectura de Madrid donde recibió una mezcla de dos tendencias muy
diferentes: la Regeneracionista y el Movimiento Moderno. De forma paralela a
este aprendizaje, Luis Moya acudió al estudio de Pedro Muguruza (arquitecto
consultor durante la época franquista), donde complementó su formación.
En el año 1927 se licenció, obteniendo el premio Aníbal Álvarez, por su proyecto de fin
de carrera “Cenotafio para
Beethoven”. Hasta el año 1936 se presentó a muchos concursos obteniendo por
ellos numerosos galardones.
Concluida la Guerra Civil se incorporó a la Cátedra de
la Escuela de Arquitectura de Madrid. También trabajó para la Dirección General
de Arquitectura y llevó a cabo la reforma del Teatro Real. Maestro en el uso del
ladrillo, entre sus principales obras destacan las Universidades Laborales de
Zamora y Gijón, la iglesia de San Agustín y el Museo de América, en Madrid, o
la iglesia de la Virgen Grande de Torrelavega.
Fue Director de la Escuela de Arquitectura de Madrid
entre los años 1963 y 1966.
En 1970 comenzó una etapa docente en la Escuela de
Arquitectura de la Universidad de Navarra, impartiendo las materias de estética
y composición. Falleció en Madrid, en el año 1990.
D. Enrique
Huidobro Pardo
Nació en Santander en 1896. Hijo
del ingeniero Enrique Huidobro Ortiz de la Torre y de María Pardo Iruleta.
Cursó sus primeros estudios en Orduña y el Bachillerato en Deusto.
Estudió la carrera en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid
(1924) y trabajó en el estudio de Pedro Muguruza.
Después de la guerra formó parte de los arquitectos que trabajaron para la Dirección General de Regiones Devastadas y posteriormente trabajó en la Dirección General de Arquitectura, donde colaboró en ocasiones con Luis Moya.
Fue Arquitecto Conservador de la Academia de Bellas Artes de San Fernando
Actuó como jurado en varios concursos de arquitectura y escribió diversos
artículos en la Revista de Arquitectura y en otras revistas especializadas de
la época.
Intervino en la construcción de la Universidad Laboral de Zamora, y en el
Proyecto de la Universidad Laboral de Gijón junto a Luis Moya y otros.
Ganador del primer premio del Concurso para la Cruz de los Caídos junto a
Moya y Thomas.
Otras obras importantes de su carrera son:
1946. Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas en la calle
Guadalquivir 9, de Madrid.
1947. Casa para los Salesianos y la iglesia de María Auxiliadora en
Guadalajara, en la calle Toledo 24.
1947. Monumento a los caídos en la Plaza del Pilar de Zaragoza, con Luis
y Ramiro Moya (hoy en el Cementerio de Torrero).
1949. Monumento a la Asunción en Santander, en la Plaza de las
Atarazanas, con esculturas de Manuel Laviada.
1957/1960 Iglesia Parroquial del Sagrado Corazón de Jesús, de los Padres
Capuchinos, en Santa María de la Cabeza 115, Madrid.
Última obra importante, terminada por su hijo Javier Huidobro Salas:
Iglesia Santuario María Auxiliadora, de los Salesianos. En Ronda de Atocha 25, Madrid.
FUENTES
Wikipedia
Familia de D. Enrique Huidobro
BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO, Antonio. República y Guerra Civil. Manzanares 1931-1939. Tomos I y II. Biblioteca de Autores y Temas Manchegos. Diputación Provincial de Ciudad Real.
Familia de D. Enrique Huidobro
BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO, Antonio. República y Guerra Civil. Manzanares 1931-1939. Tomos I y II. Biblioteca de Autores y Temas Manchegos. Diputación Provincial de Ciudad Real.
Hola Antonio. Precioso y muy documentado el post sobre el incendio a la Parroquia de la Asuncion de Manzanares. De todas formas queria preguntarte algo. Dices que se destruyeron las obras de Bartolome Carduccio. Que yo sepa se llamaba Vincenzo Carduccio o Vicente, como le decian en Espana. O lo mismo Bartolome era un hermano suyo?. Esa es la duda. Saludos.
ResponderEliminarHola Supermendo
EliminarVincenzo Carduccio era el hermano mayor de Bartolomé, pero está demostrado documentalmente por parte de prestigiosos historiadores, como Esther Almarcha y el doctor Juan Díaz-Pintado, que el encargo de los oleos para la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción fue realizado a Bartolomé.