Como hijo, hermano de hermana, marido y padre de hija, ninguno de los
problemas que afectan a las mujeres me pueden resultar indiferentes. Por ello,
antes de comenzar esta conferencia, quiero tener un recuerdo emocionado y
triste hacia todas esas mujeres que, a día de hoy, en distintos lugares del
mundo, son privadas del derecho a la educación, discriminadas, menospreciadas,
casadas a la fuerza, explotadas, extorsionadas, amenazadas, maltratadas,
violadas, mutiladas e incluso asesinadas.
Debo decir que el título de la charla “La mujer en la historia de
Manzanares” es un tanto pretencioso porque gran parte de nuestra historia como
núcleo de población, que se remonta a casi ocho siglos, nos es desconocida. Por
otra parte, he de advertir que la mayoría de las mujeres que voy a citar no
nacieron en Manzanares, aunque vivieron y desarrollaron su actividad en nuestra
ciudad.
En todas las épocas hubo mujeres que llegaron a la cúspide de la fama o
el poder. Ahí tenemos a Hatshepsut, la mujer Faraón; Cleopatra; Makeda reina de
Saba; Hipatia de Alejandría; Safo de Mitilene, Hildegarda de Bingen, Catalina
la Grande de Rusia, Marie Curie, Indira Gandhi, Eleanor Roosevelt, Eva Perón,
Margaret Thatcher o algunas de nuestras reinas y damas de la nobleza como
Isabel I de Castilla o Ana de Mendoza, princesa de Éboli, por citar algunas.
Son casos verdaderamente excepcionales pertenecientes a la realeza o la
aristocracia, pues, en general, el papel que la mujer ha tenido en la sociedad
hasta hace muy poco tiempo, y más en zonas rurales como la nuestra, ha sido bastante
irrelevante, siempre sometida al varón y dedicada fundamentalmente a las tareas
domésticas.
Muchas de las mujeres que vamos a citar son conocidas, no por ellas
mismas, sino por ser esposas de hombres importantes. Otra cosa es el poder e
influencia que, de forma solapada, desde las sombras o desde el lecho, pudieran
ejercer sobre maridos y amantes como inteligentes administradoras de sus
encantos.
Situados en Manzanares y remontándonos casi a sus orígenes tenemos
noticia de una mujer influyente que fue señora del castillo. Aunque formalmente
no podía ser comendadora, cargo reservado a freires calatravos, percibía las
rentas de la encomienda a principios del siglo XIV. Se trata de Urraca
Fernández Gudiel, natural de Toledo, madre adoptiva de Juan Núñez de Prado, decimoctavo
maestre de la Orden de Calatrava. Claro está que cuando el rey Pedro I ordenó
asesinar a su ahijado se acabaron todas las prebendas y privilegios que
disfrutaba.
Este Juan Nuñez de Prado era hijo natural de la infanta Blanca de
Portugal, nieta de Alfonso X el Sabio, y del caballero, Pero Estébañez
Carpenteyro. Cuando alguna dama de la corte tenía un desliz y quedaba embarazada,
al estar cerrada en aquella época toda posibilidad de abortar, una vez que
paría la criatura era entregada en adopción a una familia de confianza y la
madre quedaba libre de todo compromiso. En el caso de la infanta citada luego se
hizo monja y fue abadesa y señora del poderoso monasterio de las Huelgas en
Burgos donde todavía pueden ustedes ver su sepulcro.
A finales del siglo XVI tenemos noticia de otras cuatro féminas de cierto
relieve social; se trata de Francisca de Quesada, María López de Quesada, María
Naranjo y Magdalena de Quesada. Hermanas y primas cuyo mérito consistió en
haber convencido a su padre y tío, el potentado Bernardo de Quesada, para
fundar en abril de 1592 el convento de Religiosas Concepcionistas de Clausura donde
pudieron profesar como monjas permaneciendo cerca de sus familias.
De los siglos XVI a XVIII apenas tenemos datos sobre nuestra historia
local. No obstante, cabe citar a María González de Inojedo, viuda del rico
hidalgo Francisco de Quesada, como fundadora en 1589 de la capilla de San
Ildefonso dentro del templo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
Capilla destruida durante la guerra civil de 1936.
Otro caso similar sería el de María Salinas de la Cerda, viuda de Juan
Cristóbal Heberlin, fundadora el 3 de junio de 1663 de la capilla de Santa
Teresa en el mismo templo parroquial, desaparecida igualmente durante el
incendio provocado como consecuencia del proceso revolucionario que siguió al
levantamiento militar.
El periodo de la historia local que mejor conocemos abarca los siglos XIX
y XX. En este tiempo podemos contemplar cinco escenarios donde la mujer se hace
visible de alguna manera. Comenzaremos por el que llamo
ÁMBITO RELIGIOSO CARITATIVO
Desde la teología católica la caridad es la más importante de las
virtudes teologales, un sentimiento derivado de profundas convicciones
religiosas que practicaron con especial dedicación las mujeres de las clases
privilegiadas durante el siglo XIX y primer tercio del XX. Y es que, en un país
carente de coberturas sociales, era la burguesía capitalista quien asumía el
papel de ayudar a los pobres como una forma de acercarse a Dios y alcanzar la
salvación de sus almas.
Encontramos en Manzanares bastantes mujeres pertenecientes a familias distinguidas,
esposas e hijas de industriales o terratenientes, ejerciendo como sostenedoras
del hospital-asilo, roperos y comedores sociales. Podríamos citar aquí a un
buen número de señoras, entre las que destacan Josefa Sánchez-Carrascosa
Carrión, hermana del Obispo Carrascosa, Matilde Quevedo Rodríguez, esposa del
diputado y senador Antonio García-Noblejas Díaz-Pinés, su cuñada Rosalía
Quesada Yáñez, esposa del abogado Ramón García-Noblejas Díaz-Pinés, Mercedes
del Forcallo Pintado, esposa de Agatíno Chacón Salinas Castelli, marqués de
Salinas, o Apolonia García Torres, esposa del farmacéutico Mariano Jiménez-Fructuoso
quien, al no tener descendencia, legó todos su bienes al hospital asilo
municipal.
En la protección a los más desfavorecidos destacó particularmente doña Dolores
García-Noblejas Díaz-Pinés, viuda del rico hacendado Tomás Jarava Merino, quien
repartía limosna todos los viernes en su casa de la calle del Carmen a cuantos
pobres y necesitados allí se presentaban. Otro gesto de generosidad impagable
hacia sus convecinos fue la donación desinteresada al municipio de una parcela
de dos hectáreas en el paraje denominado Los Romeros. Esos terrenos se
encontraban situados sobre un importante venero subterráneo. Sobre la parcela
se abrió un pozo que permitió dotar a Manzanares de agua potable en cantidad
suficiente para atender la demanda en un momento de gran incremento de la
población.
Fue también presidenta del comité local de ayuda a los repatriados
españoles a causa de la Gran Guerra, iniciativa promovida a nivel nacional por
la reina Victoria Eugenia.
A falta de mayores méritos, ser religiosa y llegar a abadesa de un
convento era en aquellos años algo extraordinariamente importante. Este es el
caso de Rafaela Pérez-Valiente Antolínez de Castro, joven aristócrata nacida en
Manzanares el 24 de octubre de 1786. Hija de Pedro Ignacio Pérez-Valiente Brost
y Varona, Conde de Casa Valiente, y de Catalina Antolínez de Castro. Ingresó en
el convento de Religiosas nazarenas de Sisante (Cuenca) y a los seis años fue
nombrada madre Abadesa. Falleció en 1834 con solo 48 años tras una vida contemplativa
dedicada a la mortificación y la penitencia.
Mención especial merece la señora Antonia Enríquez de Salamanca
Sánchez-Blanco, mujer de gran sensibilidad, que viendo la escasa calidad de la
enseñanza pública decidió utilizar sus abundantes recursos materiales para
crear un colegio destinado a niños pobres dirigido por una comunidad religiosa.
Lamentablemente falleció sin ver materializado su sueño. El encargo lo asumió
su marido Ramón Álvarez de la Barreda Lodares, quien, respetando los deseos de
su esposa, patrocinó la fundación del colegio de Hermanos Maristas en 1906.
ÁMBITO PROFESIONAL
La enseñanza es el primer campo donde la mujer titulada va a encontrar su
vía de realización y de servicio. Aquí podemos citar a las primeras maestras que ejercieron su magisterio en Manzanares: Magdalena Romero-Nieva Manrique en
1883, María de las Nieves Galiana Abad y Eusebia González en 1886
Ciudad Real no tuvo Escuela Normal de Magisterio para varones hasta 1842.
La mujer, siempre relegada a un segundo plano, no pudo hacerse maestra titulada
en nuestra provincia hasta 1860.
La labor educativa de aquellas primeras maestras estaba escasamente
valorada en los pueblos. Las docentes tenían incluso dificultades para
subsistir porque sus honorarios los abonaban entonces los ayuntamientos y eran
frecuentes los retrasos en el abono de sus haberes. De hecho, tuvieron que
morir de hambre varias maestras en Andalucía para que se conmoviera la
conciencia de los políticos. Finalmente, don Álvaro de Figueroa Torres, conde
de Romanones, siendo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes decretó en
octubre de 1901 que los salarios de los docentes los abonara directamente el
Estado. Eran sueldos miserables, pero al menos se cobraron ya con normalidad.
A principios del siglo XX ejercían ya en el pueblo media docena de maestras,
la mayoría forasteras, mal pagadas y peor valoradas por una sociedad donde las
niñas solo iban a la escuela durante su más tierna infancia ya que la
escolarización obligatoria terminada a los nueve años. Entre aquellas primeras maestras
del siglo, tenaces luchadoras contra el analfabetismo reinante, se encontraban Enriqueta
Recuero Sánchez, Magdalena Romero-Nieva, Felipa Pajares, Juana de Moya García y
las hermanas Teresa y María de las Nieves Galiana Abad.
La II República vino a cambiar muchas cosas en España y la mujer comenzó
a tener un mayor protagonismo en ciertas esferas. El número de maestras se
duplicó y tuvieron acceso a determinados puestos directivos. Así, la malagueña Encarnación
Maxiá Zurita fue una mujer avanzada que ocupó la vicepresidencia del Consejo
Local de Primera Enseñanza. Estuvo casada con Francisco Fernández de Simón León,
alcalde republicano fusilado al acabar la guerra. Ella también fue depurada,
separada del servicio durante dos años y desterrada de Manzanares. Su lucha
continuó impartiendo clase en escuelas rurales de los montes de León
consiguiendo sacar adelante a Juan, su único hijo, que llegaría a ser médico de
la Armada, especialista en Dermatología.
Buen número de maestras sufrieron depuración política al terminar la
guerra por compartir los ideales de progreso y justicia social que la Segunda
República representaba. Juliana Sobrino Millán y Carmen Martín Martínez fueron expulsadas
del Cuerpo. A la zamorana Carmen Trill Banchallaria se la trasladó fuera de la
provincia quedando inhabilitada a perpetuidad para desempeñar cargos
directivos. La vallisoletana Clementina Calvo Pascual fue trasladada dentro de
la provincia. Mejor paradas salieron Carmen Beberide Márquez, natural de Ciudad
Real, y la sevillana Clara Bautista Rodríguez a las que solo se castigó con la
inhabilitación para ocupar cargos directivos y de confianza.
Junto a las maestras de Primera Enseñanza hubo otras mujeres con carrera
universitaria que ejercieron su actividad en Manzanares. Se trata de las tres
profesoras que llegaron al Colegio Subvencionado de Primera Enseñanza, abierto
el curso 1933/34, convertido al año siguiente en Instituto de Enseñanza
Secundaria de carácter no confesional, donde ya estudiaban conjuntamente
jóvenes de ambos sexos. Se trata de Cecilia Herrero Zardoya, soriana, profesora
de Lengua y Literatura, hermana del poeta Bernabé Herrero, amiga de Antonio
Machado y Gerardo Diego. Concepción Pérez Hortelano, profesora de Francés, y Elisa García Aráez, jovencísima profesora de Geografía, coautora del atlas
Aguilar con el que hemos estudiado tantas generaciones, quien ocupó el cargo de
directora del centro hasta la llegada de la guerra civil. Formaba pareja de
hecho con don Luís Bravo Gala, otro profesor del centro, circunstancia que
escandalizaba a los puritanos sectores clericales y conservadores.
El sector sanitario constituyó otra vía de ascenso social para la mujer.
En el primer cuarto del siglo XX destaca la presencia de dos comadronas al
servicio de la Beneficencia Municipal: Clotilde Aresté Puente, natural de
Paracuellos del Jarama, y Lucía Ochoa Castillo.
Por su ideología republicana Clotilde fue detenida en 1940 y encarcelada
en la prisión de Ventas (Madrid) por haber ocupado el puesto de jefa de
enfermeras en el hospital municipal cuando expulsaron a las monjas de la
Caridad y ejercido como secretaria del sindicato de Mujeres Trabajadoras
durante la guerra. Finalmente fue liberada en 1944 al no encontrar las
autoridades del régimen causas punibles contra ella, pero hubo de sufrir
durante cuatro largos años, privada de libertad e inhabilitada para ejercer su
profesión.
En este campo de la sanidad no podemos olvidar a María Dolores
Junquera Junquera, química-farmacéutica, directora del laboratorio municipal
desde diciembre de 1934 que también sufrió la inevitable depuración de
posguerra.
ÁMBITO CULTURAL
Fue muy conocida, tanto en Manzanares como en la Corte, María Francisca
Díaz-Carralero Rodelgo, famosa por su capacidad para la repentización poética.
Procedía de una familia muy humilde y era ciega de nacimiento. Para conseguir
unas limosnas acudía a la parada de diligencias y más tarde a la estación del
ferrocarril donde recitaba pequeñas poesías sorprendiendo a los viajeros con su
extraordinaria facilidad para improvisar versos. Todos la conocían como la
Ciega de Manzanares. Consiguió un premio en Zaragoza con su poesía dedicada a
la Virgen del Pilar y fue recibida en determinados círculos ilustrados de
Madrid, llamando la atención por su sensibilidad y clara inteligencia natural a
pesar de vivir sumida en la miseria.
Durante el primer tercio del siglo XX el teatro y la zarzuela gozaron de
una gran aceptación social. Tanto la Casa del Pueblo como el Círculo Católico
tuvieron grupos de aficionados con notable presencia femenina. Tenemos
constancia documental de una veintena de actrices aficionadas, mujeres con
inquietudes culturales y fuertes motivaciones ideológicas entre las que podemos
mencionar a Matilde Cascales Simarro, Eugenia Antequera, Juana Gallego, Caridad
Pinés Ferrándiz o Emilia Fernández-Pacheco Chacón. El grupo se vio reforzado
durante la guerra por refugiadas de Madrid como Lucía Pellín o Felisa Ruano.
Muchas de estas mujeres acabarían en prisión al finalizar la contienda con la
victoria de los nacionales.
El caso de Matilde Cascales es verdaderamente dramático y digno de una
novela. Perteneció a las Juventudes Socialistas Unificadas. En los primeros
meses del alzamiento militar, su marido, José Quintanilla Torres, murió en
combate contra los rebeldes. Tuvo una segunda pareja y quedó embarazada en
enero de 1939. Terminada la guerra fue detenida acusada de haberse manifestado
en defensa de la República y haber intervenido en el incendio de las iglesias.
En un primer momento fue condenada a muerte, aunque al estar encinta la pena le
fue conmutada por la de 30 años y un día. Ante la debilidad de las pruebas
aportadas por la acusación, la condena quedó reducida a 12 años y un día que pasó
a cumplir en la prisión de Saturrarán, en Motrico (Guipúzcoa). Allí dio a luz a
su hijo José Muñoz Cascales que moriría a los nueve meses por las malas
condiciones de alimentación y salubridad del centro penitenciario.
ÁMBITO EMPRESARIAL
Tenemos varios casos de esposas de industriales que al morir sus maridos continuaron
al frente de los negocios con notable solvencia.
Una de ellas fue Clementa Catalina Fernández Allende, nacida en
Cabanillas de la Sierra (Madrid), viuda desde 1898 de Buenaventura Sánchez-Cendal
Martínez. Esta mujer gestionó con gran éxito dos bodegas y un importante
matadero industrial. Tuvo seis hijos de los que le sobrevivieron tres.
Otro caso es el de Clementina Lardiés Otal, nacida en La Habana el 24 de
octubre de 1884 donde su madre fue directora de la Escuela Normal de Maestras.
Viuda desde 1916 de Antonio Díaz de Lope Díaz Casero tuvo que ponerse al frente
del matadero La Purísima que había fundado su marido. Gestionó todo el
movimiento comercial de su depósito de quesos, jamones, mantecas y productos
derivados del cerdo. También tenía bodega con alcoholera.
Auténticamente heróica es la trayectoria de Vicenta Jiménez Sánchez-Migallón, viuda de Diego Gallego Collado y madre de ocho hijos. Al fallecer su esposo en 1925 tuvo que hacerse cargo de la carnicería que explotaba en calle Clérigos Camarena. Destacó por su inteligencia natural y capacidad de trabajo, logrando mantener el negocio y sacar adelante a su numerosa prole. Gozó del cariño y respeto de sus convecinos por su sencillez, bondad y espíritu caritativo.
Abundaban también en Manzanares las señoras solteras, herederas de
grandes extensiones de tierra, que hoy podríamos catalogar como directoras de
empresas agrarias. Que sepamos, ninguna destacó por su capacidad innovadora ya
que la explotación y gestión de las fincas recaía sobre mayordomos, mayorales y
capataces, hombres de confianza que se limitaban a dirigir los trabajos
agrícolas siguiendo la rutina tradicional.
ÁMBITO DE LA POLÍTICA
En el campo de la política la mujer ni siquiera pudo votar hasta 1933. Incluso
durante la República siguió imperando el machismo excluyente y ninguna mujer
fue miembro de la Corporación Municipal ni ocupó cargos de relevancia.
En Manzanares fueron las derechas quienes primero incorporaron a la mujer
para tareas de proselitismo. El 28 de abril de 1932 quedó constituido el comité
local de Acción Ciudadana Femenina como apéndice del partido Acción Nacional. Desde
luego no se integraron en la organización como afiliadas con los mismos
derechos que los varones, sino que formaban un apéndice aparte. Su presidenta, Josefa
González-Calero España, y la vicepresidenta, María Mansilla Juan, se convirtieron
en destacadas activistas que desarrollaron una extraordinaria labor propagandística
por toda la provincia en defensa de sus postulados católicos y conservadores.
Con su vehemente oratoria contribuyeron a la victoria electoral del centro
derecha en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933.
Unos meses antes de estallar la guerra civil llegó a Manzanares la
madrileña Avelina Davós Colinas, una mujer muy adelantada a su tiempo. Era enfermera
titulada y pareja civil del médico Manuel Cebrián Ibáñez, enviado por el
Partido Comunista para fundar una célula en la zona. Venía con una hija pequeña
que solo llevaba los apellidos de la madre. Una mujer tan avanzada por sus
pensamientos y forma de vida escandalizaba a los sectores clericales y
conservadores, pero tampoco estaba bien vista su excesiva liberalidad entre
republicanos y socialistas.
Al estallar la guerra fue la única mujer que formó parte del Comité Local
del Frente Popular durante un breve periodo. Fundó la Asociación de Mujeres
Libres y el Comité Local del Socorro Rojo Internacional. Trabajaba como
enfermera en el hospital que dicha organización fundó en Manzanares en
noviembre de 1936. Destacó por su determinación y compromiso en la lucha contra
el fascismo. Terminada la guerra Manuel Cebrián fue fusilado y ella encarcelada
durante quince años. Su hija Adoración hubo de vivir la infancia en Málaga,
interna en una institución regida por monjas.
El 19 de abril de 1936 se constituyó en la Casa del Pueblo la Asociación
de Mujeres Trabajadoras. Su presidenta fue la socialista bilbaina María
Libertad (María Adoración Luengo Sánchez), amiga de Francisco Largo Caballero,
quien la visitaba siempre que pasaba por Manzanares. Trabajó como camarera del
Albergue Nacional de Carretera por su dominio de los idiomas francés e inglés. Tras
la victoria de Franco tuvo que exiliarse en Francia.
Terminada la guerra, el régimen de Franco volvió a circunscribir las
expectativas de la mujer al ámbito doméstico donde debía realizar una labor
abnegada, silenciosa y subordinada al varón. No obstante, desde la Sección
Femenina de Falange se hizo una gran labor humanitaria dentro de la Delegación
de Auxilio social. Por su entrega en favor de enfermos y familias necesitadas
en los difíciles años de posguerra merece ser mencionada la enfermera Natividad
Moreno Bascuñana, quien ocupó el cargo de delegada desde 1948 a 1971.
Al llegar la dictadura se clausuró el Instituto de Segunda Enseñanza. A
partir de entonces, las pocas mujeres que pudieron estudiar bachillerato tuvieron
que hacerlo en academias privadas. En 1941 abrió sus puertas la academia
“Sagrado Corazón de Jesús” donde se impartían clases de bachillerato y se preparaba
para algunas oposiciones. En ella ejerció brevemente como profesora de
Matemáticas la licenciada Pilar Alcázar Fernández hasta que marchó al
instituto Santa María de Alarcos de Ciudad Real. Curiosamente en las academias
se aceptaba la coeducación, modelo educativo totalmente prohibido en los centros
públicos.
En la segunda mitad del siglo XX se aprecia ya un cambio sustancial en la
sociedad española y las hijas de familias de clase media comienzan a cursar
bachillerato y carreras medias, fundamentalmente magisterio y enfermería.
En 1952 se abrió la Academia “Lope de Vega” donde ejerció un nutrido
grupo de profesoras: María Teresa Martínez Martínez y Emilia Socastro
García-Blanco, ambas licenciadas en Letras, junto con María Luisa Motilva
Lozano y Josefa Porta Bodowska, licenciadas en Ciencias.
En 1955, siendo ministro de Educación don Joaquín Ruiz Jiménez, se creó
en Manzanares el Centro de Enseñanza Media y Profesional en la antigua casa de
los Merino situada en la calle Virgen del Carmen 10. En él se impartía un
bachillerato laboral con la modalidad Agrícola Ganadera. El centro era solo
para varones. En sus primeros años impartieron clase tres profesoras: Caridad
Díaz-Madroñero López de Pablo, profesora de Geografía e Historia, María del
Carmen Calatayud Maldonado, titular del ciclo de Lengua, vicedirectora y
bibliotecaria, e Isabel Lera Cendón, vallisoletana, jefa de estudios, titular
de Ciencias de la Naturaleza y coautora de un libro de texto de Física y
Química para 3º de Bachillerato. Algo más tarde llegaría la leonesa María de
la Cruz Zurita Juárez, veterinaria y profesora de Ciclo Especial (Enología,
Agronomía) que ejerció como directora del centro desde 1967 a 1975. Fue autora,
junto con Diego Gallego, otro veterinario y profesor, del libro Ganadería e
Industrias Zoógenas. En 1960 se reconocía su labor con el ingreso en la
Orden Civil de Alfonso X el Sabio, distinción otorgada para premiar méritos
contraídos en los campos de la educación, la ciencia, la cultura y la
investigación.
En 1956 el Colegio de Religiosas Concepcionistas comenzó a impartir
clases de bachillerato elemental y Magisterio de la Iglesia para niñas en
régimen libre. Las religiosas que ejercían como profesoras carecían de la
titulación apropiada y las alumnas debían convalidar sus estudios en el centro
autorizado que la orden tenía en Madrid.
El curso 1967/68 constituyó un hito en Manzanares al organizarse el
Bachillerato Femenino en un centro público. Estaba regido por el plan de 1957.
Constaba de seis cursos y uno más de orientación universitaria (COU). Utilizaba
las mismas instalaciones de la calle Virgen del Carmen, pero en aulas y
espacios separados de los chicos.
Con el bachillerato femenino se amplió el número de profesoras, algunas
ya naturales de Manzanares. Entre ellas:
Pepita Porta Bodawska, profesora de Química, Ana Rodríguez (Literatura), Pascuala
Puche Alhama (Lengua), María Piedad de Gregorio (Educación Física), Teresa
Morales Chacón, bióloga de Membrilla, (Ciencias Naturales), Isabel Blanco
Cabero, vallisoletana, (Francés), Dolores Sánchez-Cantalejo Rubio-Manzanares
(Geografía e Historia).
Habría que esperar hasta el curso 1972/73 para restablecer la coeducación
en el Instituto de nueva creación llamado Álvarez de Sotomayor. Cuarenta años
se había tardado en alcanzar las cotas de igualdad que se habían alcanzado en
1932.
Otras parcelas estuvieron vedadas a la mujer hasta mucho más tarde. La
primera mujer que participó en la política municipal fue Rosario Montoto Díaz,
concejala por Unión de Centro Democrático tras las elecciones de 1979. Doce
años después y como resultado de las elecciones de mayo de 1991, haría su
entrada la primera mujer socialista en la persona de Mercedes Sánchez-Cantalejo
Rubio-Manzanares. En la actualidad, de diecisiete concejales que forman la
Corporación Municipal hay nueve mujeres representando a distintos Partidos
Políticos. Como pueden ustedes apreciar el avance en este campo ha sido
extraordinario.
En ciertos sectores la incorporación fue algo más lenta. Así en la Banda
de Música la primera mujer no entró hasta 1995. Mucho más tardía fue la
incorporación de mujeres a la guardia municipal, que no se produjo hasta el año
2009.
Afortunadamente en los últimos 30 o 40 años la posición de la mujer en
España ha avanzado de forma exponencial. Son mayoría en muchas Facultades y tienen
acceso prácticamente a cualquier profesión. Esto no quiere decir que hayan
alcanzado todas las metas. Sigue existiendo la discriminación, la diferencia
salarial por sexo y son incontables las injusticias y abusos que todavía
soportan. Las mujeres habrán de seguir luchando hasta que esa igualdad de
derechos y oportunidades formalmente recogida en la legislación no se traslade
de forma efectiva al mundo del trabajo y a todas las relaciones familiares y
sociales. En ese camino de justa reivindicación no estarán solas. Muchos
hombres estamos dispuestos a colaborar en tan ardua labor comenzando por educar
a nuestras hijas en los valores de libertad e igualdad, animándolas a ejercer la insumisión y rebeldía contra la injusticia, y denunciando cualquier
conducta que atente contra la dignidad de las mujeres.
Como hemos visto, aunque pocas, hubo en el pasado algunas mujeres que
destacaron por sus títulos o actividades públicas desarrolladas en nuestro
pueblo. Sin quitar mérito a aquellas pioneras que tantos escollos debieron
superar, nunca debemos olvidar a las sufridas mujeres del pueblo llano, a nuestras
madres y abuelas. A esa mayoría silenciosa que vivió sin saberlo
una permanente pobreza energética; que sufriendo mil carencias cuidaron de los
hijos cuando aún no se habían inventado las guarderías y atendieron a sus
ancianos cuando no existían residencias. Con esfuerzo titánico sacaron adelante
sus hogares sin electrodomésticos, careciendo en muchos casos de agua corriente
y electricidad en sus modestísimas viviendas. Incluso, cuando las
circunstancias lo requerían, colaboraban en la precaria economía familiar
trabajando duramente en los campos al llegar las cosechas de cereales,
aceitunas o uvas. A esas mujeres que pasaron inadvertidas para la historia,
pero que ocupan un lugar preferente en nuestro corazón y en nuestra memoria, quiero hacer hoy un pequeño homenaje porque esas son mis verdaderas heroínas.
Muchas gracias.
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