ARTÍCULOS HISTÓRICOS

23 de julio de 2020

ALCALDES DE MANZANARES DESDE 1868

Dos años duró la investigación documental y la recopilación de imágenes que permitieron montar la preciosa exposición sobre los alcaldes de Manzanares a través de la Historia desde 1868 a 2014. Tan relevante evento cultural se desarrolló en dos jornadas diferentes, teniendo como marco nuestra Biblioteca Municipal "Lope de Vega". Los actos de la primera jornada, que tuvo lugar el 2 de marzo de 2017, consistieron en una charla presentación y en la proyección de un montaje en power point que recogía la evolución de la política municipal y alcaldes de Manzanares desde 1868 hasta nuestros días.


La concejala de Cultura, Silvia Cebrián, presenta al autor, Antonio Bermúdez
Para que pueda ser visionado  el montaje por cualquier interesado lo he insertado a continuación. Cada diapositiva tiene una permanencia en pantalla de 15 segundos, aunque se puede pausar la presentación en cualquier momento.


A la semana siguiente, concretamente el jueves 9 de marzo, inauguramos una exposición fotográfica complementada con fichas personales de todos los alcaldes del siglo XX, en las que figuraban datos biográficos y logros alcanzados durante su actuación al frente de la Corporación. Además, cada periodo histórico se acompañaba con una fotografía del jefe del Estado y una reproducción de la bandera nacional que se utilizaba en cada momento. 
En la exposición no se incluyeron los alcaldes anteriores a 1900 ya que no fue posible conseguir imágenes de la mayoría de ellos. 
El acto de inauguración tuvo lugar con total normalidad en presencia de las concejalas de Cultura y Turismo. La exposición presentaba una imagen imponente y encerraba un extraordinario potencial didáctico. 
 
Inauguración de la exposición en presencia de las concejalas de Cultura y Turismo.








No habían transcurrido ni 24 horas del acto de inauguración cuando un individuo, cuya identidad no llegué a conocer, presentó quejas ante la alcaldía por la presencia de una bandera inconstitucional en un edificio público. Se refería, naturalmente, a la roja y gualda con el águila de San Juan que se utilizó como símbolo nacional desde 1938 a 1981. Las autoridades municipales, en lugar de explicar al quejumbroso fanático que en museos y exposiciones históricas es perfectamente legal la presencia de cualquier símbolo con motivos didácticos, optaron por manipular la exposición sin contar en absoluto con el autor (para eso sirve el poder) y mandaron quitar la bandera que tanto ofendía al indignado protestón.
Cuando me enteré del atropello y falta de respeto con que se me trataba, mi primer impulso fue cancelar la exposición. Finalmente no lo hice en consideración a los numerosos ciudadanos que acudían a contemplarla. 
La retirada de una de las banderas rompía la neutralidad de la muestra. Para compensar la intromisión de los políticos tuve que retirar también la bandera que se utilizó durante la Segunda República. El nuevo equilibrio tampoco gustó a los ediles socialistas. Finalmente ordenaron la retirada de todas las banderas, incluyendo la constitucional usada en la actualidad.  Todo ello sin cruzar una palabra conmigo.
Así fue como mi exposición sobre alcaldes de Manzanares quedó desbanderada y, en consecuencia, descolorida. Curiosamente la fotografía del general Francisco Franco siguió presidiendo el grupo de alcaldes que actuaron bajo su régimen totalitario. Algo es algo.
La eliminación de las banderas restó color a la exposición, pero no interés. De hecho fue visitada por numeroso público.
Aquella exposición debería estar expuesta con carácter permanente en alguna dependencia del Ayuntamiento como recuerdo y homenaje hacia las personas que tuvieron la responsabilidad de administrar los intereses colectivos de nuestro pueblo. Tal vez algún día las personas cambien y la Historia pase a tener en Manzanares tanto apoyo y consideración como la pintura, la música, o la poesía. Ya sé que no será pronto.




A continuación incluyo copia de mi intervención, previa a la inauguración de la exposición.

EXPOSICIÓN DOCUMENTADA
 
ALCALDES DE MANZANARES 1902-2014
 
Cadí en árabe significa juez. El juez es al qadi, y de la castellanización de dicho término alqadí surge el vocablo alcalde.
Desde 1147, fecha de fundación de la Orden de Calatrava, se aplicó en todas las villas y lugares habitados bajo su control el mismo fuero. En él se disponía que los concejos de sus encomiendas eligieran libremente dos alcaldes añales, uno por el estado noble y otro por el llano, con competencias administrativas y judiciales que incluían la resolución de conflictos vecinales y la aplicación de justicia en primera instancia.
Con la posterior aristocratización de la Orden y su control por parte del rey a partir del siglo XV, el sistema, abierto y democrático en principio, acabó degenerando a causa de la sistemática bancarrota del Estado que llevó a permitir la venta de los cargos de regidores (equivalentes a los actuales concejales). Ello supuso dar paso a la más abyecta corrupción en el ámbito municipal.
A mediados del siglo XVI, los abusos de los poderosos  regidores perpetuos en la mayoría de las villas del reino eran tan escandalosos que llevó a Felipe II a instituir la figura del alcalde mayor. Este cargo, ejercido por abogados de los Reales Consejos nombrados por el monarca, debía acotar los manejos de los poderosos hidalgos de cada localidad y supervisar la actuación equilibrada de los dos alcaldes de estado y de los regidores.
Un nombramiento por solo tres años, el hecho ser forasteros desvinculados de las gentes del lugar y el estar respaldados por la autoridad real, garantizaban su independencia y el buen funcionamiento de la administración pública. Esto era la teoría, pues, hecha la ley también se hizo la trampa. Como la situación económica del país era cada vez más precaria a causa de las incesantes guerras, se abrió la posibilidad de que los concejos pudieran quedar exentos de tener alcalde mayor pagando importantes sumas al tesoro. Obviamente los regidores locales no estaban dispuestos a que les cortasen las alas y se mostraron más que dispuestos a esquilmar los pósitos, o lo que hiciera falta, a fin de conseguir el dinero necesario para librarse de la incómoda figura del alcalde mayor y poder seguir haciendo y deshaciendo a su antojo, otorgando empleos públicos a familiares y paniaguados  o aprovechando los bienes comunales en su propio beneficio.
Durante siglo y medio consiguieron las oligarquías de la villa de Manzanares zafarse del delegado real, aportando a las arcas del Estado importantes sumas que obtenían del pósito y de esquilmar los bienes de propios. Finalmente la llegada de los borbones al trono, tras la guerra de Sucesión, impuso un fuerte centralismo y durante todo el siglo XVIII tuvo Manzanares alcalde mayor, prolongándose esta situación hasta 1828.
Tras la muerte de Fernando VII  desaparecieron los alcaldes mayores y los elegidos por los estados noble y llano. Durante algún tiempo siguió habiendo dos alcaldes, llamados “justicias”, el de primer voto se encargaba de las causas criminales y el de segundo voto de las civiles, los cuales se renovaban anualmente.
Para Manzanares existe constancia documental de que en 1835 ya solo había un alcalde, cargo que ocupaba entonces Matías González-Elipe Camacho (hermano del célebre Francisco, senador y diputado).
La ley 8-I-1845 vino a ratificar un alcalde único para cada villa, con responsabilidades meramente administrativas, despojado de toda competencia judicial y con mandato bianual.
Durante todo el siglo XIX se mantuvo la tensión entre progresistas y conservadores (llamados entonces moderados) en cuanto a la formación de los ayuntamientos. Los progresistas intentaban ampliar el censo de ciudadanos con derecho a voto y dejaban en manos del cuerpo electoral la elección de regidores y alcaldes, buscando la autonomía e independencia de las corporaciones municipales. Por su parte, los conservadores trataban de restringir la libertad municipal, imponiendo un férreo control de las actuaciones municipales por parte del Estado a través de los gobernadores civiles y las Diputaciones Provinciales. Para ello restringían el número de personas con derecho a sufragio, reservándolo a titulados universitarios y mayores contribuyentes de los pueblos.
El rey se reservaba la facultad de designar alcalde en cualquier localidad con más de 6000 habitantes. Obviamente los llamados a ocupar el cargo eran previamente recomendados al gobernador por los caciques locales y la autoridad provincial hacía lo propio con el ministro de la Gobernación.
Los partidos mayoritarios de aquel tiempo partían, en cuanto a la política municipal, de conceptos distintos. Para los liberales el alcalde debía ser el representante del pueblo ante las instituciones superiores, mientras que para los conservadores el alcalde era ante todo el representante del gobierno ante los ciudadanos.
En mi afán por investigar la Historia de Manzanares me planteé realizar un estudio sobre los personajes que en los últimos 150 años ocuparon la alcaldía de nuestro pueblo, con la intención de montar una exposición fotográfica documentada que diera a conocer a las generaciones actuales quiénes habían presidido en el pasado la Corporación Municipal.
Decidí iniciar el estudio desde la expulsión de España de la reina Isabel II, a causa de los escándalos y corruptelas  de la propia familia real y de los gobiernos que respaldaba, llegando hasta el último alcalde de nuestros días con mandato cumplido. Esta elección temporal se fundamentaba en la ilusión de poder encontrar imágenes de aquellos personajes, ya que desde el último cuarto del siglo XIX la técnica fotográfica estaba suficientemente consolidada y en pleno desarrollo. Lamentablemente esto no fue posible ya que de los alcaldes que ejercieron antes de 1900 sólo pude rescatar dos imágenes.  
Así pues, he tenido que limitar la exposición fotográfica a los alcaldes del siglo XX y lo que llevamos del XXI, elaborando el Power Point que visionamos la semana pasada para dar a conocer, al menos, los nombres y datos disponibles sobre los alcaldes que gestionaron el municipio durante la segunda mitad del siglo XIX.
Centrándonos en la exposición que vamos a inaugurar, la información que acompaña a cada fotografía tiene un componente político, que incluye el partido al que representaba, fechas de posesión y cese, y principales realizaciones durante su mandato. Otra parte es mera información biográfica, nombre de los padres, fecha y lugar de nacimiento y defunción, profesión, domicilio habitual y nombre de la esposa e hijos.
Como sabemos, el alcalde es la persona que preside el ayuntamiento. Es el representante del pueblo, pero al mismo tiempo es el delegado del gobierno a nivel local; es la máxima autoridad en el ámbito administrativo y quien se encarga de gestionar los recursos propios, ejecutar las decisiones adoptadas por la Corporación y coordinar con otras administraciones del Estado los servicios que se prestan a los ciudadanos.
El alcalde, como persona pública y con cierto poder, está sometido continuamente a la crítica de sus convecinos; a las alabanzas y adulaciones de sus partidarios, a los ataques y descalificaciones de sus adversarios políticos y, en ocasiones, al navajeo de sus propios compañeros de partido.
Hasta 1985, año en que se publica de Ley Reguladora de Bases del Régimen Local, los alcaldes no se dedicaron con exclusividad a la cosa pública. En consecuencia, aunque tuvieran asignada cierta cantidad para gastos de representación, nunca tuvieron remuneración económica entendida como salario.
¿Qué  motivaciones llevaban entonces a aquellas personas a aceptar la responsabilidad de ocupar la alcaldía? A mi modo de ver variaron según el momento histórico y las circunstancias políticas. No olvidemos que durante mucho tiempo el cargo fue obligatorio. Así pues si alguien era nombrado por el monarca no tenía más remedio que acatar la voluntad real y tratar de no defraudar la confianza que habían depositado en su persona. Lógicamente con anterioridad se habría pulsado la actitud y disponibilidad del individuo antes de hacer la propuesta desde el gobierno civil.
Aparte del compromiso que suponía el nombramiento por parte de la superioridad, imagino que para la mayoría sería un honor el hecho de representar a nivel local al partido en el que militaban, haciendo que prevaleciera la forma de entender la sociedad y los intereses de las organizaciones políticas a las que pertenecían. Intervendría también la propia vanidad de ostentar el cargo y ejercitar el poder que lleva asociado. En otros casos sería el afán de servicio y el amor a la patria chica el que llevaba a las personas a asumir el mandato y la carga que conlleva. En los periodos más democráticos contaría mucho la presión de los propios correligionarios si consideraban que esa persona era la más adecuada para representarlos.
Como ya hemos citado, hasta 1985 no podemos hablar de interés económico, pero a partir de ese momento esta motivación, legítima por supuesto si pretendemos exigir a los alcaldes una dedicación exclusiva , ha sido cada vez más sustanciosa y estimulante, aunque compatible con el impulso ideológico o el espíritu de servicio a la sociedad.
Fueran las que fuesen sus motivaciones, hemos de pensar que todos los personajes que ejercieron el cargo de alcalde de Manzanares a lo largo de la Historia eran hijos de su tiempo, condicionados por las circunstancias políticas, económicas y sociales que les tocó vivir. Cada uno con sus defectos y sus virtudes, influidos o limitados por su propia formación moral e intelectual, quiero creer que todos, desde su particular ideología y forma de entender el mundo que les rodeaba, intentaron hacer por el pueblo lo que creyeron que era mejor para sus convecinos.
Aunque a veces resulte inevitable, cometeríamos un gran error al comparar las actuaciones de unos y otros, pues ejercieron su labor bajo regímenes políticos muy distintos y durante periodos de tiempo diferentes que oscilan desde 1 mes, el que menos, hasta 337 meses, el que más. Su marco de actuación estuvo regulado por leyes dispares y el grado de financiación municipal no tiene nada que ver entre unos tiempos y otros.
Los 45 periodos de alcaldía, comprendidos en los 112 años que abarca la exposición, han estado ocupados por 38 personas diferentes. Muchos de ellos pasaron sin pena ni gloria; en cambio otros dejaron un recuerdo imborrable por las ideas que defendieron, las infraestructuras que lograron consolidar o los servicios de que ahora disfrutamos los manzanareños. Aquí los vamos a recordar a todos.
Para terminar deseo agradecer la colaboración de los alcaldes vivos y el de las familias de los ya desaparecidos al haberme facilitado las fotografías de sus antepasados.
A D. Luís, párroco de Nuestra Señora de la Asunción, y muy especialmente a Javier Infante Tellez por las facilidades otorgadas para consultar el archivo parroquial. Al Sr. Juez de Primera Instancia y funcionario encargado del Registro Civil. A Martín Ochoa García, Manuel Rodríguez Mazarro, Manuel Serrano Amo y  Toñi López de los Mozos, colaboradores excepcionales en la recuperación de algunas fotos. A Vicente Martín-Lara Alañón, de Copigraphic que gentilmente me ha escaneado varias fotografías con la mayor resolución posible. A la directora y trabajadores de esta Biblioteca Municipal por su ayuda en la organización y montaje. A Raquel, técnica informática que ha tratado y ampliado las imágenes, procurando la mejor calidad que permitían los originales. A mi madre, Joaquina García-Moreno Hervás, que a sus 90 años ha confeccionado, con el mismo primor que Mariana Pineda, las banderas que adornan la exposición.
Y como no, a la Concejal de Cultura, Silvia Cebrián, por poner a mi disposición los medios y el espacio para realizarla. Gracias a todos.

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