ARTÍCULOS SOBRE LA HISTORIA DE MANZANARES

5 de abril de 2019

AQUILINO ESTEBAN GARCÍA


LA FORJA DE UN PROFESIONAL DE LA HOSTELERÍA


Aquilino nació el 16 de mayo de 1902 en Baños de Montemayor, localidad cacereña situada en la Vía de la Plata, famosa por sus baños termales de origen romano y sus aguas sulfurosas con propiedades minero-medicinales. Los padres, Gerardo y Águeda, eran humildes labradores y ese parecía ser su destino al finalizar la enseñanza primaria en la aldea, pero a los once años quedó huérfano de padre y tuvo que ganarse el sustento fregando platos en la cocina del balneario. (1) Las entradas y salidas de los clientes, con sus refinados modales y elegante indumentaria,  le hacían intuir otros horizontes que su curiosidad infantil necesitaba explorar. Con solo trece años decidió marchar a Madrid, meca de las oportunidades que acogía ya a muchos de sus paisanos. Lo hizo de la mano de un cocinero que venía de la capital para trabajar en el restaurante del establecimiento durante el verano.
Llegado a la gran urbe entró a trabajar como pinche en el exclusivo Club de Golf de Puerta de Hierro, realizando trabajos elementales de limpieza de menaje y vajilla, encendido de fogones, etc.. El salario era escaso, pero al menos tenía garantizada la comida y el alojamiento. Rodeado de profesionales, iba aprendiendo algunos detalles del oficio a base de verlos elaborar sus distintas especialidades. Por su seriedad e inteligencia fue ganándose la confianza del personal más veterano, de modo que le encomendaban algunas tareas auxiliares, introduciéndolo poco a poco en las técnicas básicas de la preparación de los alimentos.
No debió ver claro su futuro en aquella institución, pues, con sus dieciséis  años recién estrenados, pasó como pinche a la casa de comidas “Botín” de la calle Cuchilleros, un negocio familiar gestionado por Emilio González y su esposa Amparo Martín, con ayuda de sus tres hijos. Aquilino aprendió allí muchos secretos de la cocina castellana, especialmente la preparación de los exquisitos asados en los que estaban especializados.
Buscando mejorar sus expectativas, en 1918 pudo entrar como auxiliar de cocina en el Nuevo Club de la calle Alcalá, un espacio de acceso reservado, decorado al estilo inglés, donde se reunían personas de la alta sociedad madrileña, empresarios y comerciantes extranjeros. En ese elegante ambiente no solo aprendió a preparar algunos platos típicos de la cocina anglosajona e internacional, como los consomés al estilo francés o el famoso roast beef, sino que adquirió los modales más refinados en el servicio y un don de gentes que le acompañaría durante toda su vida.
A través de las amistades y contactos que estableció en el Nuevo Club  consiguió ser contratado en el lujoso Hotel Palace. El Palace fue construido en 1912 por el empresario de origen belga George Marquet por sugerencia personal de Alfonso XIII. El rey deseaba dotar a Madrid de un establecimiento de la máxima categoría que pudiera competir con los mejores del mundo. Con sus 400 habitaciones fue en su momento el hotel más grande de Europa, disponiendo en aquellas fechas de teléfono e inodoro en cada una de ellas.
Las cocinas de aquel lujoso establecimiento eran una auténtica universidad, por la diversidad y exquisitez de sus platos, destinados a los más exigentes paladares de actores, escritores, toreros, aristócratas y personajes de talla internacional. Allí completó Aquilino sus conocimientos alcanzando la madurez profesional.
Contaba ya veinte años y una moderada experiencia cuando entró, ya con categoría de cocinero, en la Taberna de Valentín. Se trataba de un conocido restaurante, situado en la calle San Alberto, donde solían congregarse los jugadores de pelota vasca y cesta punta cuando estos deportes se pusieron de moda en la capital de España. El local era  propiedad de Valentín Fernández García,  empresario de origen asturiano que participaba en política como concejal por el partido “albista”. Aquilino conoció allí a Concha Fernández Fernández, sobrina del dueño, y surgió el amor entre ambos jóvenes. A pesar de la oposición de la familia de la novia, contrajeron matrimonio el 12 de febrero de 1925; él tenía veintitrés años y ella diecinueve. (2)


Obligados a abandonar la taberna de Valentín, que nunca aceptó que su sobrina se casara con un simple cocinero, la pareja trabajó en varios restaurantes hasta que se presentó su mejor oportunidad.
Aquilino tenía buena relación con Lorenzo García Barba, otro extremeño que trabajaba como barman en “Pidoux”, el bar americano más elegante de Madrid, situado en la recién estrenada Gran Vía. Ambos amigos se quedaron con la explotación del “Cock”, un club especializado en cócteles, con mobiliario y decoración al más genuino estilo inglés, que Emilio Saracho había abierto en la calle de la Reina.
Aquilino, como chef de la cocina, creó el concepto de tapa elaborada y gratuita, entendida como aperitivo estimulante, cuyo objetivo era retener a la clientela e inducirles a repetir bebida.  Gracias a la profesionalidad de Lorenzo y a los guisos de Aquilino, capaz de conquistar al personal con unas simples sopas de ajo, la fama del Cock alcanzó cotas extraordinarias, atrayendo a la clientela más sibarita de la ciudad.
Aquellos fueron buenos tiempos para Aquilino; al reconocimiento profesional se unió el nacimiento de su única hija, ocurrido el 20 de mayo de 1927, bautizada con el nombre de María de la Concepción al igual que su madre. (3)
Aunque su trabajo en el Cock iba bien, sus deseos de superación le llevaron a quedarse con la concesión del restaurante en el complejo recreativo “Playa de Madrid” para las temporadas de verano de 1933 y 1934. Tampoco rechazó la oferta de dar comidas en el Círculo de Bellas Artes. A pesar de la inestimable ayuda de Concha, que siempre le respaldó y animó en todas sus iniciativas, tuvo que contratar cocineros y camareros para atender todos los compromisos. Por si ello fuera poco, organizaba desfiles de moda y fiestas al aire libre en la playa artificial logrando atraer numeroso público a las nuevas instalaciones.
Con tantas responsabilidades la pareja apenas podía atender a su hija. Además, resultaba difícil desempeñar el trabajo en el Cock y controlar debidamente los otros negocios. La temporada de 1934 había agotado sus fuerzas y los resultados económicos no eran los esperados.
Su destino dio un giro absoluto cuando conoció a don Enrique Cavestany y de Anduaga, administrador de Edificios del Patronato Nacional de Turismo. El cocinero del Albergue de Manzanares (Ciudad Real) se había marchado y resultaba difícil encontrar un profesional que quisiera trasladarse a una zona rural. (4) El Sr. Cavestani pidió a Aquilino, como favor personal, hacerse cargo de la cocina del Albergue durante un par de semanas hasta que pudiera buscar un sustituto.
Aquilino llegó a La Mancha por compromiso, para unas pocas semanas, pero encontró en Manzanares la paz y el sosiego que necesitaba. De acuerdo con su esposa, decidieron cancelar todos los compromisos y trasladarse definitivamente al pueblo. El contrato, firmado el 2 de noviembre de 1934, establecía su jornada en ocho horas diarias, un salario de 15 pesetas y derecho a alojamiento y manutención. Concha se incorporó también al personal del Albergue como camarera de habitaciones.
La cocina del Albergue cambió por completo tras la llegada de Aquilino. Introdujo el concepto de entremeses, previos a la comida principal, elaborando menús  más atrayentes y suculentos. Al tiempo, Concha atendía y mimaba con especial cariño a los chóferes. Pronto se extendió entre los conductores el trato afectuoso que se les proporcionaba en Manzanares, y éstos influían en sus “señores” para detenerse en aquel Albergue perdido en la llanura que, poco a poco, fue incrementando su fama y clientela.
De los muchos personajes que pasaron por el Albergue en aquella época cabe citar al Presidente de la República, D. Niceto Alcalá Zamora, quien se detuvo a comer el 15 de octubre de 1935 durante el viaje desde Priego de Córdoba, su ciudad natal, a Madrid. Quedó tan satisfecho que pidió saludar a Aquilino, felicitándolo efusivamente por su trabajo con aquel gracejo andaluz que le caracterizaba.
  
Albergue de Turismo de Manzanares. Año 1937.

Cuando estalló la guerra quedó interrumpida la actividad normal del Albergue. En el recinto se estableció un grupo de milicianos con la misión de controlar el paso de vehículos por la carretera Nacional. Inmediatamente se hizo cargo del establecimiento la Comisión de Industria y Comercio del Frente Popular bajo la responsabilidad del socialista Juan José Valle Maeso.
Comenzaron a llegar a Manzanares refugiados y heridos de Madrid y Andalucía. Las autoridades del Frente Popular pidieron a Aquilino que hiciera las comidas en el comedor colectivo improvisado en el antiguo cuartel de la Guardia Civil. Durante unos meses sus ayudantes fueron los jóvenes Pasionistas que lograron sobrevivir al primer atentado contra los miembros de la comunidad de Daimiel.
Sintiéndose amenazado, el administrador del Albergue, Melquiades Fernández Carriles, se marchó a Madrid sin comunicar su decisión al resto del personal. Por orden del Patronato Nacional de Turismo, el 7 de octubre de 1936 se nombraba a Aquilino administrador accidental, suspendiendo la explotación y reduciendo la actividad a tareas de mantenimiento. Concha tuvo la precaución de guardar la vajilla de plata y demás objetos de valor para evitar cualquier sustracción.


Aunque el Albergue estaba oficialmente cerrado al público, la actividad nunca se detuvo. Las necesidades de la guerra se impusieron y los responsables del Frente Popular autorizaron el alojamiento de varios profesores del Instituto de Segunda Enseñanza con sus familias.  Entre ellos D. José Pereda Pérez, profesor de Matemáticas, y D. Félix Oruz Mata, profesor de Geografía.
Aquilino asumió la responsabilidad de mantener al propio personal y a las personas allí alojadas. Durante un tiempo el suministro de alimentos lo realizó la Colectividad Mixta de Campesinos, pero cuando escasearon los víveres no dudó en desplazarse  a los pueblos cercanos para buscar legumbres, carne o jabón. Una de las empleadas más decididas criaba en el recinto algunos conejos y gallinas que permitieron sortear los peores momentos. (5)
En julio de 1937 se instaló en el Albergue la “Inspección Sur”, órgano de coordinación de los Cuerpos de Ejército que operaban en la parte occidental de Andalucía y Extremadura, bajo el mando del general D. Carlos Bernal García. Se convirtió en la posición “Chamberí” y varios autobuses cargados con teletipos ocuparon el patio. La presencia de los militares sirvió para garantizar el abastecimiento que, a partir de ese momento, corrió a cargo del Servicio de Intendencia.
El propio general Miaja viajó con frecuencia a Manzanares a mediados de 1938 para la reorganización del dispositivo de defensa de la zona suroeste.  Durante su estancia en el Albergue, llamado ahora en clave “Posición Pekín”, trabó buena amistad con el jefe de cocina y tuvo ocasión de degustar algunas de sus especialidades. Cuando Aquilino fue movilizado, D. José lo tomó a su servicio como cocinero personal y se lo llevó con él a Torrente donde instaló su Cuartel General. (6) 

 Cocinando para los generales y jefes del ejército Popular ayudado por “Monterilla”, ordenanza de Miaja.

Al acabar la guerra Aquilino no quiso acompañar al general en su exilio. Cayó prisionero y estuvo detenido algún tiempo en la Plaza de Toros de Valencia hasta que lo liberaron y pudo volver a su puesto en Manzanares. Concha se apresuró a quemar los carnés que acreditaban la militancia en el Partido Socialista y su antigua pertenencia al Sindicato de Cocineros “Los Gorros Blancos” de Madrid.
Era preciso adaptarse a las circunstancias. Cortando partes de una bandera republicana, los empleados improvisaron una bandera “nacional” para saludar a las tropas de la IV División Navarra que ocupó el pueblo. Sus jefes se alojaron durante unos días en el Albergue haciendo estragos en los vinos de la bodega, cuidadosamente respetados durante toda la guerra.
Al regresar el administrador Sr. Carriles, Concha Fernández entregó todos los objetos de valor, sin que faltara absolutamente nada. El comportamiento del personal del Albergue había sido ejemplar, quedando demostrada su fidelidad y honestidad.
Por fortuna para Aquilino, el Patronato de Turismo le encomendó la reorganización del Albergue de Aranda del Duero y pudo pasar desapercibido en los peores momentos de la represión.
Fueron años de plomo en los que imperaba el terror, especialmente duros por la presencia de los miembros del Tribunal Militar que comentaban abiertamente en el comedor los nombres de quienes iban a ser condenados a muerte al día siguiente.
En agosto de 1943 se recrudeció la persecución de ciudadanos considerados tibios con el Movimiento Nacional. En Manzanares se detuvo a cuarenta y tres personas con la intención de intimidar a los posibles desafectos. Entre ellos estaba Aquilino Esteban. El jefe de Milicias de Falange le acusaba, sin ninguna prueba, de recibir armas a través del servicio que habían organizado los ingleses desde Gibraltar para abastecer a su embajada en Madrid. Las ambulancias utilizadas para el transporte hacían parada en el Albergue y eso debió levantar las sospechas de los desconfiados centuriones de la dictadura.
Aquilino y Concha posando ante una de las ambulancias inglesas

Finalmente todos los detenidos fueron liberados tras pasar 63 días en la prisión de Ciudad Real. Cuando el embajador inglés, Sir Samuel Hoare, tuvo conocimiento de las falsas acusaciones contra Aquilino, le invitó a tomar el té en su residencia, ofreciéndole trabajo en Inglaterra si deseaba salir del país.
Poco a poco las carencias de posguerra se fueron superando. La economía mejoró durante la década de los cincuenta y se fue normalizando la vida para quienes no oponían resistencia activa al nuevo régimen. Las agencias de turismo comenzaron a funcionar y el número de viajeros se incrementó. La cocina del Albergue tuvo que ampliarse y llegaron cocineros de refuerzo junto a numerosos aprendices que trabajaban bajo la atenta mirada del jefe de cocina.
En fechas señaladas, como Semana Santa, llegaban a dar hasta 200 comidas diarias, teniendo que servir por turnos ante la limitación de espacio en el comedor.

Aquilino con sus tres colaboradores: Luís Benavides Monje, José Serrano y Francisco Buitrago. 

Por el Albergue pasaron innumerables personajes de relieve que fueron atendidos por la cocina de Aquilino; aristócratas, políticos, obispos, toreros, artistas… Incluso el general Franco se detuvo en varias ocasiones, aunque, al principio, no permitían a nadie manipular  su comida.
La única hija de Aquilino se había casado en Madrid y tuvo la desgracia de quedar viuda muy joven con dos hijos pequeños. Los padres decidieron entonces pedir la jubilación anticipada para estar al lado de Conchita y poder prestarle la ayuda que necesitaba en aquellos difíciles momentos. En 1968 terminaron para Aquilino y Concha treinta y cuatro años de servicios en el Albergue de Carretera de Manzanares. Dejaron al marchar un recuerdo imborrable entre sus compañeros, constituyendo un ejemplo de seriedad y gusto por el trabajo bien hecho.  



Personal del Albergue de Manzanares rodeando al actor
Luís González Abad “Luisillo”

La Dirección General de Empresas y Actividades Turísticas supo aprovechar la gran experiencia de Aquilino. Una vez en Madrid, le nombraron Asesor de Cocina de Servicios de Establecimientos Turísticos del Estado, cargo que exigía viajar a distintos establecimientos de la red a fin de resolver cualquier problema que plantearan sus jefes de cocina. En algunos Albergues, como los de La Bañeza o Puebla de Sanabria, funcionaban Escuelas de Turismo, Cocina y Hostelería. Durante sus visitas, Aquilino aprovechaba para impartir algunas clases magistrales a los jóvenes aprendices.
Otra de sus funciones  fue la de inspeccionar los servicios de restauración del Club Internacional de Prensa, cuando tenía su sede en la calle Pinar 5.
En agosto de 1970 fue designado Inspector de los Servicios de Restaurante del Palacio Nacional de Congresos y Exposiciones del Ministerio de Información y Turismo, cuyas instalaciones contaban con tres grandes cocinas donde trabajaban dieciocho cocineros. 
Aquilino estuvo siempre acompañado y aconsejado por su esposa en cuantos trabajos y negocios emprendió. Lo compartieron todo y recibieron conjuntamente la medalla del Mérito al Trabajo, entregada personalmente por D. Manuel Fraga Iribarne.
Tras una dilatada vida profesional al servicio del Patronato Nacional de Turismo, aquel maestro de la gastronomía falleció el 10 de junio de 1977 a causa de la insuficiencia cardiaca que venía padeciendo durante bastante tiempo. Su esposa Concha le sobrevivió nueve años más.
Esta es la pequeña historia de un hombre hecho a sí mismo, que, viniendo de abajo, alcanzó las máximas cotas en su oficio a base de sacrificio y superación personal. Un profesional con gran mundología y marcado sentido de la responsabilidad que marcó un estilo propio dentro de la restauración, dejando una huella inolvidable en alumnos y compañeros. Sirva este trabajo como homenaje a su memoria.


Aquilino y Concha en sus años de jubilados

NOTAS
1.- Gerardo y Águeda tuvieron cuatro hijos. Dos de ellos murieron siendo niños. Aurelio, hermano menor de Aquilino también marchó a Madrid y trabajó como pastelero en el Hotel Ritz. Falleció a los 23 años de edad a causa de la tuberculosis.
2.- Concha Fernández nació el 23 de abril de 1905 en el Valle de Carranza (Vizcaya). Marchó a Madrid a casa de su tía Vicenta, casada con Valentín Fernández. Trabajaba como “chica para todo” en el restaurante que sus tíos tenían en la calle San Alberto. Falleció en Madrid el año 1986.
3.- La confección de este artículo sobre la trayectoria profesional de Aquilino ha sido posible gracias a la magnífica memoria que su hija, Concha Esteban Fernández, mantiene a los 92 años de edad. Las preciosas fotografías que contiene proceden también de su archivo particular.
4.-    El Albergue Nacional de carretera de Manzanares se había inaugurado el 12 de marzo de 1931. Era el primero de los doce establecimientos gemelos planificados en 1928 por el Patronato Nacional de Turismo dirigido por el Conde de Cimera.
5.- Se trataba de Emilia Urtiaga, una eficiente pinche, natural de Alhambra.
6.- Durante la ausencia de su esposo, Concha Fernández se ocupó de la cocina, ayudada en muchas ocasiones por la camarera Antonia Laguna.
Aunque resulta difícil de demostrar, Concha Esteban afirma que en el Albergue se celebraron algunas reuniones entre Miaja y jefes militares del bando franquista para negociar una posible rendición.
       

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