La
Guerra Civil Española acababa de estallar y, por toda España, grupos de
militares, guardias civiles y ciudadanos con ideas políticas contrarias a la
República se alzaban contra el gobierno legítimo.
En
1936, Asturias era una zona clave para la industria española. Los sindicatos de
clase eran muy potentes debido al elevado número de obreros que poblaban las
cuencas mineras de Gijón y Oviedo. En esta última ciudad, la sublevación fue un
éxito. Unos 4.000 hombres se rebelaron y consiguieron trazar una eficiente
línea defensiva que aseguraba el alzamiento en la capital asturiana. En Gijón
la situación era totalmente contraria. Apenas 600 hombres se sumaron al
alzamiento. El 19 de julio una compañía de tropas en rebeldía intentó dominar
Oviedo aprovechando el factor sorpresa, pero oficiales leales a la República
habían alertado del golpe a las milicias republicanas y a los sindicatos,
especialmente a la CNT que contaba con mucha fuerza en Asturias. Los sublevados
fueron incapaces de hacerse con el control de la ciudad dada su gran
inferioridad numérica, teniendo que refugiarse en los cuarteles de donde
procedían; el de Zapadores, situado en la zona de El Coto, actual biblioteca; y
el de Simancas, actual colegio "La Inmaculada". Las milicias
republicanas pusieron, de inmediato, sitio a ambos recintos.
Unos
180 hombres se refugiaron en el cuartel de Zapadores mientras que el resto lo
hizo en el de Simancas. Este último estaba diseñado como colegio, por lo que
sus condiciones para la defensa no eran las más idóneas. Aunque los milicianos
eran muy superiores en número su armamento era precario e insuficiente, por ello
recurrieron a utilizar como arma los cartuchos de dinamita que manejaban con
soltura en las explotaciones de carbón.
Las
fuerzas republicanas centraron sus esfuerzos en acabar con los rebeldes de
Gijón, para luego centrarse en liberar Oviedo. Esto hizo que varios miles de
milicianos acosaran con gran determinación los dos cuarteles gijoneses. Los
primeros ataques sucedieron los días 22, 23 y 24 de julio, siendo repelidos por
los sublevados sin mucha dificultad, dada su innegable superioridad táctica.
La
violencia de las explosiones iba demoliendo sistemáticamente los edificios que
presentaban resistencia. A los 15 días, los alimentos empezaron a escasear
alarmantemente y los sitiados se vieron obligados a hacer expediciones
nocturnas para abastecerse. A pesar del
castigo recibido los sublevados no se rendían, esperando ser liberados por una
columna que presuntamente acudiría desde Galicia. La orden del coronel Antonio
Pinilla, a cargo de las tropas sitiadas, era clara: "resistir hasta
morir".
En
un principio, los ataques se centraron sobre el cuartel de Simancas que era el
mejor defendido con ametralladoras y un buen número de morteros, pero el 2 de
agosto el objetivo principal cambió y los republicanos comenzaron a
intensificar el fuego sobre Zapadores. El lanzamiento de cartuchos de dinamita
y cañonazos fueron constantes durante los días siguientes. Los sitiados apenas
podían dormir ni comer, tratando de defender su posición a toda costa. Tras dos
semanas de resistencia, el 16 de febrero cayó el cuartel de Zapadores, no sin
antes repeler a bayoneta un último ataque por el interior de las ruinas.
Las
fuerzas leales al gobierno instaron entonces a los sitiados en Simancas a
deponer las armas e intentaron convencerlos de que el alzamiento había
fracasado en España. Además, se llevó a algunos familiares de los rebeldes
cerca del cuartel amenazando con ejecutarles si no se rendían. A pesar de todo
continuó la lucha. A partir del día 19 comenzaron las hostilidades para llevar
a cabo el asalto final. Todos los cañones disponibles disparaban sobre
Simancas. El día 20 la fachada no era más que un amasijo de ruinas y los
aviones republicanos lanzaban bombas sin cesar. Un camión blindado se empotró
contra la puerta y miles de milicianos aguardaron con ansia el asalto final.
Los
sitiados, exhaustos tras un mes de lucha, habían perdido toda esperanza de
ayuda, pero seguían resistiendo. El día
21 se produjo el asalto definitivo. Desde primera hora la lluvia de proyectiles
sobre el cuartel produjo derrumbamientos e incendios en lo que quedaba del
edificio. La presión republicana y el fuego desatado en los pisos superiores
forzaron a los defensores a ir descendiendo pisos. Tras varias horas de
continuo bombardeo, con un Simancas sembrado de cadáveres, los oficiales
rebeldes tomaron una decisión desesperada. Planeaban hacer una salida en masa y
abrirse paso por las calles de Gijón con el propósito de llegar a Oviedo. Antes
quemaron todas las armas prescindibles y formaron en el patio los 200 hombres
que quedaban en condiciones de caminar. En el mismo instante en que unos
organizaban la salida desesperada, los republicanos asaltaron el cuartel penetrando
cientos de ellos directamente al patio. Los sitiados se defendieron como
pudieron, pero murió la mayor parte, incluido el coronel Pinilla. Tras
encarnizados combates las fuerzas leales a la República se hicieron finalmente
con el control de Gijón.
Entre
los atacantes de los cuarteles de Gijón había un manzanareño. Se trataba de Raimundo
Alcarazo Bustos, hijo de Raimundo Alcarazo Albandea y de Isabel Bustos Herrera.
Nació el 27 de octubre de 1907. Como Guardia de Asalto de la plantilla de Gijón
había arriesgado la vida tratando de sofocar la rebelión militar en la ciudad donde
estaba destinado, cumpliendo puntualmente con su juramento de defender a la
República.
Aunque
tuvieron éxito en Gijón, las fuerzas republicanas no consiguieron reconquistar
Oviedo. Tras quince meses de lucha, las armas rebeldes se impusieron con la
toma de Santander, logrando aislar el norte del resto de la zona leal. Haciendo
alarde de una gran superioridad armamentística, especialmente aviación, el 21
de octubre de 1937 entraban en Gijón varias divisiones navarras. Inmediatamente
comenzó una implacable represión. Como muchos de sus compañeros, Raimundo
Alcarazo fue detenido. En Consejo de Guerra sumarísimo, celebrado el lunes 8 de
noviembre de 1937, era condenado a muerte. Para nada se consideró la atenuante
de obediencia debida. Al día siguiente, 9 de noviembre, era fusilado sin más
contemplaciones. Tenía 30 años recién cumplidos.
FUENTES
Grandes
batallas de la Historia. www.batalladeguerra.com
LARUELO
ROA, Marcelino. La libertad es un bien muy preciado. Consejos de guerra
celebrados en Gijón y Camposancos por el Ejército Nacionalista al ocupar
Asturias en 1937. Año 1999.
Registro
Civil de Manzanares. Libros de registro de nacimientos nº 29, página 109 v.
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