Publicado el año 2003
El asalto y asesinato de
enfermos del hospital francés que el general
Pierre Dupont estableció en Manzanares en mayo de 1808, durante su
campaña de penetración hacia Cádiz, es un
asunto controvertido, con numerosos puntos oscuros, que los
historiadores todavía no hemos conseguido aclarar en su totalidad.
Gracias
a los dos partes enviados el día 28 de mayo por
Dupont desde Manzanares a su Cuartel General de
Madrid, sabemos con certeza el número de soldados
que ingresaron en el hospital militar habilitado en el antiguo convento de
Carmelitas Descalzos. En un primer comunicado, dirigido al mariscal Joachim Murat, afirma: He
hecho establecer un hospital en Manzanares,
en donde quedará un centenar de hombres heridos o ligeramente enfermos. En
el segundo informe, despachado para el general Auguste- Daniel Belliard, Jefe
del Estado Mayor, ratifica: Ha sido preciso
crear un hospital en Manzanares para una centena de enfermos. (1)
General de División Pierre
Dupont de L´Etang
(Chabanais, Angoumois,
1765-París, 1840)
Las tropas del cuerpo
expedicionario galo prosiguieron
inmediatamente su avance hacia el sur, logrando llegar hasta Córdoba
tras breves combates en el desfiladero de Despeñaperros y puente de Alcolea. El Manuscrito de la Parroquia de la Merced, nos indica
que, alejados temporalmente los franceses de nuestro pueblo, comenzaron a
difundirse proclamas y llamamientos
patrióticos procedentes de Valencia y Murcia, excitando al paisanaje a armarse
y organizar la resistencia contra el
invasor. (2)
En
junio de 1808, los campesinos manzanareños, así como los numerosos
jornaleros que acudían habitualmente de
otros pueblos a trabajar en las faenas de siega, se encontraban en plena
recolección de cereales cuando el domingo 5 de junio por la tarde, un nuevo contingente de tropas francesas
llegó a la villa por el Camino Real de Madrid. Se trataba de unos
500 cazadores a caballo bajo el mando del general de brigada Louis
Liger-Belair, cuya misión era la de incorporarse como refuerzo a la 1a
división de Dupont.
No
parece probable que el número de enfermos del hospital se
incrementara en forma notable con la llegada de estas tropas, y, si hubo algún
ingreso, pudo compensarse sobradamente con las altas de los ya curados. (3)
El
regimiento de Liger-Belair salió de Manzanares a las seis de la mañana
del lunes 6 de junio y se vio detenido en Valdepeñas, cuyos habitantes cortaron
el paso con barricadas y cuerdas tendidas en
las calles, impidiendo que la fuerza atravesara la población. La caballería
francesa pudo flanquear perfectamente
la villa vecina y proseguir su camino, pero
en vista de la actitud hostil y desafiante del vecindario decidió vencer la resistencia
y pasar a viva fuerza, entablándose un feroz combate
que ocasionó numerosos muertos y heridos en ambas partes.
Algunos valdepeñeros
iletrados han venido reprochando a los
manzanareños el hecho de que no acudieran
nuestros antepasados a apoyar su plante ante los franceses. Lo cierto es
que cuando uno de sus emisarios logró llegar a media mañana a Manzanares pidiendo ayuda, encontró a los segadores concentrados
en la plaza a la espera de
acontecimientos. Informados de los combates que se libraban en
Valdepeñas se conmovió todo el pueblo y las campanas tocaron a rebato logrando concentrar unos 2.000 hombres, armados cada uno con los instrumentos que pudo procurarse:
hoces, horcas, hachas, navajas y escopetas, dispuestos a acudir en apoyo de la
villa vecina. Según los autores del manuscrito de la Merced, en el primer impulso
y tratando de armarse con más ventaja, van todos al hospital militar, y
no creyendo pudiese la guardia tener la osadía de resistirlos, se presentan
desarmados, se intima entreguen sus fusiles y los de los enfermos;
pero imprudente la guardia dispara sobre el paisanaje; y algunos enfermos desde
las ventanas tratan de ofender y sostenerse: entonces faltó la tolerancia, y rompiendo por todo estorbo, sin temor de
balas ni bayonetas, unos paisanos desarmados y ofendidos atropellan cuanto encuentran, y se
verificó una escena de sangre muy difícil de explicar, muriendo en la confusión algunos infelices que por la enfermedad estaban incapaces de pelear y de huir. (4) Este
relato presenta evidentes signos de
parcialidad. Los atacantes, que no iban desarmados sino mal armados, no
podían esperar que los soldados que
estuvieran en ese momento con servicio de guardia accediesen tranquilamente a entregar el armamento a unos civiles exaltados
vulnerando las más elementales normas de disciplina militar. Se alude a una supuesta actitud imprudente de la
guardia, pero en realidad los soldados cumplieron
con su deber cerrando las puertas del recinto para impedir el acceso a
los asaltantes. Resulta difícil creer que los soldados franceses disparasen
contra los españoles, salvo que lo hicieran
al aire con intención de intimidar. En caso contrario se habrían
producido necesariamente muertos; bajas que
hubieran tenido que ser recogidas en los libros de defunciones del Archivo
Parroquial. La no existencia de víctimas entre los asaltantes es una prueba bastante concluyente de que la reducida
guardia sencillamente no se atrevió a enfrentarse con aquella marea humana,
instigada y animada por los propios frailes Carmelitas, irritados por haber
sido desalojados de su casa conventual. Los aterrorizados franceses, incapaces de calibrar el alcance del asalto, no
imaginaron lo que se les venía encima. En
caso contrario hubieran vendido sus vidas mucho más caras. Violentadas
las puertas del edificio, las turbas no se limitaron a coger el armamento.
Algunos desalmados se lanzaron a una desenfrenada orgía de sangre matando y
mutilando salvajemente a los enfermos indefensos.
Aquellos terribles sucesos, tan trágicos como imprevisibles, espantaron
a muchos patriotas, desvirtuaron el propósito inicial y ya nadie acudió en
auxilio de los valdepeñeros.
¿Quienes
cometieron los asesinatos de los enfermos haciendo gala de un
sadismo y perversidad indescriptibles? ¿Cuántas víctimas se produjeron entre los
enfermos franceses? ¿Cuánto tiempo duró la carnicería? Estas preguntas aun
están sin aclarar.
Salvo
a algunos seres analfabetos o inconscientes, a ningún nativo sensato se
le escapaba la gravedad de aquellos hechos y las represalias que inevitablemente
sufriría la población. Por ello es creíble la hipótesis de que las mayores
atrocidades corrieron a cargo de segadores forasteros que, sin temor a sufrir
en sus haciendas o familias el rigor de la venganza, estaban dispuestos a la
masacre sin miramientos ni freno. No obstante, resulta evidente la
participación de algunos manzanareños en los asesinatos, como lo prueba la
criminal jactancia del mozo de la posada donde se alojó D. Antonio Alcalá
Galiano y su madre. (5)
En
cuanto al número de asesinados, el manuscrito de la Merced, indica que solamente
murieron en la confusión algunos infelices que por la enfermedad estaban
incapaces de pelear y de huir; no fue posible al pronto evitar estas desgracias, pero al segundo momento,
dando lugar la ira a la compasión,
fueron puestos en seguro los demás y asistidos y curados con humanidad. ¿Resulta
creíble esta versión o están los autores
intentando minimizar la tragedia? Desde luego no concuerda en absoluto
con la versión que le contaron al capitán Francois, quien escribió: Los
habitantes de la ciudad, reunidos a los de los pueblos vecinos llegaron al
hospital, en donde se encontraban los enfermos, a los que
degollaron y cortaron en pedazos; un español
de esa ciudad me dijo que un oficial que allí se encontraba había sido
conducido a la plaza Mayor, allí fue torturado, cortado en pedazos y arrojado a
los cerdos; que los soldados menos enfermos habían sido lapidados, cortados en
trozos y esparcidos por los caminos... (6)
¿Es posible que todo ese
proceso sangriento, que tardaría varias horas en consumarse, tuviera lugar sin que ninguna autoridad civil o eclesiástica
interviniera? Si así ocurrieron los
hechos, con la complicidad por acción u omisión de los manzanareños, la
villa se hubiera hecho merecedora de un castigo ejemplar.
En la mañana del día siguiente al asalto al hospital, llegó a
Manzanares el general Claude Roize con una pequeña escolta de sesenta hombres. Ante el temor por las represalias que
pudieran sobrevenir, las autoridades manzanareñas se apresuraron a
salir a su encuentro dándole todo tipo de explicaciones y justificaciones sobre
los graves acontecimientos ocurridos. Dada
la escasa fuerza con la que contaba el general y la creciente inestabilidad de la zona, Roize prometió que nada sucedería
al pueblo si conservaba la tranquilidad. Habló con las autoridades y con
los supervivientes del hospital, quienes le pusieron al tanto de lo sucedido,
asegurándole que sin la oportuna intervención
de algunos sacerdotes ninguno se hubiera salvado. En el informe que
inmediatamente envió Roize al general Belliart, suponemos que después de contrastar los hechos, habla de una docena de
muertos y no aporta ningún dato morboso. (7)
En el resto de los detalles coincide totalmente con lo
manifestado en el manuscrito de la Merced.
A las siete de
la tarde de ese mismo día regresaron a Manzanares las maltrechas tropas de
caballería que habían combatido en
Valdepeñas. El general Liger Belair, como más antiguo, tomó el mando de
los 800 hombres que pudo reunir, entre caballería e infantería, los cuales
permanecieron durante ocho días en la villa. En este tiempo el general en jefe
debió informarse ampliamente de los acontecimientos ocurridos en el hospital
militar. Aceptó como bueno el informe de Roize y curiosamente quedó tan
persuadido de la escasa responsabilidad de los manzanareños en los terribles
sucesos que nunca permitió represalias o venganzas contra la población. Por otra parte es lógico suponer que los generales franceses, de acuerdo con las
autoridades civiles, ordenaran que se diera sepultura a los restos de sus compatriotas, tanto por razones
humanitarias, como sanitarias, e incluso estratégicas. La presencia de
restos humanos en descomposición bajo la canícula
de junio suponía un serio riesgo de infecciones y un motivo de
desmoralización para los soldados que pudieran contemplar tan horrible escena.
La confusión sobre los acontecimientos
ocurridos en el hospital francés de
Manzanares surge en parte de las
discrepancias entre escritores españoles y franceses, pero
fundamentalmente de las importantes contradicciones entre las memorias
particulares escritas a posteriori por algunos oficiales franceses y los documentos
oficiales generados por sus propios mandos superiores.
Concretamente
el teniente Maurice de Tascher, que llega a Manzanares con la caballería de Liger-Belair
al día siguiente de los hechos, escribe en su diario: Nos hemos replegado
hacia Manzanares. Allí, los furiosos de dos
ciudades vecinas, junto a algunos canallas de los alrededores, se han
precipitado sobre el hospital y han
degollado o mutilado a todos los enfermos, y se han apoderado de 200
fusiles franceses. El oficial de infantería que mandaba el hospital ha sido
descuartizado y echado a una caldera... (8)
General de Brigada Louis Liger-Belair
¿Quién lleva
razón, los generales en sus informes oficiales,
que hablan de un centenar de enfermos y una docena de asesinados, o el
joven teniente que indirectamente supone 200 enfermos, todos masacrados?
Sintiéndose aislados y mal
pertrechados, los franceses decidieron
evacuar Manzanares el día 14 de junio,
retirándose hacia Madridejos. Quedó pues el pueblo libre de invasores hasta el 21 del mismo mes en que volvió a ser
ocupado por la división del general Dominique-Honoré Vedel. Con estas
tropas llegó el soldado furriel Louis Philipe Gille, de sólo 20 años, quien
también escribió sobre el tema del hospital.
Cuenta en sus memorias como las
autoridades locales volvieron a salir al encuentro de la poderosa
unidad francesa. Tratando una vez más de evitar las posibles represalias,
aseguraban que los habitantes de la villa no
habían participado en el crimen y atribuían la responsabilidad a los
campesinos forasteros y a los monjes que los guiaban. Luego relata el mismo autor su visita al hospital en
los siguientes términos: Las puertas, rotas a hachazos, no habían sido
todavía reparadas; las camas, los muros estaban aun manchados de sangre de
nuestros desgraciados camaradas. Bajé a los
patios y al huerto: allí me sobrecogió el espectáculo más espantoso que jamás
había visto. Unos cincuenta cadáveres, que todavía no se habían podido enterrar,
nos permitieron juzgar la barbarie de
estos cobardes asesinos. Unos habían
muerto a golpes, otros tenían la cabeza partida a hachazos y varios de
ellos, con refinada crueldad, habían sido arrojados vivos en calderas de
aceite hirviendo. (9)
¿Eran aquellos restos que
supuestamente contempló Gille los de los enfermos del hospital? ¿Es posible que
transcurridos quince días, ocho bajo dominio francés, hubiera todavía cincuenta cuerpos insepultos pudriéndose
al sol? ¿Fueron tan ineptos los generales Roize y LigerBelair que no
comprobaron el verdadero número de víctimas ni ordenaron su sepultura?
Demasiados interrogantes sin respuesta que impiden llegar por el momento a conclusiones definitivas. Habrá que
esperar a futuras investigaciones, pero posiblemente nunca lleguemos a saber
con exactitud la verdad de tan lamentable
suceso, que sólo fue uno más de los muchos que ocurrieron a lo largo de los cinco años que duró aquella guerra cruel e inmisericorde.
NOTAS
1.-
GARCÍA-NOBLEJAS, José Antonio. Manzanares: Guerra de la Independencia. Página
30.
D. Juan Díaz-Pintado, en su colaboración publicada
en el Programa de Festejos del 2003, página 21, hace mención a cifras de enfermos entre 200 y 700. Aunque no aclara sus
fuentes, parece que se trata de una estimación de las autoridades locales
de la época que él mismo considera muy exageradas.
2.- Memoria para
la historia de la villa de Manzanares hasta 1814. Manuscrito n°
932 conservado en la Parroquia de la Merced de Ciudad Real.
3.- Dado que la columna de Dupont aún no había
entrado en combate, la mayoría de las bajas en la tropa francesa se debían a fiebres y problemas gastrointestinales derivados
del consumo de aguas insalubres, así como escoceduras y ampollas provocadas
por las largas caminatas en los calurosos días de mayo.
4.- Manuscrito n° 932 de la Parroquia de la Merced de Ciudad Real y
las aportaciones de Pedro Antonio España publicadas en el
Heraldo de Manzanares de 1897.
5.- ALCALÁ
GALIANO, Antonio. Memorias. Madrid
1886.
6.- FRANCOIS (Capitaine, dit le Dromedaire
d'Egypte), Journal (1792-1830) París 1904. Tomado de HARO
MALPESA, Jesús. La Mancha 1808. Página 109. Ediciones Valldum.
7.- GARCÍA-NOBLEJAS,
José Antonio. Manzanares: Guerra de la Independencia. Página 37.
8.- Diario de campaña de un primo de la Emperatriz (1806-1813) por Maurice de Tascher. París 1933.
Tomado de HARO MALPESA, Jesús. La Mancha 1808. Página 193.
Ediciones Valldum.
9.- GILLE,
Louis-Francois: Memorias de un recluta de 1808.
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