Un héroe manzanareño desconocido superviviente de la posición de Kudia Tahar
Publicado el año 2006
La
historia militar española, donde abundan las gestas gloriosas, suele destacar
las hazañas de generales, jefes y oficiales pero, salvo excepciones, presta
escasa atención a hechos sobresalientes
protagonizados por simples soldados.
En
esta ocasión trataremos de relatar las peripecias de un paisano nuestro, al que
en su momento se ensalzó fugazmente, quedando luego en el más absoluto de los
olvidos. Se trata de Ramón Caba Vera, nacido en Manzanares el día 16 de febrero
de 1903. (1) Era el hijo menor de Ramón Caba Álvarez-Rey y de Sabina Vera
Arias, ésta última natural de La Solana. El matrimonio, con sus cinco hijos,
residió en la calle de la Cárcel nº 16.
Ramón
no conoció a su padre, ya que falleció de un paro cardiaco a la edad de 37 años
cuando él contaba apenas mes y medio de vida. Al faltar el cabeza de familia,
que trabajaba como tenedor de libros en la Banca Díaz Casero, la viuda tuvo
dificultades para sacar adelante a sus cinco hijos, todos ellos menores de edad.
Como la madre tenía que atender al más pequeño, los hermanos mayores pasaban
bastante tiempo con abuelos y tíos. Para colmo de desgracias, a los ocho años
de morir el marido también falleció Sabina. La familia quedó entonces
definitivamente deshecha y los hijos fueron repartidos entre los familiares que
les quisieron acoger. Al pequeño Ramón lo adoptó uno de sus tíos, casado y sin
descendencia, que, al parecer, se dedicaba principalmente al juego de naipes.
Nada sabemos de su niñez ni de su adolescencia. Tampoco conocemos el grado de
formación que alcanzó. Con una profesión tan incierta y azarosa como la de su
tío, es posible que la vida del joven se desarrollara entre las euforias
derivadas de la ganancia fácil de dinero y las crisis provocadas por la amargura
de las pérdidas, que en algún momento pudieron llevar a la familia hasta la
ruina total.
Fuera
por problemas afectivos o económicos, lo cierto es que Ramón no estaba cómodo
en aquella casa y cuando tuvo edad suficiente marchó al servicio militar como
voluntario, incorporándose al Primer Regimiento de Telégrafos con base en El
Pardo (Madrid). Gracias a su despierta inteligencia aprendió rápidamente el
código Morse y el manejo de todo tipo de instrumentos para comunicaciones en
campaña, como telégrafos y heliógrafos. (2) Tras el correspondiente periodo de
instrucción fue destinado al Batallón de Ingenieros de Tetuán, cuya base se
encontraba en nuestro protectorado africano.
Una serie de circunstancias
y casualidades hicieron que, en septiembre de 1925, nuestro paisano se
encontrara sirviendo como cabo telegrafista en un destacamento encargado de la
defensa de una remota posición denominada Kudia Tahar, la más avanzada de
cuantas integraban la línea “Estella”, cuyo objeto era la protección de la
zona Tetuan-Larache, en la parte occidental del Marruecos español.
Unos meses antes, cinco
harkas de Abd el Krim se habían precipitado sobre las posiciones francesas del
sur del Rif, provocando el derrumbamiento del dispositivo de defensa galo y
ocasionando numerosas bajas. La conmoción que estos hechos crearon en el
gobierno francés propició un acuerdo de cooperación militar entre el mariscal
Pétain y el general Primo de Rivera. Los planes de acción conjunta incluían un
desembarco en las playas de Ixdain y la Cebadilla, cercanas a la bahía de
Alhucemas, que se fijó para el día 7 de septiembre de 1925.
El desplazamiento de
soldados y material hasta la costa, así como el embarque de tropas en
Algeciras, Ceuta y Melilla, no pasaron inadvertidos a los espías enemigos,
quienes informaron rápidamente a sus jefes. Tratando de impedir a toda costa la
operación planeada por la coalición franco-española, los rifeños decidieron adelantarse y atacar por
sorpresa la línea “Estella”.
Tomado de Historia 16. Nº 114.
Su táctica se basaba en
romper el dispositivo de defensa y amenazar directamente ciudades tan
importantes como Tetuán, Larache o Arcila, obligando al Estado Mayor a desviar
urgentemente hacia la zona la mayor cantidad posible de efectivos, evitando así
cualquier ofensiva en el corazón del Rif. En consecuencia, el día 2 de
septiembre se iniciaron las operaciones en el sector Gorgues-Kudia Tahar- Ben
Karrich. El principal ataque, a cargo de la harka de Ahmed ben Mohammed el
Hosmari, conocido por “El Heriro”, (3) lo sufrió justamente la posición
adelantada de Kudia Tahar; un recinto casi circular de unos cincuenta metros de
diámetro, instalado sobre un pequeño altozano, limitado por unas sencillas
zanjas y una alambrada que rodeaba el perímetro. En su interior se asentaban
siete grandes tiendas de campaña cónicas y algunos barracones con techumbre de
uralita, protegidos por un elemental parapeto de piedra y sacos terreros.
La defensa se había
encomendado a una compañía del Regimiento del Infante nº 5, un destacamento
artillero con tres piezas Schneider de 75 mm, y una sección de telegrafistas, donde
servía nuestro paisano. En total 130 hombres, bajo el mando del capitán José
Gómez Zaracibar. (4)
Inesperadamente, a las cinco
horas y cincuenta minutos del día 3 de septiembre se inició un durísimo cañoneo
contra la posición que resultó terriblemente castigada por disparos de artillería realizados a corta
distancia. Apenas había respondido al fuego la batería española cuando una
certera andanada de proyectiles enemigos desmanteló todas las piezas, matando a
la mayoría de sus servidores. Los sangrientos combates se prolongaron durante
toda la jornada, rechazando los defensores tres ataques masivos de la
infantería rifeño-yebalí.
El reconocimiento aéreo
efectuado a media mañana reveló la enorme destrucción provocada por las
granadas. El incesante cañoneo había logrado incendiar las tiendas, la
enfermería y el polvorín. Los parapetos de defensa estaban parcialmente
destruidos, arruinadas las paredes y techumbre de los barracones y reventados
los depósitos de agua. Cerca del parapeto se acumulaban los muertos, a los que
no había sido posible enterrar, mientras los heridos se protegían del ardiente
sol africano bajo los restos de las chapas de amianto-cemento.
Los reiterados esfuerzos de
las escasas unidades españolas de la zona por socorrer a los asediados
resultaron infructuosos ante el nutrido fuego de un enemigo fuertemente
atrincherado en posiciones ventajosas.
Los sucesivos ataques de la
harka produjeron numerosos muertos y heridos; no obstante, la maltrecha, y cada
vez más reducida guarnición, resistió todos los asaltos con extraordinario
valor. Tras dos días de durísimos combates los defensores de la posición habían
quedado reducidos a 48 hombres.
En la misma mañana del día 4
una fuerte columna de socorro, mandada por el teniente coronel Buenaventura
Hernández Francés, intentó llegar hasta la posición de vanguardia a través del
barranco de Asaaden, pero tuvo que retroceder ante el intensísimo fuego que les
hacían los moros y estuvo a punto de ser aniquilada, cayendo su jefe
mortalmente herido.
A media tarde del día 5, en
un intento desesperado y a costa de grandes pérdidas, lograron llegar hasta la
posición algunos refuerzos; una docena de artilleros, mandados por el teniente
Joaquín Fuentes Pila, y una veintena de ingenieros con el teniente Ángel
Sevillano Cousillas. Trabajando febrilmente durante la noche consiguieron
reparar uno de los cañones. Al amanecer del día cuatro se reavivó el fuego
artillero contra Kudia- Tahar. El cañón del blocao respondió durante unos
minutos hasta que un proyectil enemigo destruyó definitivamente la única pieza
útil, mató al bravo oficial que la dirigía y a varios de sus hombres.
El heliógrafo se convirtió
en el único vínculo de unión con la retaguardia. El cabo Ramón Caba Vera
consiguió comunicar esa misma tarde al mando de la zona la firme resolución del
capitán Zaracibar de defender el enclave a toda costa, consciente de la
importancia estratégica del mismo. (5)
Foto aérea de la posición tomada el 4 de septiembre
Por la noche prosiguieron
los impetuosos ataques de la cábila de los benihozmares, con la intención de
tomar la posición al asalto mediante el lanzamiento de bombas de mano, pero
fueron sistemáticamente rechazados.
Kudia Tahar ardía, faltaba
el agua, escaseaban los víveres y las municiones, pero no se rendía. El mismo
día 5 murió el capitán Gómez Zaracibar mientras dirigía la defensa entre los
desmoronados parapetos. Un disparo en el pecho acabó con la vida del jefe de la
posición. Le sustituyó en el mando el teniente Sevillano, a pesar de que
también estaba herido.
Durante los días 6 y 7 se
multiplicaron los desesperados intentos de los nativos por tomar a cualquier
precio el disputado blocao. Había sido ya tan castigado que su caída parecía
inminente. Sin embargo, la reducida guarnición, acosada por la sed y las
bombas, siguió resistiendo con extraordinario arrojo. Los cadáveres de los
enemigos amontonados en las cercanas alambradas atestiguaban la extrema dureza
de los combates.
A la tenaz resistencia
contribuyó la arriesgada actuación de la aviación que, además de ametrallar y
bombardear a los atacantes, logró aprovisionar mínimamente a los defensores,
arrojando sobre ellos algunos paquetes con hielo, víveres y municiones.
En los días 8 y 9 continuó
el asedio, extendiéndose la lucha a otros puntos de la línea a medida que
llegaban nuevas unidades españolas a la zona. Consolidada la cabeza de playa en
Alhucemas, el día 10 se pudieron enviar a Tetuán importantes refuerzos del
Tercio.
Por
fin, después de diez días de aislamiento, la maniobra envolvente llevada a cabo
por las columnas de los coroneles Balmes, Perteguer y Fanjul consiguieron
liberar la posición el 13 de septiembre. Cuando los legionarios alcanzaron las
honorables ruinas, sólo encontraron veintidós supervivientes, rotos por la
fatiga, la sed, el hambre y la fiebre. En las horas siguientes aun fallecerían
seis de aquellos valientes a causa de las heridas recibidas. Únicamente
dieciséis hombres pudieron regresar a Tetuán. Ramón Caba Vera era uno de ellos.
Aunque sobrevivió a los indescriptibles sufrimientos del asedio quedó afectado
por unas extrañas fiebres intermitentes que le acompañaron el resto de su vida.
Supervivientes de la posición tras ser liberados el 13 de septiembre.
Ramón Caba es el cuarto de la fila superior empezando por la izquierda.
La encarnizada resistencia
de Kudia Tahar impidió que las fuerzas de Ahmed “El Heriro” sacaran provecho
del factor sorpresa y permitió ganar un tiempo precioso para que llegasen
refuerzos al sector. La caída de Kudia-Tahar en los primeros momentos hubiera arrastrado inevitablemente a las
posiciones cercanas. La penetración del enemigo en el territorio occidental,
debilitado por la salida de tropas para el desembarco, podría haber sido el
origen de otro desastre similar al de Annual.
El día 19, los
supervivientes eran recibidos personalmente por el general Primo de Rivera en
el palacio de la Residencia de Tetuán. Durante la fiesta, los soldados
recibieron la paternal gratitud del Presidente del Directorio y fueron
obsequiados con licores, café y puros habanos. Como recompensa les entregaron
50 pesetas en metálico y se concedió a todos ellos la Cruz al Mérito Militar
con distintivo rojo. (6) Asimismo, como merecido premio, pudieron marchar a sus
pueblos con un mes de permiso para recuperarse
junto a sus familias de las penalidades pasadas.
Enteradas las autoridades
locales de Manzanares del heroico comportamiento de uno de los hijos del
pueblo, la Corporación, presidida por D. Agustín Serrano González, acordó
organizar un acto de homenaje y reconocimiento a su valor. Cuando Ramón llegó a
Manzanares le esperaban en la estación las autoridades con la Banda Municipal,
siendo recibido con gran cariño por sus paisanos. La recepción oficial tuvo
lugar en la sesión extraordinaria celebrada el 19 de noviembre de 1925. Además
de los miembros de la Corporación Municipal asistieron todas las autoridades
civiles, militares y eclesiásticas de la localidad, entre ellos el Delegado
Gubernativo, comandante Francisco
Agustín Serra. Concurrieron además familiares, amigos y numeroso público. (7)
Con un vibrante discurso, el
alcalde elogió la valerosa actuación de Ramón en defensa de la Patria y le
animó a continuar el camino emprendido. Seguidamente se acordó gratificar al
joven cabo con 150 pesetas en metálico, a fin de que pudiera disfrutar sin estrecheces los
días de permiso, y abrir a su nombre una cartilla de ahorros con 100 pesetas
para que cualquier persona pudiera colaborar con nuevas aportaciones. (8)
Seguidamente el Delegado Gubernativo hizo una breve reseña de los hechos
protagonizados por Ramón Caba y terminó imponiéndole la Cruz al Mérito Militar
que le había sido concedida por la superioridad. Tras recibir la felicitación
de todos los presentes se dio por finalizado el acto.
A pesar de que había sido
ascendido a sargento, Ramón Caba Vera decidió abandonar el ejército y se
licenció en febrero de 1927 al cumplir los tres años de servicio activo. Al
volver al pueblo se instaló provisionalmente en casa de su hermano Antonio, en
una vivienda alquilada de la calle Doctor Muñoz Úbeda.
Como otros muchos soldados,
Ramón tuvo su “madrina de guerra”. Era una joven de familia acomodada con la
que se carteaba con frecuencia y de la que recibió algún que otro obsequio en
fechas señaladas. Al terminar el servicio militar viajó hasta Sevilla, donde ella
residía, con intención de visitarla, o tal vez con el propósito de iniciar una
relación más estrecha. Alterado por la emoción cruzó precipitadamente las vías
de la estación de Córdoba, resultando fuertemente golpeado por otro tren que
circulaba en ese momento. Como consecuencia del grave accidente tuvieron que
amputarle una pierna por debajo de la rodilla.
Estando convaleciente en el
hospital conoció a una influyente dama de la Cruz Roja, cuyo sobrino, que era
teniente, había caído en la defensa de Kudia Tahar. Interesada por el
desafortunado joven lo tomó bajo su protección. Por mediación de aquella noble
dama le facilitaron una pierna
ortopédica, comprada en Alemania, y un empleo en el Cuartel de Inválidos de
Madrid.
Según nos indica su sobrina
Isabel: Como quedó delicadillo y las comidas del cuartel no le iban, se buscó
una patrona que fuera manchega, y fue a dar con una familia de Manzanares. Con
el paso del tiempo se casó con la hija que era matrona. (9) En efecto, se
trataba de Josefa Caba Trujillo, dos años más joven que Ramón, con quien
contrajo matrimonio civil el 16 de abril de 1937 en un Madrid asediado por
moros y legionarios. De aquella relación nació un hijo, Ramón Caba Caba, que
vino al mundo el 1 de enero de 1938. (10)
Ramón se posicionó claramente
a favor de la República. Aunque su invalidez física le impedía combatir en los
frentes, puso su inteligencia y experiencia militar al servicio del gobierno
legítimo, siendo destinado como Auxiliar de Profesor a la Escuela de Guerra de
Paterna (Valencia), donde se formaban los oficiales del recién creado Ejército
Popular. En este tiempo fue ascendido a brigada de Ingenieros.
Ramón fue uno de los
vencidos. En consecuencia fue detenido y condenado a seis años y un día de
prisión. Estuvo algún tiempo en Tudela (Navarra), pero pronto fue liberado
gracias a los informes favorables que su mujer pudo conseguir.
Ramón Caba Vera con
uniforme de brigada de Ingenieros
Cuando salió en libertad
condicional la familia decidió abandonar Madrid, donde Ramón era demasiado
conocido, y marchar a Salamanca. En la ciudad del Tormes, Juan, un hermano de
Josefa, ocupaba un importante cargo en los talleres de RENFE. Allí comenzaron
una nueva andadura. Vivieron en una modesta vivienda de la calle Chile y Josefa
encontró trabajo como matrona en el hospital de la Santísima Trinidad.
Los nuevos padecimientos
físicos y morales de la posguerra hicieron que la precaria salud de Ramón se
fuera deteriorando rápidamente. Falleció el 25 de septiembre de 1946 cuando sólo
tenía 43 años de edad.
Para terminar esta breve e
incompleta biografía de nuestro heroico paisano, me remitiré a la entrañable
carta de Isabel Salas. En ella afirma que a su tío Ramón le apasionaba la
feria del pueblo y mientras pudo nunca faltó a la cita. Era un hombre
extraordinariamente cariñoso con sus sobrinos, que estaban encantados de
acompañarle por el recinto ferial disfrutando de las atracciones y de los
puestos de golosinas.
NOTAS
1.- La inscripción del nacimiento aparece en
el Libro de Bautismos nº 60, página 80 vuelta, del Archivo Parroquial de
Nuestra Señora de la
Asunción.
Los otros cuatro hermanos de Ramón eran:
Antonio, Águeda, Isabel y Ángela.
2.-
Expediente General de las Operaciones de Reclutamiento y Reemplazo del
Ejército del año 1924. Archivo Municipal de Manzanares.
3.- La “harka” atacante estaba formada por
unos 3.000 rifeños. Disponía de nueve cañones, varias ametralladoras y
abundantes bombas de mano.
4.- Comisión Histórica de las Campañas de
Marruecos. Asedio y liberación de la posición de Kudia-Tahar. Legajo 64.
Carpeta 40. Rollo 130. Instituto de Historia y Cultura Militar. Madrid.
D. Juan Pando en su artículo sobre el
Desembarco de Alhucemas, publicado en el número 23 de la revista Aventuras de la Historia, cifra el número inicial de defensores en 137.
5.- La
comunicación con la retaguardia española se efectuaba mediante señales
luminosas realizadas en código Morse emitidas por un heliógrafo. El aparato
resultó dañado por las explosiones y nuestro paisano Ramón tuvo que repararlo
utilizando los cordones de sus botas. Dicho heliógrafo estuvo expuesto durante
muchos años en el Museo del Ejército de Madrid.
6.- Periódicos El Defensor de Córdoba
y La Voz
de Córdoba, del 19 y 20 de septiembre de 1925.
7.- Libro de Plenos nº 5. Sesión
extraordinaria del 19 de noviembre de 1925. Archivo Municipal de Manzanares.
8.- Carpetas de Cuentas Municipales.
Presupuesto correspondiente al ejercicio 1925/26. Libramiento 204 del capítulo
de Imprevistos y documento adjunto, correspondiente a la apertura de Libreta de
Ahorros en la Caja Postal
a favor de tercera persona, fechado el 17 de diciembre de 1925, con un montante
de 209 pesetas.
9.- Información suministrada por su sobrina
Isabel Salas Caba, residente en Jaén, mediante carta manuscrita fechada el 9 de
agosto de 2005.
10.- Josefa Caba Trujillo nació en Manzanares
el 16 de enero de 1905 en calle San Juan, según certificado enviado por su hijo
Ramón procedente del Registro Civil expedido el 6 de septiembre de 1937 a petición de la
interesada.
UN RELATO IMPRESIONANTE
ResponderEliminarUna historia impresionante. La leí hace tiempo y hoy la releo. Por cierto he buscado infrictuosamente la foto de los supervivientes en la revista Nuevo Mundo. Es posible que haya error en su adscripción. Estoy muy interesado en kudia y llevo tiempo investigando en plan aficionado pues mi abuelo era el teniente de ingenieros que mandó la posición. Un saludo y gracias
ResponderEliminarPor cierto esa foto (la de los supervivientes) te la han plagiado en artículos y conferencias y raro es el que te cura como fuente. Un saludo
ResponderEliminarAprovecho para darte las gracias por la signatura del documento en el Archivo Histórico Militar. Porque si no me hubiera costado mucho emcontrarlo, estaba mal asignada en el catálogo que tienen allí. El artículo de Pando (magnífico) ya lo conocía. Y la figura de caba la conocía pero no en toda su trayectoria vital. Por cierto es de los que declaran a favor de mi abuelo en la concesión de su laureada. Para elnpobre caba no hubo laureada. Un saludo y espero no haberme extendido demasiado
ResponderEliminarQue los listillos de turno te copien sin citar la fuentes, atribuyéndose méritos que no les corresponden, es algo habitual en el mundo de la literatura y del ensayo histórico. Ya lo tengo muy asumido.
ResponderEliminarAntonio, no quiero parecer pesado, pero has contrastado la procedencia de la foto de los supervivientes? Podrías dar más datos?. He peinado la revista Nuevo Mundo y no la he visto por ningún lado. Un saludo y muchas gracias de nuevo
ResponderEliminarCreo que me pasó las fotos su sobrina pero no la encuentro. No recuerdo si le hice el escaneo y se las devolví.
EliminarHermoso relato que pena de la distancia, con lo que me encanta el senderismo visitando las fortificaciones militares,y me tenga que conformar por el Rif mas cercano a MELILLA, un saludo y repito muy buen reportaje.
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