ABSOLUTISMO CONTRA LIBERALISMO
Publicado el año 2005
Tras
el motín de Aranjuez, en marzo de 1808, las desavenencias entre Carlos IV y su
hijo, el príncipe Fernando, fueron aprovechadas hábilmente por Napoleón
Bonaparte. Llamados a Bayona para dirimir sus discordias, padre e hijo actuaron
de forma vergonzosa. Fernando VII renunció a una corona ganada a base de intrigas
y turbios manejos, mientras su padre abdicaba el trono en Napoleón a cambio de
una suculenta pensión anual y el disfrute de algunas posesiones territoriales.
Por su parte, el emperador traspasó la corona a su hermano José, proclamándolo
Rey de España. La nula resistencia de ambos borbones a las pretensiones
anexionistas de Bonaparte y la cesión incondicional de sus derechos dinásticos
no pueden justificarse en modo alguno por el hecho de encontrarse retenidos en
territorio extranjero, sino que obedecen a una actitud de servilismo y cobardía
sin parangón en la historia de nuestra patria. La carta de Fernando a Napoleón
felicitándolo por las decisiones adoptadas respecto a España no puede resultar
más humillante. En uno de sus párrafos decía: (1)
- Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V. M. I. y R. la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido siempre objeto de todos nuestros deseos de felicidad de la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella un monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia. Permitid que yo renueve los más sinceros e invariables sentimientos, con los cuales tengo el honor de ser, Señor, de V. M. I. y R. su más humilde y atento servidor. Fernando, Valençay, 22 junio 1808.
Tan
graves acontecimientos políticos, seguidos de la invasión del territorio
nacional por los ejércitos imperiales, dieron lugar a la división de los
españoles; un grupo minoritario formado por miembros de la nobleza,
funcionarios y alto clero apoyó al rey intruso. Mientras tanto, la mayoría de
los españoles se rebelaban, luchaban y morían por la independencia de su
patria, e ignorantes de las actuaciones del príncipe de Asturias aún deseaban
su regreso, reservándole la corona como
si fuera digno de ella.
Ante
la ausencia del rey, y con las altas instituciones del Estado controladas por
los franceses, la autoridad en las zonas no ocupadas recayó en las Juntas
Provinciales de defensa, coordinadas luego por una Junta Central Suprema Gubernativa del Reino
presidida por el Conde de Floridablanca, que organizó la resistencia y obtuvo
la ayuda, más que interesada, de Inglaterra. Tras el fracaso militar de la
Junta Central y la ocupación de Andalucía en 1810, las Cortes, formadas por
diputados que representaban a todas las regiones españolas, incluidas las
colonias americanas, se reunieron en Cádiz con objeto de proclamar la primera
Constitución Española. Aquel grupo de hombres, en su mayoría eclesiásticos
ilustrados, abogados, algún que otro aristócrata y funcionarios de talante
reformista, aprovecharon las circunstancias para llevar a cabo una verdadera
revolución que pretendía garantizar en el futuro las libertades de los
ciudadanos, controlar el poder real, acabar con las instituciones del Antiguo
Régimen y abrir para España una nueva etapa de libertad y progreso. En tres
años de trabajos y consensos, las Cortes de Cádiz intentaron transformar las
antiguas estructuras sociales, económicas y políticas del país, diseñando un
nuevo Estado cuyos principios jurídicos quedaron recogidos en la Constitución
liberal de 1812. Los gaditanos la bautizaron cariñosamente como “La Pepa” ya
que se promulgó el día 19 de marzo, festividad de San José, en un solemne acto
público celebrado en la recoleta Plaza de San Felipe Neri.
La promulgación de la
Constitución de 1812. Salvador Viniegra
La
primera Carta Magna española asombró a toda Europa por su carácter innovador y
revolucionario. En su introducción aparecía como declaración de intenciones “promover
la gloria, la prosperidad y el bien común de toda la Nación”. (2) En
política recogía las avanzadas ideas de Rousseau y de Montesquieu, aunque
respetaba la institución monárquica y mantenía el catolicismo como religión
oficial del Estado. También declaraba la soberanía nacional, postulando la
separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Las Cortes,
elegidas por sufragio censitario, dejaron de tener un mero carácter decorativo
y asumieron la potestad de legislar junto con el rey. Desde el punto de vista
de los derechos individuales la nueva Constitución supuso un avance
extraordinario. Se abolieron los antiguos privilegios del clero y la nobleza,
se disolvió la inquisición, la igualdad jurídica y la inviolabilidad del
domicilio quedaron garantizadas, se decretó la libertad de prensa y se eliminó
la tortura en los interrogatorios.
Entre
las amplias facultades de las Cortes estaba la de promover y fomentar toda
especie de industria y remover los obstáculos que la entorpezcan, por
considerar prioritaria la modernización del país, diversificando la economía
basada hasta entonces en una agricultura anticuada y una ganadería extensiva
tradicional. (3)
A
pesar de las concesiones hechas a los sectores conservadores, las reformas
tributarias y la abolición de la Inquisición provocaron la ira de amplios
sectores de la nobleza, así como el rechazo de frailes y bajo clero. La mayoría
del pueblo llano, invadido por un analfabetismo secular, fuertemente apegado a
la tradición, dedicado a trabajar, sufrir y rezar, no supo apreciar en absoluto
la grandeza de la nueva Constitución, ni comprendió su significado, ni se
sintió representado por aquellos diputados burgueses tan cultos y refinados;
antes bien, manipulado por el clero reaccionario, hizo causa común en muchos
casos con los enemigos de la Carta Magna. Entretanto, el territorio nacional
era asolado por una terrible guerra de Independencia que tuvo consecuencias
desastrosas para casi todos los pueblos de España, tanto en pérdidas humanas
como en la destrucción de fuentes de riqueza. El manuscrito de La Merced nos
informa brevemente de los daños materiales que sufrió Manzanares: (4)
- En cuanto a los perjuicios y daños que ha sufrido, son indicio la agricultura, reducida a unos 150 pares de mulas, cuando eran 600 los que antes de la guerra labraban sus campos; lo son 2.000 cabezas de ganado, corto residuo de las 40.000 que pacían en su término; lo son número muy considerable de olivas cortadas; una tercera parte de casas demolidas y arruinadas, en ellas el Convento de Carmelitas Descalzos, cuatro molinos harineros y de aceite, cuatro posadas del todo y las demás muy deterioradas, y en todas partes señalada la guerra con caracteres de fuego, ruina y desolación; el comercio obstruido y parado o más bien arruinada la industria.
Por
fin, en 1814 terminó aquella pesadilla de la invasión con la derrota y
expulsión de los franceses. Los azares de la vida pusieron de nuevo en manos de
Fernando VII una corona que había regalado gustosamente a Napoleón pocos años
antes. El rey felón regresó a España, pero estaba lejos de respetar la decisión
de las Cortes que le esperaban como monarca constitucional. Su primera
actuación política al llegar a Valencia consistió en dar un golpe de Estado,
declarando nulos y de ningún valor ni efecto los acuerdos de las Cortes
de Cádiz y la Constitución liberal. En su ignorancia, el pueblo fanatizado
gritaba enardecido ¡viva la Inquisición! ¡Vivan las cadenas! Restaurado
el absolutismo, las Cortes fueron disueltas, sus miembros perseguidos con
auténtica saña, y encarcelados o ejecutados aquellos diputados que no
consiguieron escapar a tiempo. Todas las Diputaciones y Ayuntamientos
Constitucionales cesaron de forma fulminante. Los serviles ocuparon el poder.
Se restablecieron la Inquisición y los antiguos privilegios, mientras se
vulneraban abiertamente todos los derechos ciudadanos. Los liberales no podían
imaginar un comportamiento tan abyecto del rey; su actitud sectaria, en lugar
de pacificar el país y armonizar la convivencia, acentuó la escisión entre sus
súbditos, creando un clima de enfrentamiento que influyó negativamente en la
recuperación de los efectos negativos de la guerra. Durante seis años el
indeseable “Deseado” y su inicua camarilla gobernaron de forma despótica,
implantando un estado policiaco basado en la delación, la amenaza y el miedo.
Manzanares, que era sin duda el pueblo más liberal de la provincia, sufrió con
especial intensidad la represión del régimen fernandino.
Fernando VII, hijo de Carlos IV y María Luisa
de Parma
Oleo de Francisco de Goya. 1815. Museo del Prado.
A
pesar de la intensa persecución y de la falta de apoyo popular, el movimiento
liberal no murió. Desde la clandestinidad, grupos selectos de comerciantes,
profesionales, militares e intelectuales siguieron oponiéndose, con riesgo de
sus vidas, a la opresión absolutista. Fue precisamente en el seno del ejército
acantonado en Cádiz, destinado a marchar a América para combatir los
movimientos independentistas, donde se fraguó el pronunciamiento del comandante
Rafael de Riego, apoyado por Mendizábal y Enrique O´Donnell. El alzamiento
triunfó en marzo de 1820 y el rey, aterrorizado, haciendo uso de todo el doblez
y falsedad de que era capaz, pronunció la conocida frase: Marchemos
francamente, y yo el primero, por la senda constitucional. Con gran
satisfacción de los liberales, en julio se reunieron las Cortes representativas
de la nación, ante las que el rey empeñó su palabra jurando fidelidad a la Constitución de 1812. Es en este contexto
de normalización del régimen constitucional cuando, a instancias de la
superioridad y en cumplimiento del artículo 131, comienzan a aparecer por todo
el país las llamadas Sociedades Patrióticas. Estas organizaciones estaban
formadas por hombres ilustrados, defensores a ultranza de los principios y
libertades recogidas en la Constitución, que, animados por nobles sentimientos
de patriotismo, pretendían la defensa y sostenimiento del régimen. En sus
reuniones se debatía la situación política del momento y se estudiaban las
mejoras necesarias para superar la crisis de posguerra, a base de impulsar la
industria y el desarrollo económico de sus respectivos pueblos o ciudades.
La
Sociedad Patriótica de Manzanares apareció de forma algo tardía, ya que lo hizo
en 1823 a
instancias del Ayuntamiento Constitucional. El documento fundacional dice: (5)
- En la villa de Manzanares a siete (ilegible) de mil ochocientos veintitrés hallándose congregados (ilegible) los señores Alcaldes y demás que componen el Ayuntamiento Constitucional de ella dixeron: Que siendo repetidas las ordenes de formación de Sociedades Patrióticas por la utilidad de la propagación de las luces de que es una consecuencia para el sostén y defensa de nuestra Constitución política, no haviéndose establecido hasta haora por falta de local para sus sesiones y no debiendo dilatarse por más tiempo su instalación, en debido cumplimiento de las indicadas ordenes y obsequio a la instrucción pública, acordaron que Don Pedro Pines de Castañeda, Abogado de los Tribunales de la Nación, Don Antonio Garrido y Don Ángel Díaz Pines, Procuradores, Don Juan Fernández Caballero menor, Don Julián de Sandoval, Don Ramón Clemente Ponce, Don José Sandino, Don Pedro Mulleras, Roque Jacinto García y Francisco Sánchez Blanco mayor, sujetos de conocida adhesión al sistema, procedan a la formación de dicha Sociedad Patriótica invitando para ello, y que se adiestraran como socios, a aquellas personas de acreditada adhesión a los mismos principios, dando cuenta a este Ayuntamiento de los adelantos que se hicieran a cuio fin le confiere este Ayuntamiento cuantas facultades sean necesarias….
La
vida de la Sociedad Patriótica de Manzanares no pudo ser más efímera. Mientras
los ilustrados buscaban la forma de sacar a España de la miseria en que se
encontraba, Fernando VII, faltando a todos sus juramentos y declaraciones de
fidelidad, conspiraba en secreto contra las instituciones liberales.
Traicionando la confianza que en él habían depositado las Cortes, buscó la
ayuda de potencias extranjeras para derrocar por la fuerza el régimen
constitucional e imponer de nuevo el absolutismo. En el Congreso de Verona,
celebrado el 20 de octubre de 1822, las monarquías absolutas de Europa, unidas
en una Alianza que nada tenía de santa, decidieron apoyar las pretensiones de
Fernando. Un ejército francés de cien mil hombres, bajo el mando del Duque de
Angulema, cruzó la frontera sin encontrar apenas resistencia. Ni el ejército,
ni el pueblo español, se opusieron ahora a la invasión. Era evidente que la
Constitución burguesa no tenía el apoyo de las masas. En octubre de 1823 España
caía de nuevo bajo el terror absolutista. Durante la llamada “década ominosa”,
los crímenes y la represión de los realistas contra los liberales alcanzaron
cotas de violencia y ensañamiento que llegaron a escandalizar a sus propios
aliados. Miles de personas fueron perseguidas con ferocidad asesina; los que no
lograron exiliarse murieron ejecutados tras ser sometidos a procesos
irregulares: Mariana Pineda, los generales don José María de Torrijos y don
Luis de Lacy, Francisco Abad “Chaleco”, Juan Martín “El Empecinado”, y tantos
otros patriotas, dejaron sus vidas en cárceles y patíbulos por no plegarse a la
real dictadura. Así comenzaba en nuestra Historia Contemporánea la triste
secuela de enfrentamientos y divisiones entre españoles que daría lugar a
varias guerras civiles, prolongándose durante todo el siglo XIX y parte del XX.
NOTAS
1.- GRIMA REIG, Juan
María. Historia Moderna y Contemporánea Universal y de España. 4º de
Bachillerato, plan de 1967. Página 198.
2.- Constitución Española de
1812. Introducción
3.- Constitución Española de
1812. Capítulo VII, artículo 131, facultad vigésima prima.
4.- Documento manuscrito 997
conservado en la Parroquia
de la Merced
de Ciudad Real. Fue encargado en 1814 por un historiador hasta ahora
desconocido a D. Josef Portes Puig,
alcalde de la villa de Manzanares, con objeto de preparar una historia de la
provincia que luego no se realizó. En el Archivo Municipal se conserva
incompleta y en muy mal estado la carta de agradecimiento que el promotor de la
idea envió al alcalde. Dice así:
Muy Sr. mio: con
singularisimo aprecio he recibido las Memorias que se digna V.S. con fecha 5
del presente remitirme, y ha formado con extensa erudición y delicado criterio
la comision de literatos nombrada por V.S. y por el muy ilustre Ayuntamiento de esa fidelísima villa,
para la formación del ensayo histórico suyo y de toda la Provincia. Por tan
insigne zelo patriótico y acertada eleccion doy a V.S. las mas expresivas
gracias, suplicandole se digne hacerlas presentes tambien al muy Ilustre
Ayuntamiento con la solemne protexta de que en nada sera….
Lamentablemente el deterioro
del documento impide leer la terminación, la fecha y la firma.
5.- Documento suelto del
Archivo Municipal de Manzanares semidestruido por mala conservación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario