ARTÍCULOS HISTÓRICOS

8 de mayo de 2012

LA SOCIEDAD PATRIÓTICA DE MANZANARES

ABSOLUTISMO CONTRA LIBERALISMO

Publicado el año 2005

Tras el motín de Aranjuez, en marzo de 1808, las desavenencias entre Carlos IV y su hijo, el príncipe Fernando, fueron aprovechadas hábilmente por Napoleón Bonaparte. Llamados a Bayona para dirimir sus discordias, padre e hijo actuaron de forma vergonzosa. Fernando VII renunció a una corona ganada a base de intrigas y turbios manejos, mientras su padre abdicaba el trono en Napoleón a cambio de una suculenta pensión anual y el disfrute de algunas posesiones territoriales. Por su parte, el emperador traspasó la corona a su hermano José, proclamándolo Rey de España. La nula resistencia de ambos borbones a las pretensiones anexionistas de Bonaparte y la cesión incondicional de sus derechos dinásticos no pueden justificarse en modo alguno por el hecho de encontrarse retenidos en territorio extranjero, sino que obedecen a una actitud de servilismo y cobardía sin parangón en la historia de nuestra patria. La carta de Fernando a Napoleón felicitándolo por las decisiones adoptadas respecto a España no puede resultar más humillante. En uno de sus párrafos decía: (1)
  • Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V. M. I. y R. la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido siempre objeto de todos nuestros deseos de felicidad de la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella un monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia. Permitid que yo renueve los más sinceros e invariables sentimientos, con los cuales tengo el honor de ser, Señor, de V. M. I. y R. su más  humilde y atento servidor. Fernando, Valençay, 22 junio 1808.
Tan graves acontecimientos políticos, seguidos de la invasión del territorio nacional por los ejércitos imperiales, dieron lugar a la división de los españoles; un grupo minoritario formado por miembros de la nobleza, funcionarios y alto clero apoyó al rey intruso. Mientras tanto, la mayoría de los españoles se rebelaban, luchaban y morían por la independencia de su patria, e ignorantes de las actuaciones del príncipe de Asturias aún deseaban su regreso, reservándole la corona  como si fuera digno de ella.
Ante la ausencia del rey, y con las altas instituciones del Estado controladas por los franceses, la autoridad en las zonas no ocupadas recayó en las Juntas Provinciales de defensa, coordinadas luego por una  Junta Central Suprema Gubernativa del Reino presidida por el Conde de Floridablanca, que organizó la resistencia y obtuvo la ayuda, más que interesada, de Inglaterra. Tras el fracaso militar de la Junta Central y la ocupación de Andalucía en 1810, las Cortes, formadas por diputados que representaban a todas las regiones españolas, incluidas las colonias americanas, se reunieron en Cádiz con objeto de proclamar la primera Constitución Española. Aquel grupo de hombres, en su mayoría eclesiásticos ilustrados, abogados, algún que otro aristócrata y funcionarios de talante reformista, aprovecharon las circunstancias para llevar a cabo una verdadera revolución que pretendía garantizar en el futuro las libertades de los ciudadanos, controlar el poder real, acabar con las instituciones del Antiguo Régimen y abrir para España una nueva etapa de libertad y progreso. En tres años de trabajos y consensos, las Cortes de Cádiz intentaron transformar las antiguas estructuras sociales, económicas y políticas del país, diseñando un nuevo Estado cuyos principios jurídicos quedaron recogidos en la Constitución liberal de 1812. Los gaditanos la bautizaron cariñosamente como “La Pepa” ya que se promulgó el día 19 de marzo, festividad de San José, en un solemne acto público celebrado en la recoleta Plaza de San Felipe Neri.

 
La promulgación de la Constitución de 1812. Salvador Viniegra

La primera Carta Magna española asombró a toda Europa por su carácter innovador y revolucionario. En su introducción aparecía como declaración de intenciones “promover la gloria, la prosperidad y el bien común de toda la Nación”. (2) En política recogía las avanzadas ideas de Rousseau y de Montesquieu, aunque respetaba la institución monárquica y mantenía el catolicismo como religión oficial del Estado. También declaraba la soberanía nacional, postulando la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Las Cortes, elegidas por sufragio censitario, dejaron de tener un mero carácter decorativo y asumieron la potestad de legislar junto con el rey. Desde el punto de vista de los derechos individuales la nueva Constitución supuso un avance extraordinario. Se abolieron los antiguos privilegios del clero y la nobleza, se disolvió la inquisición, la igualdad jurídica y la inviolabilidad del domicilio quedaron garantizadas, se decretó la libertad de prensa y se eliminó la tortura en los interrogatorios.
Entre las amplias facultades de las Cortes estaba la de promover y fomentar toda especie de industria y remover los obstáculos que la entorpezcan, por considerar prioritaria la modernización del país, diversificando la economía basada hasta entonces en una agricultura anticuada y una ganadería extensiva tradicional. (3)
A pesar de las concesiones hechas a los sectores conservadores, las reformas tributarias y la abolición de la Inquisición provocaron la ira de amplios sectores de la nobleza, así como el rechazo de frailes y bajo clero. La mayoría del pueblo llano, invadido por un analfabetismo secular, fuertemente apegado a la tradición, dedicado a trabajar, sufrir y rezar, no supo apreciar en absoluto la grandeza de la nueva Constitución, ni comprendió su significado, ni se sintió representado por aquellos diputados burgueses tan cultos y refinados; antes bien, manipulado por el clero reaccionario, hizo causa común en muchos casos con los enemigos de la Carta Magna. Entretanto, el territorio nacional era asolado por una terrible guerra de Independencia que tuvo consecuencias desastrosas para casi todos los pueblos de España, tanto en pérdidas humanas como en la destrucción de fuentes de riqueza. El manuscrito de La Merced nos informa brevemente de los daños materiales que sufrió Manzanares: (4)
  • En cuanto a los perjuicios y daños que ha sufrido, son indicio la agricultura, reducida a unos 150 pares de mulas, cuando eran 600 los que antes de la guerra labraban sus campos; lo son 2.000 cabezas de ganado, corto residuo de las 40.000 que pacían en su término; lo son número muy considerable de olivas cortadas; una tercera parte de casas demolidas y arruinadas, en ellas el Convento de Carmelitas Descalzos, cuatro molinos harineros y de aceite, cuatro posadas del todo y las demás muy deterioradas, y en todas partes señalada la guerra con caracteres de fuego, ruina y desolación; el comercio obstruido y parado o más bien arruinada la industria.
Por fin, en 1814 terminó aquella pesadilla de la invasión con la derrota y expulsión de los franceses. Los azares de la vida pusieron de nuevo en manos de Fernando VII una corona que había regalado gustosamente a Napoleón pocos años antes. El rey felón regresó a España, pero estaba lejos de respetar la decisión de las Cortes que le esperaban como monarca constitucional. Su primera actuación política al llegar a Valencia consistió en dar un golpe de Estado, declarando nulos y de ningún valor ni efecto los acuerdos de las Cortes de Cádiz y la Constitución liberal. En su ignorancia, el pueblo fanatizado gritaba enardecido ¡viva la Inquisición! ¡Vivan las cadenas! Restaurado el absolutismo, las Cortes fueron disueltas, sus miembros perseguidos con auténtica saña, y encarcelados o ejecutados aquellos diputados que no consiguieron escapar a tiempo. Todas las Diputaciones y Ayuntamientos Constitucionales cesaron de forma fulminante. Los serviles ocuparon el poder. Se restablecieron la Inquisición y los antiguos privilegios, mientras se vulneraban abiertamente todos los derechos ciudadanos. Los liberales no podían imaginar un comportamiento tan abyecto del rey; su actitud sectaria, en lugar de pacificar el país y armonizar la convivencia, acentuó la escisión entre sus súbditos, creando un clima de enfrentamiento que influyó negativamente en la recuperación de los efectos negativos de la guerra. Durante seis años el indeseable “Deseado” y su inicua camarilla gobernaron de forma despótica, implantando un estado policiaco basado en la delación, la amenaza y el miedo. Manzanares, que era sin duda el pueblo más liberal de la provincia, sufrió con especial intensidad la represión del régimen fernandino.

Fernando VII, hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma
  Oleo de Francisco de Goya. 1815. Museo del Prado.

A pesar de la intensa persecución y de la falta de apoyo popular, el movimiento liberal no murió. Desde la clandestinidad, grupos selectos de comerciantes, profesionales, militares e intelectuales siguieron oponiéndose, con riesgo de sus vidas, a la opresión absolutista. Fue precisamente en el seno del ejército acantonado en Cádiz, destinado a marchar a América para combatir los movimientos independentistas, donde se fraguó el pronunciamiento del comandante Rafael de Riego, apoyado por Mendizábal y Enrique O´Donnell. El alzamiento triunfó en marzo de 1820 y el rey, aterrorizado, haciendo uso de todo el doblez y falsedad de que era capaz, pronunció la conocida frase: Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional. Con gran satisfacción de los liberales, en julio se reunieron las Cortes representativas de la nación, ante las que el rey empeñó su palabra jurando fidelidad a  la Constitución de 1812. Es en este contexto de normalización del régimen constitucional cuando, a instancias de la superioridad y en cumplimiento del artículo 131, comienzan a aparecer por todo el país las llamadas Sociedades Patrióticas. Estas organizaciones estaban formadas por hombres ilustrados, defensores a ultranza de los principios y libertades recogidas en la Constitución, que, animados por nobles sentimientos de patriotismo, pretendían la defensa y sostenimiento del régimen. En sus reuniones se debatía la situación política del momento y se estudiaban las mejoras necesarias para superar la crisis de posguerra, a base de impulsar la industria y el desarrollo económico de sus respectivos pueblos o ciudades.
La Sociedad Patriótica de Manzanares apareció de forma algo tardía, ya que lo hizo en 1823 a instancias del Ayuntamiento Constitucional. El documento fundacional dice: (5)
  • En la villa de Manzanares a siete (ilegible) de mil ochocientos veintitrés hallándose congregados (ilegible) los señores Alcaldes y demás que componen el Ayuntamiento Constitucional de ella dixeron: Que siendo repetidas las ordenes de formación de Sociedades Patrióticas por la utilidad de la propagación de las luces de que es una consecuencia para el sostén y defensa de nuestra Constitución política, no haviéndose establecido hasta haora por falta de local para sus sesiones y no debiendo dilatarse por más tiempo su instalación, en debido cumplimiento de las indicadas ordenes y obsequio a la instrucción pública, acordaron que Don Pedro Pines de Castañeda, Abogado de los Tribunales de la Nación, Don Antonio Garrido y Don Ángel Díaz Pines, Procuradores, Don Juan Fernández Caballero menor, Don Julián de Sandoval, Don Ramón Clemente Ponce, Don José Sandino, Don Pedro Mulleras, Roque Jacinto García y Francisco Sánchez Blanco mayor, sujetos de conocida adhesión al sistema, procedan a la formación de dicha Sociedad Patriótica invitando para ello, y que se adiestraran como socios, a aquellas personas  de acreditada adhesión a los mismos principios, dando cuenta a este Ayuntamiento de los adelantos que se hicieran a cuio fin le confiere este Ayuntamiento cuantas facultades sean necesarias….
La vida de la Sociedad Patriótica de Manzanares no pudo ser más efímera. Mientras los ilustrados buscaban la forma de sacar a España de la miseria en que se encontraba, Fernando VII, faltando a todos sus juramentos y declaraciones de fidelidad, conspiraba en secreto contra las instituciones liberales. Traicionando la confianza que en él habían depositado las Cortes, buscó la ayuda de potencias extranjeras para derrocar por la fuerza el régimen constitucional e imponer de nuevo el absolutismo. En el Congreso de Verona, celebrado el 20 de octubre de 1822, las monarquías absolutas de Europa, unidas en una Alianza que nada tenía de santa, decidieron apoyar las pretensiones de Fernando. Un ejército francés de cien mil hombres, bajo el mando del Duque de Angulema, cruzó la frontera sin encontrar apenas resistencia. Ni el ejército, ni el pueblo español, se opusieron ahora a la invasión. Era evidente que la Constitución burguesa no tenía el apoyo de las masas. En octubre de 1823 España caía de nuevo bajo el terror absolutista. Durante la llamada “década ominosa”, los crímenes y la represión de los realistas contra los liberales alcanzaron cotas de violencia y ensañamiento que llegaron a escandalizar a sus propios aliados. Miles de personas fueron perseguidas con ferocidad asesina; los que no lograron exiliarse murieron ejecutados tras ser sometidos a procesos irregulares: Mariana Pineda, los generales don José María de Torrijos y don Luis de Lacy, Francisco Abad “Chaleco”, Juan Martín “El Empecinado”, y tantos otros patriotas, dejaron sus vidas en cárceles y patíbulos por no plegarse a la real dictadura. Así comenzaba en nuestra Historia Contemporánea la triste secuela de enfrentamientos y divisiones entre españoles que daría lugar a varias guerras civiles, prolongándose durante todo el siglo XIX y parte del XX.

NOTAS
1.- GRIMA REIG, Juan María. Historia Moderna y Contemporánea Universal y de España. 4º de Bachillerato, plan de 1967. Página 198.
2.- Constitución Española de 1812. Introducción
3.- Constitución Española de 1812. Capítulo VII, artículo 131, facultad vigésima prima.
4.- Documento manuscrito 997 conservado en la Parroquia de la Merced de Ciudad Real. Fue encargado en 1814 por un historiador hasta ahora desconocido a D. Josef  Portes Puig, alcalde de la villa de Manzanares, con objeto de preparar una historia de la provincia que luego no se realizó. En el Archivo Municipal se conserva incompleta y en muy mal estado la carta de agradecimiento que el promotor de la idea envió al alcalde. Dice así:
Muy Sr. mio: con singularisimo aprecio he recibido las Memorias que se digna V.S. con fecha 5 del presente remitirme, y ha formado con extensa erudición y delicado criterio la comision de literatos nombrada por V.S. y por el muy  ilustre Ayuntamiento de esa fidelísima villa, para la formación del ensayo histórico suyo y de toda la Provincia. Por tan insigne zelo patriótico y acertada eleccion doy a V.S. las mas expresivas gracias, suplicandole se digne hacerlas presentes tambien al muy Ilustre Ayuntamiento con la solemne protexta de que en nada sera….
Lamentablemente el deterioro del documento impide leer la terminación, la fecha y la firma.
5.- Documento suelto del Archivo Municipal de Manzanares semidestruido por mala conservación.




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