ARTÍCULOS SOBRE LA HISTORIA DE MANZANARES

8 de mayo de 2012

PEDERASTIA EN EL COLEGIO DE MARISTAS DE MANZANARES


 Publicado en 2004

La masificación  y deficiente calidad de la enseñanza impartida en las escasas escuelas  públicas que tenía Manzanares a comienzos del siglo XX impulsaron a la burguesía local a crear centros privados donde sus hijos pudieran recibir una educación  más selecta. Por otra parte se pretendía acoger a algunos niños pobres con la intención de sacarlos del analfabetismo y suministrarles una formación religiosa que les apartara en el futuro de la influencia de sindicatos izquierdistas y organizaciones republicanas que utilizaban el anticlericalismo como bandera y señal de identidad.
La creación en Manzanares de un colegio privado para niños, regido por Hermanos Maristas (1) fue posible gracias a las gestiones de D. Ramón Álvarez Lodares. Aquel piadoso y rico propietario cedió para tal fin una magnífica casa de su propiedad, situada en calle Ancha 8, esquina a Obispo, e instituyó además una fundación sostenida por destacados empresarios y terratenientes que sufragaba la enseñanza a 50 alumnos huérfanos, o procedentes de familias humildes, cuya moralidad y convicciones católicas no desdijesen del ideario del centro. (2)

 A la izquierda se puede ver la ermita y la casona donde se estableció el colegio de Hermanos Maristas
 
Tras los preceptivos informes favorables del Ayuntamiento, Inspector de Sanidad y Director del Instituto General y Técnico de Ciudad Real, el colegio abrió sus puertas el 6 de enero de 1906 con el nombre de “San Antonio de Padua”. (3)
El Colegio de Manzanares estaba dedicado a la enseñanza primaria y acogió en principio a unos 160 alumnos, todos de pago o subvencionados. (4) La enseñanza corría a cargo de cinco HH. Maristas que atendían los cursos: elemental (7 a 9 años), medio (9 a 11 años) y superior (11 a 13 años). El horario de clases, de lunes a sábado inclusive, era de 8 a 11,30 de la mañana y de 14 a 17 horas por la  tarde.
La preparación del profesorado dejaba mucho que desear. Cuatro religiosos no tenían ninguna titulación y el que hacía las funciones de director, D. Juan Basols, era un maestro novato que acababa de aprobar la reválida de Magisterio y todavía no había abonado los derechos para poder ejercer. (5) Curiosamente la falta de titulaciones se compensaba con la aplicación de un método de enseñanza muy elaborado, largamente experimentado y practicado en todos los colegios de la congregación. El alumnado era sometido a una férrea disciplina. Las clases eran cortas; raramente superaban los treinta minutos. En ellas se  prestaba especial atención a la formación religiosa y a las asignaturas instrumentales: lectura comprensiva, escritura, Aritmética y Geometría. La formación se completaba con conocimientos de Geografía e Historia, Francés, Dibujo y Contabilidad. Al objeto de estimular el interés por el estudio, los profesores alentaban una feroz competencia entre alumnos. A los  más destacados se les premiaba con medallas y se les inscribía en el cuadro de honor del centro. Aquellos que no se adaptaban al reglamento o al método de enseñanza eran amonestados y finalmente expulsados. Otros factores determinantes de la eficacia del sistema consistían en mantener un estrecho contacto con las familias, ejerciendo un riguroso control de las tareas y de la asistencia a clase. (6)
Con el paso de los años el Colegio “San Antonio” fue aumentando su prestigio entre las clases adineradas de la comarca, al tiempo que su carácter elitista, y la protección que en todo momento recibía de la burguesía local, suscitaba cierta animadversión entre el profesorado de las siempre olvidadas y maltratadas escuelas nacionales. También contaba con la hostilidad de los grupos republicanos y socialistas que propugnaban una enseñanza de calidad,  pública, gratuita y no confesional.
Pasados cinco años el colegio se había consolidado y convertido en un lucrativo negocio. Los buenos resultados que los alumnos del colegio San Antonio obtenían en el examen de acceso al Instituto provincial elevaban el prestigio del centro. Aunque había diferentes opiniones, los padres estaban bastante satisfechos con el aprendizaje de sus hijos y las solicitudes de matrícula se incrementaban cada curso. Sin embargo, a mediados de octubre de 1911, sobrevino un escándalo mayúsculo cuando varios niños se atrevieron a confesar que eran objeto de abusos sexuales por parte de sus maestros. La noticia corrió como la pólvora por el pueblo. Familiares de los afectados, amigos, vecinos y curiosos se arremolinaron frente al colegio y descargaron su furia lanzando una lluvia de piedras contra las ventanas mientras insultaban a los religiosos. Ante la posibilidad de un linchamiento los Maristas escaparon, logrando refugiarse en casas particulares. Algunos mozalbetes escalaron hasta las ventanas, asaltaron el edificio y arrojaron parte del mobiliario a la calle entre los gritos iracundos de las gentes que pedían la expulsión de los pederastas. (7) Las autoridades intervinieron de inmediato, sofocaron el tumulto y, como medida preventiva, detuvieron a tres miembros de la congregación poniéndolos a disposición del juez..
En vista de los graves acontecimientos ocurridos, el día 21 de octubre se reunió urgentemente la Junta Local de Primera Enseñanza para estudiar el problema planteado.


COMPOSICIÓN DE LA JUNTA LOCAL DE PRIMERA ENSEÑANZA EN 1911 
Antonio Rubio Fernández-Caballero       Alcalde presidente

Dimas López González-Calero                Cura ecónomo
Bernardino Torres González                    Médico
Martín Rodríguez-Caro Merlo                 Primer teniente de alcalde
Alfonso Mañas Noblejas                          Padre de familia
Alberto Lardiés Palacio                            Maestro nacional
Agustín Saldaña Galiana                          Maestro de escuela privada
Pedro Galiana Pinés                                 Secretario

En aquella primera reunión se pusieron de manifiesto dos posturas distintas. La de aquellos que eran partidarios de la clausura definitiva e inmediata del colegio, liderados por el vocal médico, y la del cura ecónomo que mantenía la necesidad de que el centro permaneciera abierto a pesar de lo ocurrido.
Actuando con la máxima prudencia, el alcalde decidió pedir información al juez sobre los cargos concretos que existían contra los detenidos antes de tomar cualquier decisión. (8) Inmediatamente recibió un oficio de D. Francisco Bernal, Juez de Primera Instancia de Manzanares, comunicándole que se encontraba instruyendo sumario contra tres HH. Maristas por el delito de corrupción de menores. En vista de tales informes, el alcalde, como presidente de la Junta Local de 1ª Enseñanza, procedió al cierre temporal del colegio el día 22 de octubre.
Los lamentables sucesos del colegio “San Antonio” adquirieron pronto una dimensión política. Republicanos y socialistas organizaron una recogida de firmas para avalar un documento en el que pedían al alcalde la clausura definitiva del colegio Marista, argumentando que su reapertura ofendería los más elementales sentimientos de dignidad de todos los que aquí convivimos. En solo dos días lograron recopilar 730 rúbricas de personas que consideraban culpables a todos los Hermanos, unos por acción y otros por ocultación de los hechos. (9) Sin duda resultaba difícil de creer para los ciudadanos que en más de dos años de prácticas repugnantes, cometidas sobre un número indeterminado de niños en todos los lugares de la casa, y por dos o tres religiosos, los otros maristas no se hubieran percatado de  las desviaciones sexuales de sus compañeros. Más aun, las investigaciones demostraron que uno de los encausados era reincidente y procedía del colegio de Logroño del que había sido expulsado por pervertido. No era posible que tales antecedentes no hubiesen sido comunicados al director del centro de Manzanares, al menos como medida preventiva.
En un oficio posterior, fechado el 30 del mismo mes, el juez comunicaba a la alcaldía haber decretado también auto de clausura del colegio de Maristas por considerarlo un centro de corrupción de menores. Al día siguiente ampliaba la información indicando que los profesores Secundino Ruiz Vascones y Simón González López, conocidos por los Hermanos José y Severo, se hallaban convictos y confesos del delito indicado, por cuya razón se encontraban en prisión provisional. (10)
El 31 de octubre volvía a reunirse la Junta Local de 1ª Enseñanza. El alcalde informó del contenido de los oficios del juez y de la suspensión temporal de las clases que había ordenado unilateralmente, pidiendo la opinión que tal medida merecía a los demás componentes de la Junta. El vocal médico, D. Bernardino Torres, destacado miembro del Partido Republicano, mostró su indignación por los hechos acaecidos, exigió  el cierre definitivo del colegio y arremetió duramente contra la Congregación de Maristas. En su vehemente exposición pedía que no se intentara amenguar la inmensa gravedad de los delitos achacándolos a individuos y no a la colectividad. Dos o más años sometiendo a los niños a los mismos tratamientos deshonestos, envileciendo sus inocentes inteligencias con lecciones continuas de lascivia y lujuria; embruteciéndolos y degenerando sus instintos y sus cuerpos, y no por uno, sino por dos o tres; no por los mismos individuos, sino yéndose unos y viniendo otros con la misma degeneración moral, prueban de manera clara e inconcusa que el vicio es constitucional en ese instituto. Dudaba además de la legalidad de un colegio que funcionaba sin director titulado y, como colofón de su argumentación planteó que si Manzanares nunca consintió lupanares, que por razones de higiene social pudieran ser convenientes, no había de permitir casas de invertidos tapujados con la sotana del religioso.

D. Bernardino Torres González, médico de la Beneficencia Municipal y destacado miembro del Partido Republicano

Intervino a continuación D. Dimas López, en funciones de cura párroco, mostrando su desacuerdo con que se atacara a una entidad, por muchos conceptos digna de consideración y aprecio, porque uno o dos de sus miembros hubieran cometido faltas más o menos graves. Consideraba la exposición de D. Bernardino demasiado aparatosa y se mostró contrario a la clausura y desaparición del colegio. (11)
Una vez más D. Antonio Rubio actuó de moderador entre los dos extremos y, sin dejarse influenciar por la presión popular, propuso que se formara un expediente con todos los datos objetivos que existían sobre el caso y las certificaciones de las actas de las sesiones celebradas por la Junta Local. Dicha documentación se remitiría a la Junta Provincial de Instrucción Pública para que ella resolviera lo que estimara pertinente respecto al cierre. Todos los miembros se mostraron de acuerdo con la propuesta del alcalde a excepción del cura que hizo constar su voto particular en contra al considerar que no había motivo bastante para la formación de tal expediente. (12)
El domingo 5 de noviembre los republicanos organizaron una manifestación de protesta por los hechos ocurridos en el colegio marista y exigieron a las autoridades el cierre definitivo del mismo. Entretanto, los grupos conservadores y clericales, junto con algunos padres de alumnos, comenzaron a organizarse para impedir el cierre. Tratando de compensar las actuaciones de republicanos y socialistas lograron recoger 160 firmas y viajaron con ellas a Ciudad Real para pedir al gobernador la reapertura del centro. (13)
Efectivamente el expediente había llegado a La Junta Provincial, pero sus integrantes acordaron no intervenir en el asunto y pasarlo al Rector de la Universidad Central, de quien dependía en última instancia la apertura o cierre de colegios en toda la región. El rectorado, tras estudiar la documentación recibida, ordenó a la Inspección Provincial de Ciudad Real recabar, con la mayor reserva, amplitud e imparcialidad, toda la información posible sobre lo ocurrido.
El inspector D. Francisco Sánchez Sánchez fue el encargado de entrevistar a autoridades, vecinos y afectados. Finalizadas sus averiguaciones elaboró un informe completo donde exponía que estaba completamente probado el hecho de corrupción de menores llevado a cabo por los Hermanos Maristas encargados de dar la enseñanza en el Colegio que tenían establecido en Manzanares, puesto que resultan convictos y confesos los autores materiales. En el séptimo punto del mismo documento concluía: que dada la actitud justificada del vecindario de Manzanares, tan hostil hoy como el primer día contra los Hermanos Maristas por los repugnantes actos de deshonestidad, la inspección opina que sería imprudente autorizar la apertura de dicho Centro de Enseñanza después de la profanación llevada a cabo por los que estaban encargados de educar los niños que allí concurrían. (14) Ante la evidencia de los hechos probados, el rectorado acordó la clausura definitiva del Colegio de Maristas de Manzanares, determinación que se comunicó al director el 12 de marzo de 1912. (15)
Para los padres de alumnos, muchos de ellos pertenecientes a la alta burguesía local, la desaparición del colegio marista constituía un serio problema, ya que les obligaba a llevar a sus hijos a las escuelas públicas o enviarlos fuera de Manzanares. Para los sectores clericales suponía el desprestigio de una institución católica, precedente que no estaban dispuestos a tolerar. A lo largo del verano de 1912 el Rector de la Universidad Central recibió todo tipo de presiones para que accediera a la reapertura. Tanto los socios de la Conferencia de San Vicente de Paúl, como los miembros de Adoración Nocturna, Cofradías y Mayores Contribuyentes enviaron súplicas en ese sentido, en atención a los grandes beneficios que, en su opinión, había reportado el colegio religioso a la juventud manzanareña. Al objeto de conseguir el beneplácito del rector, a finales de octubre se le envió otra petición respaldada por 300 firmas, aludiendo a las inmejorables condiciones del local y a su utilidad pública, dado  el  servicio prestado por los Maristas en la educación de niños pobres. (16) Pero el escollo no era el rector; el verdadero obstáculo estaba en los grupos liberal y republicano de la Corporación Municipal y en la Inspección Local de Sanidad, cuyos informes desfavorables bloqueaban sistemáticamente cualquier intento. Como el plan para conseguir la reapertura fracasó, la Congregación Marista y sus valedores, convenientemente asesorados, idearon una nueva estrategia para vencer la resistencia municipal y encaminaron sus esfuerzos hacia la apertura de un colegio “nuevo”. A principios de febrero de 1913, Eduardo Hidalgo Santidrián, destacado miembro del Instituto de Hermanos Maristas, solicitaba del Ayuntamiento autorización para establecer otro colegio de enseñanza, ubicado en el mismo local que el clausurado, para lo que ya contaba con la aprobación del Director del Instituto General y Técnico de Ciudad Real. (17) La Corporación, con la excepción de la minoría conservadora, trató de oponerse a aquella burda maniobra pero las circunstancias habían cambiado. Todos los indicios apuntaban a que el asunto estaba ya decidido en altas instancias. El gobernador fue sustituido, la alarma social que los hechos despertaron en su momento se había difuminado y la opinión pública fue convenientemente trabajada desde los púlpitos. Oponerse frontalmente a la apertura de otro colegio regido por personas diferentes no resultaba legalmente viable ni políticamente conveniente. La presión era inmensa y obcecarse en el cierre equivalía a mostrar una imagen de intolerancia y fanatismo antirreligioso que pocos estaban dispuestos a mantener. Finalmente la Corporación tuvo que ceder. A cambio consiguió que el obispado accediese a efectuar provisionalmente la consagración del cementerio municipal, obligado requisito para poder comenzar las inhumaciones, si bien el pleito que mantenían Ayuntamiento y Parroquia por aquel asunto siguió su curso ante el Tribunal Supremo. (18)
Para restaurar la deteriorada imagen de los religiosos Maristas, conseguir la aceptación popular del “nuevo” colegio y ganarse la confianza de los padres, la congregación renovó completamente al profesorado y designó como director a un religioso de gran prestigio y experiencia procedente del Liceo de Burgos. Se trataba de Jean Aventín Agniel Chalandai, más conocido como hermano Basilio. (19). Con él se inició la segunda etapa en las actividades docentes de los Maristas en Manzanares que se prolongaría durante 22 años, hasta la definitiva desaparición del colegio con motivo de la guerra civil de 1936.

Jean Aventín Agniel Chalandai. El hermano Basilio

NOTAS

1.- La congregación católica de los Pequeños Hermanos de María, o Hermanos Maristas, dedicados a la enseñanza, fue creada en Lyon en 1817 por el beato Marcelino Champagnat extendiéndose después a toda Europa. Sus actividades fueron autorizadas en España  por R.O. de 8 de febrero de 1888.
2.- Periódico Diario de la Mancha del 29 de noviembre de 1906. Ciudad Real.
3.- Boletín Oficial del Obispado Priorato de las Órdenes Militares del 12 de enero de 1906. Página 40.
4.- En noviembre de 1906 comenzaron las clases para adultos para obreros y artesanos. En sus mejores momentos, década de los veinte, el colegio de Maristas llegó a tener 280 alumnos.
5.- La legislación vigente exigía que el director del colegio fuese un maestro titulado. Efectivamente las solicitudes de los permisos de apertura fueron firmadas por el maestro Marista  Nicomedes del Pecho Sanz, natural de Alcubilla de Avellaneda (Burgos), quien nunca se incorporó al colegio de Manzanares.
6.- Reglamento del Colegio de Maristas de Manzanares. Expediente nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
7.- Carta de Juan Rodríguez Menjibar fechada el 27 de junio de 1992 en la que relata su experiencia como testigo presencial de los hechos.
8.- Certificado del acta de la sesión de la J.L. de Primera Enseñanza celebrada el 21 de octubre de 1911. Expediente nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
9.- Documento respaldado por 730 firmas dirigido al alcalde, fechado el 24 de octubre de 1911. Expediente nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
10.- Oficios del Juez de Primera Instancia al Alcalde Constitucional de Manzanares fechados el 21, 30 y 31 de octubre de 1911. Expediente nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
11.- D. Bernardino Torres González era natural de Torralba de Calatrava. Ejerció la medicina en Manzanares como médico de la Beneficencia. Estaba casado con Senadora Borlado de la que no tuvo descendencia.. Murió el 21 de septiembre de 1919 a los71 años de edad, según inscripción 72 del Libro de Defunciones nº 35 del Registro Civil de Manzanares.
12.- Certificado del Acta de la sesión celebrada por la Junta Local de 1ª Enseñanza celebrada el 31 de octubre de 1911. Expediente nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
13.- Documento respaldado por 160 firmas dirigido al Gobernador Civil de Ciudad Real fechado el 8 de noviembre de 1911. Expediente. nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
14.- Informe enviado por el Inspector Provincial de 1ª Enseñanza al Rector de la Universidad Central de Madrid fechado el 27 de enero de 1912. Expediente nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
15.- Libros de salidas de documentos del Archivo Municipal de Manzanares. Inscripción nº 211 del 12 de marzo de 1912.
16.- Documento dirigido al Rector de la Universidad Central fechado el 29 de octubre de 1912. Expediente nº 589, caja 62. Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.
17.- Libro de Actas de Sesiones Municipales. Supletoria del 15 de febrero de 1913.Páginas 24 y 24 vuelta. Archivo Municipal de Manzanares.
18.- Libro de Actas de Sesiones Municipales. Supletoria del 15 de marzo de 1913.. Archivo Municipal de Manzanares.
19.- El Hermano Basilio era natural de Jonquieres, en el Departamento de Gard (Francia), y falleció en Manzanares el 16 de enero de 1917. Libro de Defunciones nº 25. Página 258 vuelta. Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.




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