Cosechero, propietario y escritor manzanareño
Publicado
el año 2001
Cuando
la Historia no lo remedia, el inexorable paso del tiempo oculta definitivamente
tras el velo del olvido a personajes,
hechos memorables y otros acontecimientos de menor entidad que en su día constituyeron el pulso vital en el devenir
cotidiano de los pueblos. En esta ocasión pretendemos rescatar la
memoria de un hombre hecho a sí mismo que,
influido por la decimonónica
corriente de positivismo científico, buscó en los avances técnicos de su
tiempo las claves del progreso material para sus
semejantes.
José
Benito López de Pablos Camuñas nació en la fidelísima villa de Manzanares, provincia de la Mancha, el
21 de marzo de 1841. (1) Sus padres, Juan José López de Pablos García y María
Camuñas Migallón, formaban una familia de labradores acomodados, con casa
propia en calle Camarenas y ocho hijos: Isabel, Josefa, Eusebia, Antonio,
José, Manuel, Juan y Jesús. (2)
José
Benito López de Pablos Camuñas
Desde muy pequeño su relación con el campo fue intensa. Su infancia debió discurrir
entre vendimias y siegas que impregnaron sus recuerdos con el verde de los
pámpanos y el amarillo de los trigales.
La
prematura muerte del padre le obligó desde muy joven a asumir trabajos y
responsabilidades en la empresa familiar. (3) En el tajo aprendió las técnicas
elementales de la viticultura y tomó conciencia de la problemática del sector vitivinícola.
El
14 de septiembre de 1862, cuando apenas contaba 21 años, casó con Matea Garrido
Sánchez y fijó su residencia en una casa de nueva construcción que levantó en
calle Ferrocarril 3 (actual Paseo de la
Estación), zona que por aquel tiempo se encontraba sin urbanizar y un tanto apartada del resto de la población. (4)
Con
su primera mujer tuvo varios hijos, de los que únicamente María llegó a la edad adulta. En este periodo
centra su actividad en la agricultura y realiza además funciones de agrimensor, llegando a formar parte
de la lista de mayores contribuyentes de la localidad.
Los conocimientos que adquirió por experiencia propia, dada la estrecha relación que
mantenía con campesinos y bodegueros, unidos a una incansable afición por la
lectura, le procuraron una sólida formación autodidacta. Su mente despierta y creativa quedó impresionada por la
evolución de la técnica y las transformaciones sociales que caracterizaron el último tercio del siglo XIX. La mejora en
las comunicaciones gracias a la invención del telégrafo, la evolución del
transporte mediante buques a vapor, la expansión del ferrocarril y las
aplicaciones prácticas de la electricidad
le llevaron a la convicción de que el avance de los pueblos y su progreso económico van íntimamente ligados al
desarrollo de la ciencia, la tecnología y el comercio.
Al
analizar la evolución que había experimentado la sociedad durante el siglo que le tocó vivir escribió: A principios del siglo presente hacíamos una vida pobre
de espíritu, ciencia, alimentos, vestidos, habitaciones, mueblaje, locomoción, transporte y vicios; cual
permitía la época..., entregados al
arte de la guerra y a vivir soñando con la reconquista de América que acabamos de perder...; cuando teníamos muy poca
agricultura, menos industria y
exiguo comercio..., malamente vestidos,
con poco esmero alimentados, faltos de espíritu industrial y científico,
aunque instruidos en la vida contemplativa y
mojigatesca, esperándolo todo de la providencia
y del seminario... como quien no sabe otra cosa mejor. Algunos liberales querían sacudir el yugo teocrático y
régimen caprichoso que todo lo oscurecía, pero los gobiernos y jefes de la nación pugnaban por conservar el poder absoluto y el pueblo
aletargado. Pero pronto el viento
vivificador del siglo XIX empezó a soplar, entrando el segundo tercio de éste
agitando los aires de civilización,
progreso y ciencia que sacudían el
viejo polvo de la ignorancia; sucediendo a la abadía la explotación rural y la carretera practicable; a
la inquisición la industria manufacturera, la libertad de emprender,
escribir y comerciar sin tasa; a la vida monástica
el espíritu emprendedor, laborioso y productivo; al sórdido rosario de la Aurora el movimiento político,
literario y científico. (5)
Consciente
del atraso en que se movía la principal industria de su pueblo decidió
escribir un libro de carácter pedagógico para orientación y enseñanza de los
bodegueros. Así, en 1875, publica La
Perla Vinícola, un práctico manual
impreso en Ciudad Real, en los talleres de Cayetano Clemente Rubisco, dedicado a la fabricación,
composición y mejoramiento de vinos, vinagres, cervezas y helados. (6)
Ese
afán por divulgar conocimientos le llevó ese mismo año a editar la que habría
de ser su obra más importante, El
Diamante del Vinicultor; tratado de viticultura y enología que abarca desde la plantación y cultivo
de la vid a la fabricación, mejora y adulteración de vinos naturales y artificiales,
pasando por la elaboración de aguardientes, licores, pasas, vinagres,
cervezas, gaseosas, jabones y refrescos helados. Con este libro tuvo un gran
éxito de ventas, dándose a conocer entre
los industriales, comerciantes y exportadores de todo el país.
El
éxito alcanzado por La Perla Vinícola
le obligó a sacar una segunda edición en 1876 al tiempo que se convertía en
colaborador habitual de la Gaceta Vinícola. Por su fama y prestigio fue
elegido como ponente principal y miembro de la comisión de estatutos organizada
por la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País para la elaboración del Reglamento de la Sociedad
General Española de
Viticultura, Vinificación y Enología Industrial. Este documento, que José López de Pablos
consideraba de gran importancia para el sector, se publicó en Ciudad
Real el año 1877. Su autor escribió: si San Ignacio de Loyola asombró al mundo e hizo temblar los Tronos de
Europa con su hermandad de Jesuitas;
nosotros salvaremos a España con el trabajo, enseñanza, honradez y nuestra Sociedad
Vinícola. (7)
Como
fruto de su gran capacidad de trabajo en 1878 aparece
una nueva obra, titulada Norte Enológico, en la que aporta
interesantes instrucciones técnicas para la elaboración de vinos comunes,
especiales, rancios y espumosos, así como los más modernos tratamientos de la
época para prevenir y tratar las enfermedades de los mismos. (8)
Tras
un largo periodo de reflexión y análisis, en 1882 lanza una segunda edición del
Diamante del Vinicultor, debidamente
actualizada, en un tomo de 532 páginas que se vendía a 12,50 pesetas en las
mejores librerías de Madrid y en casi todas las capitales de provincia de
España. También recibía numerosos pedidos de países iberoamericanos y
africanos. (9)
Portadas de dos de los
libros escritos por José López Camuñas
A
finales de ese mismo año confecciona un simpático Calendario Vinícola y Filoxérico
para el año 1883. En él hace sus pinitos poéticos, recoge una breve reseña
histórica de la localidad, una pequeña historia del vino y aporta numerosos
consejos útiles para viticultores. Dando muestras de cierto escepticismo en
materia religiosa, confiesa en esta pequeña obra: (10)
No sé lo
que hay más allá,
tanto
arriba como abajo,
los que
se marchan no vuelven
y
milagros ... hoy los santos
no
quieren hacer ninguno
porque se
encuentran cansados,
paseándose
en espíritu
para que
no los veamos.
En
agosto de 1884 tuvo la desgracia de perder a su esposa, luctuoso suceso que le
sumió temporalmente en una gran tristeza.
El 14 de junio de 1886, cuando había cumplido 45 años, contrajo nuevo matrimonio con Bibiana Martín de León Merchán, una joven de 28 que le hizo
recuperar la ilusión dándole numerosos hijos de los que sólo sobrevivieron
dos: Adriana (2-XI-1890) y Marcial (24-II-1894).
Normalizada su situación sentimental y doméstica, en 1888 inicia su aventura periodística fundando el
semanario El Relámpago. Como director nombró a Alfonso Carrión Vega,
registrador de la propiedad jubilado con quien le unía gran amistad.
López de Pablos vivió uno de los periodos más agitados e inestables de la historia de España. Conoció las
pugnas entre liberales y carlistas, la
revolución de 1868 que terminó con
el destronamiento y expulsión de Isabel II, el fugaz reinado de Amadeo I de Saboya, la instauración y
fracaso de la Primera República, la restauración borbónica en la persona de Alfonso XII y la regencia de
María Cristina de Habsburgo. Todos
esos acontecimientos que conmocionaron al país tuvieron inevitablemente
su reflejo a nivel local generando
enemistades y enfrentamientos ideológicos. Ignoramos cuál fue el posicionamiento concreto de nuestro personaje, pero quedó tan decepcionado que ordenó al
director de su periódico permanecer impasible
al ardiente y veleidoso campo
de la política al considerar que,
en las poblaciones
rurales, sólo acarreaba sinsabores y disgustos.
Fiel
a sus convicciones entendió el periodismo como una herramienta puesta al
servicio del desarrollo económico y
cultural del Manzanares, como un vehículo de introducción de la
ciencia, la belleza y la moral entre las gentes. El Relámpago se concibió como
un semanario dedicado a intereses materiales, agricultura y comercio,
cotizaciones y mercados, asuntos científicos
o literarios, noticias locales e informes
sobre los tribunales de la Audiencia Territorial de Justicia que entonces tenía sede en nuestro
pueblo. Estaba formado por cuatro páginas de 32 x 44 centímetros de las que la última se dedicaba a publicidad. (11) El
primer número apareció el día 11 de
noviembre de 1888 y se elaboró en los talleres del Eco de Daimiel. El
precio de cada ejemplar suelto era de
10 céntimos y, a partir del número cuatro, ya se realizó en Manzanares,
en una pequeña imprenta propiedad de José Torrenova, situada en calle Toledo 17.
Junto
al editorial, referido casi siempre a temas vitivinícolas
y monopolizado por el fundador bajo los seudónimos de Cráter, Un Burgués o «C», había sección científica,
literaria, tribunales, consultas, chispazos de información local y espectáculos. Curiosamente el director no ejercía como
articulista, limitándose a la recogida de noticias y a la organización de la información. El número de
redactores y colaboradores fue siempre muy limitado. En la sección
literaria solían escribir dos poetas que firmaban con los nombres de Rines y Arco Iris. María Francisca Díaz Carralero,
la famosa Ciega de Manzanares, también publicó
alguna de sus poesías en el periódico local con cuyo propietario mantenía una
relación de mutua admiración. Cuando
falleció María Francisca, el 26 de julio de 1894, José leyó ante su
féretro unos versos dedicados a la genial repentizadora. Decían así:
Vate en
la tierra,
Santa en
el cielo,
no viste
el mundo
porque es
pequeño.
Viste lo
grande,
viste lo
inmenso
y allá te
marchas ...
Ten un
recuerdo
para esta
lágrima
de un
compañero.
Al igual que hizo con sus libros, José López de Pablos aprovechó las páginas de El Relámpago para
realizar una destacada labor de divulgación científica. En términos sencillos expuso, entre otras cosas, la importancia
sanitaria del baño, la técnica de la
poda en la vid o la incidencia de los
trasiegos en la calidad de los vinos. En sucesivos artículos explicó ampliamente a los lectores el Sistema
Métrico Decimal; método
internacional de medida que España había
asumido e implantado por ley en julio de 1849 pero que, cuarenta años después,
no había logrado vencer la costumbre de utilizar arrobas, fanegas,
varas y onzas.
El Relámpago intervino activamente en la promoción del proyecto de construcción de la vía férrea
Manzanares-Utiel
por considerarla de gran interés para la economía de la comarca. Esta línea habría permitido dar fácil salida
a los vinos y demás producciones
agrícolas hacia los puertos de levante
pero, por distintas razones, no llegó
a construirse.
También
recogió en sus páginas los trabajos de la comisión nombrada por los cosecheros de vinos, fabricantes de aguardiente, comerciantes y propietarios agrícolas, para organizar la participación
de los industriales manzanareños en la
Exposición Universal de París, que
habría de celebrarse en 1892. José
López Camuñas formó parte de ella
junto a personajes tan relevantes como D. José García-Noblejas Díaz-Pinés, Antonio
González-Elipe y González-Elipe, Diego Martín de Bernardo Quevedo y Pedro
Arias Moreno.
Transcurridos
los primeros seis meses de andadura
resultaba evidente el desinterés que
la mayoría del pueblo mostraba hacia
aquella publicación. En una carta enviada al propietario por el director éste manifestaba: En el tiempo que ha mediado desde la aparición del primer número, he podido
convencerme de que las corrientes
del día; las necesidades y gustos
particulares exigen variación en la
marcha del periódico. Yo, como Director,
y principalmente como amigo, estoy en el deber de aconsejar a V que a sus intereses conviene tome El
Relámpago otro giro para llenar en lo posible el deseo de los más, consiguiendo lo busquen con afán aquellos que han de ayudar a sostenerlo. En mi
concepto debe variarse la empresa,
imprimiendo a la Redacción rumbo
distinto; dando la variedad posible a los asuntos de que se trate, para
lo cual es preciso tome algún color político
que le preste interés de actualidad, independencia absoluta, sin someterse a miras de partido o bandería. A continuación el Sr. Carrión Vega manifestaba su deseo de abandonar la dirección alegando como
razones su avanzada edad y precaria salud. (12)
En consecuencia, el 12 de mayo de 1889 apareció el último periódico, que hacía el número 27. José López
de Pablos trató de crear una nueva publicación respaldada económicamente por algunos socios pero, bien
porque no encontrara las personas
adecuadas o por otras razones que ignoramos, aquella idea nunca se
materializó.
Sensibilizado por la dura situación económica que afectaba a la población, en 1890 vuelve López de Pablos a
la creación literaria con un libro titulado
El Azafrán y el Añil,
el Algodón y el Tabaco. Con
él trataba de persuadir a sus paisanos de las grandes ventajas que
traería para todos la diversificación de los
cultivos del término. Muy especialmente
recomendaba a las familias humildes la plantación de azafranales; en tierras propias o arrendadas, como el método más rápido y eficaz de combatir la
pobreza. En las primeras páginas de
la obra explica su intención: Publicamos este pequeño estudio de carácter y corte práctico, de
reducido tamaño, exento de tecnicismos, con el propósito de ponerlo al
alcance de todas las inteligencias y fortunas, por pequeñas que sean, para
difundir los conocimientos necesarios entre la clase pobre, trabajadora y
menesterosa, a la que no hemos querido aturdir con estudios profundos
superiores a su capacidad, ni ahuyentarla con crecidos gastos por adquisición
de voluminosa y elegante obra con abundancia de lectura clásica...; por cuanto
nos consta que el trabajador, el rural y el pobre jornalero, ni tienen tiempo
bastante para el estudio, ni dinero adquirido sin trabajo, ni les deleita ni
les agrada, ni la comprenden, ni le sacan el partido que necesitan. Quieren
pequeños libros en volumen, prácticos, concretos, baratos, de aplicación sencilla,
fácil y cierta; y a conseguir estos deseos y necesidades encaminamos nuestros
esfuerzos... (13)
Fiel seguidor de las doctrinas naturistas e hidropáticas
solía bañarse desnudo en pleno invierno
en las aguas heladas del Azuer y llevaba a
sus hijos a caminar descalzos por la
escarcha como método preventivo de catarros y enfriamientos. Aquel interés por la medicina natural le
llevó a publicar en 1897 su última
obra denominada Enfermedades
de la mujer y de los niños. (14)
En ella recopila una serie de
procedimientos caseros para combatir las enfermedades más comunes en aquella época. Aunque a estas alturas
resulta imposible de demostrar, se cuenta que trató con éxito a dos mujeres que padecían sendos cánceres de mama,
conocidos entonces como zaratanes.
José López de Pablos falleció en Manzanares el 4 de junio de 1909 a consecuencia de una congestión
cerebral cuando contaba 68 años de edad.
(15) Sin lugar a dudas fue un
adelantado de su tiempo; un hombre inquieto, dotado de un insaciable
deseo de saber y de comunicar a los demás sus
experiencias. Esa pasión por la industria y el comercio la contagió también a
sus hermanos Manuel, Juan y Jesús. El
primero tuvo fábrica de jabón en Ciudad Real, escribió en 1880 un libro titulado Nueva fabricación de
los jabones y dirigió el periódico El Consultor del
fabricante de jabones y cosechero
de vinos. Juan fundó en
Valdepeñas la fábrica de jabones «La
Esperanza» y publicó en 1883 El guía del fabricante de jabones. Por su parte, Jesús abrió otra en Manzanares denominada «La Estrella»,
ubicada en calle Empedrada 8.
NOTAS
1.- Libro de Nacimientos n° 40.
Archivo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
2.- Padrón de contribuciones del
año 1821. Archivo Municipal de Manzanares.
3.- Su padre murió el 9-11-1859
cuando él tenía 18 años.
4.- Libro de Desposorios y
Velaciones n° 17. Archivo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
5.- Prólogo de la obra El azafrán, el añil, el algodón y el tabaco.
Imprenta de E. Jaramillo y Ca. Madrid 1890.
6.- Dado que la mayoría de
estas obras se encuentran en la Biblioteca Nacional, sugiero a los responsables
de la Biblioteca Municipal sean microfilmadas y reproducidas para tener en Manzanares
copia de las mismas.
7.- Portada del Reglamento de
la Sociedad General Española de Viticultura, vinificación y enología
industrial. Establecimiento tipográfico de R. C. Rubisco. Ciudad Real 1877.
8.- Norte Enológico. Imprenta del Indicador de los Caminos
de Hierro. Madrid 1878.
9.- Propaganda realizada en la
contraportada del Calendario Vinícola y filoxérico para 1883. Imprenta
de R. Moreno y R. Rojas. Madrid 1882.
10.- Calendario Vinícola y filoxérico
para 1883. Imprenta de R. Moreno y R. Rojas. Madrid 1882. Página 2.
11.- Casi media página la
utilizaba para promocionar el libro El Diamante, ya en su tercera edición.
Otros anuncios correspondían a la fábrica
de jabones de su hermano Jesús y al comercio de ultramarinos de su cuñado Elías
Martín de León.
12.- El Relámpago. 5 de mayo de 1889.
Página 1.
13.- El Azafrán y el Añil, el Algodón y el Tabaco.
Imprenta de E. Jaramillo y Ca. Madrid 1890. Páginas 9 y 10.
14.- El autor intuyó que la
aparición de este libro no caería demasiado bien entre los médicos titulados,
quienes posiblemente le criticarían por
intrusismo profesional. Tal vez por eso puso su nombre escrito al revés, Osej
Zepol Sañumak.
15.- Libro de Defunciones n°
27. Registro Civil de Manzanares.
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