Apóstol de la consecuencia y de la justicia social
Publicado el año 2000
Antonio Pinés nació el 12
de mayo de 1881 en la pequeña localidad manchega de Valenzuela de Calatrava.
Huérfano de padre a los 11 años, emigra con su madre, la manzanareña Josefa
Núnez-Hoyo, a la localidad valenciana de Alcira donde su abuelo, guardia civil,
estaba destinado. Desde muy niño se vio en la necesidad de buscarse el sustento
con el trabajo, de modo que su infancia fue una auténtica lucha por la
supervivencia en una España decadente, empobrecida por la terrible guerra de
Cuba que absorbía los escasos recursos de la nación.
Las prolongadas jornadas
de actividad laboral no pudieron impedir que su viva inteligencia aprovechara
cualquier ocasión para formarse. Leyendo cuanto caía en sus manos consiguió una
sólida formación autodidacta que, además de moldear su personalidad y definir
su ideología, le permitiría más tarde dirigir la escuela racionalista dependiente
de la Sociedad Obrera.
Desde muy joven se sintió atraído por la política. Antimonárquico
convencido, en 1908 ya era Presidente del Comité Republicano de Bellreguart y
escribía con frecuencia en los periódicos valencianos «El Federal» y «El
Pueblo». A consecuencia de la intensa represión desatada por el Gobierno en
1909 contra los anarquistas y republicanos con motivo de los sucesos de la
Semana Trágica de Barcelona, sufrió persecución policial por atribuírsele la
elaboración de las proclamas de huelga. Era además un gran admirador de Pí y
Margall y mantenía una estrecha amistad con José Nakens, colaborando habitualmente en el periódico «El Motín».
El 11 de septiembre de
1915 contrajo matrimonio civil en Barcheta (Valencia) con Juana Ferrándiz
Vidal, natural de Simat de Valldigna. Como fruto de esa relación nacerían tres
hijos, una niña a la que puso de nombre Libertad, y dos niños llamados Progreso
y Helios. (1) Tras la boda, el matrimonio se instaló en Valdepeñas, donde
Antonio inicia su actividad profesional como trabajador autónomo dedicándose
a comprar grasas animales a carniceros y mataderos de la comarca con las que
abastecía a las fábricas de jabón, por eso se le conocía con el apodo de «El
Tío del Sebo». En Valdepeñas desarrolló una febril actividad en la Casa del
Pueblo donde consiguió abolir el vino y la baraja, impidiendo que los
trabajadores fueran manipulados por determinados elementos del Partido Radical
en las elecciones municipales de 1920. Ello le supuso sufrir una campaña de
descrédito mediante falsas acusaciones, desatada por algunos de sus oponentes,
que terminó con una expulsión irregular sin darle oportunidad de defenderse
ante la Asamblea General.
Antonio Pinés Núñez-Hoyo. “El tío del sebo”
La relación de Antonio Pinés con Manzanares se
inicia en 1921 cuando en plena madurez se traslada a nuestro pueblo, instalándose
en una vivienda del barrio de Madrid Moderno, carente en aquellos años de
urbanización, sin electricidad ni agua potable. En diciembre de 1922, tuvo la
desgracia de perder a su mujer, quedando viudo y con tres hijos muy pequeños
que saldrían adelante gracias a los cuidados de la abuela paterna.
En plena dictadura
primorriverista Pinés tenía por costumbre asistir a todos los plenos
municipales, donde participaba activamente denunciando carencias o solicitando
mejoras para la población. Gracias a su insistencia ante las autoridades se
urbanizó el barrio situado tras la vía férrea, formándose las calles Unión,
Sol, Virtud y Armonía. Por su intercesión se instaló también el tendido
eléctrico en los barrios de Salamanca y Madrid Moderno.
Estuvo algún tiempo
afiliado al Sindicato Único de Trabajadores de C.N.T. pero su carácter crítico
e independiente le convertía en un hombre poco sumiso, incapaz de aceptar sin
discusión las directrices de los dirigentes de cualquier organización. Las
disensiones internas y la hostilidad de sus propios compañeros, con quienes no
compartía determinados planteamientos extremistas basados en la violencia revolucionaria,
le forzaron a abandonar la militancia colectiva.
En 1925 intentó ingresar
en la Sección de Profesiones y Oficios Varios de la Casa del Pueblo. Al
solicitar el reglamento por el que se regía el sindicato, al objeto de conocer
sus derechos y deberes, suscitó una absurda desconfianza que, unida a sus
antecedentes en Valdepeñas y a las discrepancias que mantenía con Vicente
Moraleda, uno de los hombres más destacados del Partido Socialista, influyeron
decisivamente para que no se le admitiera.
En diciembre de 1929 toma
la iniciativa de fundar el Comité Local del Partido Republicano Radical Socialista.
Para ello consiguió reunir a una serie de simpatizantes con dicha corriente
política y redactó de su puño y letra la hoja titulada «Manifiesto a los
hombres conscientes» con la que se animaba a los ciudadanos a inscribirse en
el nuevo partido. Al solicitar en el Ayuntamiento el oportuno permiso para la
difusión del escrito, el alcalde, D. Máximo González, remitió la hoja al
Gobernador Civil quien ordenó inmediatamente a la policía impedir el reparto y
amedrentar a los firmantes. Llamados a la comisaría todos se atemorizaron y
renegaron del manifiesto. Por el contrario, Antonio Pinés asumió la autoría del
documento y las responsabilidades consiguientes. Aquel acto de honestidad y
valentía, apreciado por los propios agentes policiales, contrastaba con la
conducta de sus compañeros que quedaron en ridículo por su falta de
consecuencia. Unos meses después, cuando la caída de la monarquía era inminente
y ya no existía peligro alguno de represión, se volvieron a reunir los
miembros del Partido Republicano Radical Socialista, pagando a Pinés con la
marginación y el rechazo. (2)
Desilusionado por el
comportamiento de los responsables de todas las organizaciones sindicales y
políticas decidió entonces canalizar sus inquietudes a través de un periódico
quincenal al que dio el título de «El Cauterio Social». La intención de su
director era crear un medio de información local abierto a todo el que pudiera
decir y probar verdades, lo suficientemente mordaz como para cauterizar las
llagas sociales.
Tras la proclamación de la
Segunda República Española comienza la primera fase de su andadura. Tenía sólo
cuatro páginas de 35 x 50 cm., se confeccionaba en la imprenta Vida Nueva, Guerrero, de Puertollano, y
era repartido por el propio Pinés e hijos. El precio de venta al público fue de
10 céntimos por ejemplar.
Tras los primeros ocho
números desapareció durante unos meses por razones que desconocemos,
reapareciendo el n° 9 el 30 de noviembre de 1931. En principio salía los días
15 y 30 de cada mes, pero a partir de enero de 1932 lo hizo en los sábados
alternos. Comenzó tirando 500 ejemplares de los que apenas vendía 350; más
tarde consiguió llegar al millar. (3) El contenido era eminentemente
político-social y reflejaba la particular forma de pensar de su fundador.
También se ocupaba de informar sobre los asuntos tratados en las sesiones
municipales, mítines y otros actos públicos. Incorporaba artículos de opinión
sobre cuestiones socioeconómicas o de actualidad política, poesías y una
sección de tribuna libre, dedicando la cuarta página a publicidad.
El análisis de los
artículos firmados por el director, unas veces como Antonio Pinés Núñez, otras
como AMPINÚ o como A.P.N. nos permiten apreciar la peculiar forma de ser y pensar
de aquel hombre tan inquieto e inteligente.
El Cauterio refleja, en la
actitud seria, gallarda y consecuente de su creador, una independencia y
altruismo poco frecuentes, unidos a una clara intención educativa. Desde sus
páginas se combate la apatía popular, la pasividad borreguil de las masas. Su
objetivo último consistía en transformar la sociedad; acabar con las
desigualdades e injusticias por medio de la culturización del pueblo y el
avance progresivo, desechando toda violencia revolucionaria. Siempre haciendo
gala de su lema preferido: ¡Viva la
libertad para pensar y obrar bien!
Uno de los
principales rasgos de su fuerte personalidad era el absoluto rechazo que sentía
hacia esos políticos oportunistas y manipuladores que en tiempo electoral
ofrecen al pueblo todo tipo de mejoras, olvidando sus promesas cuando alcanzan
el poder.
Antonio Pinés era además
un ateo convencido y un furibundo anticlerical. Su arreligiosidad nació, según
sus propias palabras, de la reflexión profunda sobre una sentencia del
filósofo griego Epicuro que decía: Si Dios puede hacer el bien y no quiere
es un perverso; si quiere y no puede es impotente; si ni quiere ni puede es
impotente y perverso a la vez; y si quiere y puede ¿por qué no lo hace? Las
calamidades, desgracias y tragedias que sufría la humanidad sólo podían
explicarse entonces aceptando la inexistencia de Dios. Por otra parte, la
falta de consecuencia en el comportamiento del clero de aquella época le llevó
al convencimiento de que el Dios clerical sólo existe en el cerebro de los tontos
y en la bolsa de los pillos. (4)
Consecuente con su ateísmo
fue un gran defensor de los matrimonios y entierros civiles, así como de la
enseñanza laica. Pinés no entendió nunca que en un régimen aconfesional y
republicano se dejara de trabajar cuando llegaba una fiesta religiosa, o se
mantuviese en el calendario el día de los Reyes Magos, dada su doble
connotación monárquica y religiosa, felicitando a los barberos o comerciantes
que abrían sus establecimientos en esas fechas.
En el n° 44 del Cauterio
llega a afirmar: Mientras estén las presidencias, las alcaldías y las
direcciones en manos de clericales, cofrades y rutinarios estará la religión
de Jesucristo mixtificada; la razón escarnecida; el progreso estancado; la
justicia pisoteada y la dignidad humana en entredicho. ¡Abajo la ignorancia y
muera la hipocresía! (5)
En cierta ocasión alguien
le preguntó para ponerle a prueba: ¿Qué haría usted con los curas? Y, a pesar
de su anticlericalismo, contestó: Guardarles las máximas consideraciones y las
atenciones más delicadas a los que prácticamente lo fueran y obligar
irremisiblemente a cumplir la religión de Jesucristo a los que llamándoselo
falsamente obran contra esa misma religión. Cuando viera una persona que,
abnegada, noble y desinteresadamente cumpliese con fidelidad un ideal, por
equivocado que fuese, pondría mi persona y mi vida a su disposición. A
continuación reconocía la imposibilidad de encontrar un solo cura consecuente
en España, sino un enjambre de explotadores y mercachifles de la religión. (6)
Consideraba la llegada de la República como un hecho
altamente positivo pero censuraba al Gobierno por la exasperante lentitud en
la aplicación de transformaciones sociales, defraudando la ilusión que habían
puesto en ella los trabajadores. Los obreros seguían sin tener pan ni trabajo
mientras la burguesía reaccionaria hacía cuanto estaba en su mano para
empeorar la situación.
Reprochaba a ministros y
diputados los altísimos sueldos que percibían, en comparación con el pueblo
llano, cuando apenas aparecían por el Congreso. Sobre este asunto escribió:
Si un gobierno demócrata ha de gobernar en beneficio de todos sin privilegio
para nadie ¿qué democracia observan los actuales mandones, asignándose pingües
remuneraciones y creando infinidad de prebendas para parientes y amigos,
mientras el elemento productor carece de lo más necesario y la economía
nacional está en precario? (7)
También criticaba el
elevado absentismo de los concejales que asistían poco y tarde a las sesiones
municipales, así como la decisión de los alcaldes manzanareños de la República
de percibir el 1% de los presupuestos en concepto de gastos de representación,
mientras el último alcalde monárquico dejaba las 8.000 pesetas que le
correspondían en beneficio del pueblo.
Antonio Pinés fue siempre
extraordinariamente sensible respecto a la cuestión social. Pugnaba por la
unión de los trabajadores de cualquier ideología para defender colectivamente
sus derechos y estaba convencido de que todos los problemas económicos se
podían resolver con un reparto equitativo de la tierra. En el número 58 del
Cauterio se lee: Todo, absolutamente todo el problema social tiene su base de
solución en la cuestión tierra. Mientras el proletariado no conquiste la
tierra no saldrá de la miseria en que vive ¡cobre lo que cobre!. (8) Y en el n°
60 afirma: Camaradas: Que se acabe de una vez para siempre eso de obreros
católicos, obreros monárquicos, obreros republicanos de veinte clases, obreros
socialistas, obreros comunistas estatales, obreros comunistas libertarios,
obreros anarquistas, etc.
¡Abajo todos esos
calificativos que os separan y a establecer solamente el común denominador,
obrero explotado, frente a su rival, burgués explotador! (9)
Su admiración por los
hombres esforzados en el trabajo era similar al desprecio que sentía hacia los
señoritos calaveras, a quienes calificaba de murciélagos por ejercer de vagos
durante el día y correr las juergas por la noche.
Rechazaba con todas sus
fuerzas la política represiva ejercida por las fuerzas de orden público contra
los conatos revolucionarios impulsados por el hambre. En el Cauterio número 39
manifiesta: Es triste, es irritante, es criminal querer sostener por la fuerza
de las armas esta indecente desigualdad social... la injusticia que supone que
unos trabajando o queriendo trabajar se mueran de hambre y los que nada útil hacen
cobren miles y miles de pesetas. Más pan y trabajo y menos guardias civiles y
de asalto. (10)
Cuando se produce la
matanza de Casas Viejas toma rápidamente partido a favor de los más débiles y
profundamente afectado por hechos tan luctuosos afirma: ¡Campesinos! ¿Qué
sería de la sociedad sin campesinos? ¿De qué nos alimentamos todos si no es de
productos campesinos? Si se muriesen todos los galarcianos (Guardias de
Asalto) de una vez, los campesinos, si algo lo notaban, sería para mejorar;
pero ¿cómo lo pasarían los de asalto si se acabasen los campesinos? ¿Qué
comerían? ¡Que se les atraganten los productos de la tierra a los que no
consideren a los campesinos en su justo valor, y sobre todo, a los criminales,
que, en vez de darles pan para sus hijos les dan plomo para asesinarlos! (11)
Antonio
Pinés fue un gran filántropo que sufría intensamente con la desgracia de sus
semejantes y era el primero en ofrecer su óbolo para ayudar a los pobres o a
las víctimas de cualquier tragedia. Entre otras cosas le producía un hondo
pesar el desolador espectáculo que suponía cada otoño la llegada al pueblo de
centenares de forasteros miserables y famélicos que mendigaban limosna por las
calles mientras buscaban trabajo como vendimiadores. Su elevado sentido de la
solidaridad y ayuda al necesitado le llevaron en muchas ocasiones a dar de
comer en su propia casa a algunos de aquellos desgraciados.
Era, además, pacifista,
antitaurino y antifutbolero, estimando que el fanatismo del balón incidía
negativamente en el estudio y en la adquisición de cultura. En el número 34
reproducía un artículo de El Azuer dirigido a los jóvenes en los siguientes
términos: ¡Despierta mozo! Por encima del fútbol hay una cuestión social, una
cuestión política y otra religiosa que fermentan la magna cuestión humana.
Abre los ojos a la razón, piensa en la justicia, ama la verdad, eleva el pensamiento,
cultiva el cerebro. Estudia, imita al sabio. Con los pies no creó Cervantes el
Quijote que lo inmortalizó; con los pies no descubrió Franklin la electricidad
ni Gutemberg la imprenta, ni Galileo el movimiento de la Tierra, ni Servet la
circulación de la sangre, ni Hertz sus célebres ondas sonoras, ni Marconi la
telegrafía sin hilos, ni tantos y tan maravillosos inventos como en el mundo
han sido. Con los pies no se arreglará Manzanares, ni España, ni el mundo. Con
los pies no se acabará con la hipocresía, la imbecilidad ni la injusticia. (12)
Consciente de que «quien dice las verdades pierde
las amistades» a
veces le invadía la amargura y entonces escribía: Es ingrata la labor de un
periódico. Si aplaudes y defiendes pasas desapercibido, o no te lo agradecen,
en cambio por la más pequeña alusión imaginaria para muchos, tienes que andar a
«zarpa la greña» con todos los que se creen aludidos. El pueblo paga los
beneficios que el periódico les defiende, no comprándolo. (13)
Despachaba enérgicamente a
los que en voz baja le instigaban y presionaban para denunciar públicamente
determinados comportamientos censurables de los políticos. A estos les decía
con vehemencia: Vayan ustedes a La Mierda; so cobardes. Tengan el valor de dar
la cara y de tratar las cuestiones con franqueza y sin violencia. Hay que
atreverse a fiscalizar, a discutir las cosas, pero sin descender a la disputa
agria y mucho menos a la riña. (14)
Decepcionado por la
ineficacia e hipocresía de los políticos, al llegar las elecciones generales
de 1933 escribió: Españoles: Preparaos de nuevo a ser consultados como cuerpo
electoral. Preparaos para escuchar nuevamente a la caterva de charlatanes,
arribistas, zancadillistas, sinvergüenzas y granujas de toda clase y categoría,
que saldrá en busca de las mil pesetas mensuales; del carnet de libre
circulación; de la categoría de personaje para explotarla de cien modos y del
vehículo en que puedan pasear por todas partes su insolente vanidad o su
grosera nulidad. (15) Falta mucha educación político social para saber por qué
se vota, a quién se vota y la fuerza que tiene el voto bien dirigido para
librarse de farsantes egoistones. (16)
La crudeza y mordacidad que utilizaba El Cauterio resultaban
incómodos a unos y escandalizaban a otros. Dada su franqueza, honestidad y
consecuencia, Pinés atrajo hacia su persona la animadversión de los políticos
locales, el rechazo de la burguesía y el odio de los clericales más fanáticos.
Entre todos hicieron el vacío al periódico, presionando cuanto podían para que
no se comprase y para que nadie hiciera publicidad a través de sus páginas.
Aquella confabulación, unida al impago de numerosos suscriptores, forzaron a
cerrar el periódico en noviembre de 1933, siendo el n° 61 el último en
aparecer. Con cierto sarcasmo, no exento de amargura, se despedía con una
esquela de defunción en la que manifestaba: Asqueada de ver tanta ingratitud,
tanto abandono, tantos compradores del periódico que se hacen los remolones;
tantos suscriptores de fuera que no se quieren ACORDAR de nosotros; tanto
trabajo como pesa sobre el director y tantas cosas más, la sombra del
deslustrado ¿difunto? Cauterio, se empeña en fundirse con la oscuridad de los tiempos y desaparecer para siempre...
A
partir de entonces Antonio Pinés se sumergió en el trabajo y la familia,
observando con impotencia la marcha del país hacia el abismo de la guerra
civil. Las violencias, incendios y asesinatos del proceso revolucionario le
entristecían y exasperaban. En más de una ocasión recriminó su comportamiento
a los milicianos del Comité de Defensa, alguno vecino de la misma calle, con
riesgo de su propia integridad física.
Terminada
la guerra asistió con el mismo dolor a la represión e injusticias del otro
lado, aunque personalmente no sufrió persecución alguna. Sólo se vio obligado a
cambiar el nombre laico de sus hijos, que, a partir de entonces, se llamaron
Caridad, Antonio y Ángel.
Las
vivencias de aquel enfrentamiento fratricida dejaron una profunda huella en su
sensible corazón, pero aún vivió hasta el 21 de diciembre de 1952, falleciendo
en Murcia de una angina de pecho mientras visitaba a su hija Caridad. (17)
Esta
es la pequeña historia de un hombre sin dobleces que dedicó la vida a intentar
redimir a sus semejantes de la incultura y la explotación. Por ello cuenta con
mi admiración y un profundo respeto a su memoria.
NOTAS
1.- Acta de Matrimonio. Registro Civil de Barcheta
(Valencia)
2.- Periódico «El Cauterio Social» n° 34 del 12 de
noviembre de 1932, página 1.
3.- Periódico «El Cauterio Social» n° 12 del 9 de
enero de 1932, páginas 1 y 2.
4.- Periódico «El Cauterio Social» n° 15 del 20 de
febrero de 1932, página 1.
5.- Periódico «El Cauterio Social» n° 44 del 18 de
marzo de 1933, página 2.
6.- Periódico «El Cauterio Social» n° 26 del 23 de
julio de 1932, página 1.
7.- Periódico «El Cauterio Social» n° 49 del 27 de
mayo de 1933, página 1.
8.- Periódico «El Cauterio Social» n° 58 del 7 de
octubre de 1933, páginas 1 y 2.
9.- Periódico
«El Cauterio Social» II° 60 del 4 de noviembre de 1933, página 2.
10.- Periódico
«El Cauterio Social» n° 39 del 21 de enero de 1933, página 2.
11.- Periódico
«El Cauterio Social» n° 43 del 4 de marzo de 1933, página 1.
12.- Periódico
«El Cauterio Social» n° 34 del 12 de noviembre de 1932, página 2.
13.- Periódico
«El Cauterio Social» n° 15 del 20 de febrero de 1932, página 1.
14.- Periódico «El Cauterio
Social» n° 33 del 29 de octubre de 1932, página 2.
15.- Periódico «El Cauterio
Social» n° 59 del 21 de octubre de 1933, página 1.
16.-Periódico «El Cauterio
Social» n° 60 del 4 de noviembre de 1933, página 1.
17.-Informes de su hija
Caridad Pinés Ferrándiz.
Hola. en un estudio que estoy realizando sobre la División Azul en la provincia aparecen Ángel Pinés Ferrandiz. Me gustaria ampliar información.
ResponderEliminarGracias
divisionariosciudadreal@gmail.com