ARTÍCULOS HISTÓRICOS

8 de mayo de 2012

JOSÉ LÓPEZ DE PABLOS CAMUÑAS

Cosechero, propietario y escritor manzanareño 

Publicado el año 2001

Cuando la Historia no lo remedia, el inexorable paso del tiempo oculta definitivamente tras el velo del olvido a personajes, hechos memorables y otros acontecimientos de menor entidad que en su día constituyeron el pulso vital en el devenir cotidiano de los pueblos. En esta ocasión preten­demos rescatar la memoria de un hombre hecho a sí mismo que, influi­do por la decimonónica corriente de positivismo científico, buscó en los avances técnicos de su tiempo las claves del progreso material para sus semejantes.
José Benito López de Pablos Camuñas nació en la fidelísima villa de Manzanares, provincia de la Man­cha, el 21 de marzo de 1841. (1) Sus padres, Juan José López de Pablos García y María Camuñas Migallón, formaban una familia de labradores acomodados, con casa propia en ca­lle Camarenas y ocho hijos: Isabel, Josefa, Eusebia, Antonio, José, Ma­nuel, Juan y Jesús. (2)

 
 José Benito López de Pablos Camuñas

Desde muy pequeño su relación con el campo fue intensa. Su infan­cia debió discurrir entre vendimias y siegas que impregnaron sus recuerdos con el verde de los pámpanos y el amarillo de los trigales.
La prematura muerte del padre le obligó desde muy joven a asumir trabajos y responsabilidades en la empresa familiar. (3) En el tajo aprendió las técnicas elementales de la viticultura y tomó conciencia de la problemática del sec­tor vitivinícola.
El 14 de septiembre de 1862, cuando apenas contaba 21 años, casó con Matea Garrido Sánchez y fijó su residen­cia en una casa de nueva construc­ción que levantó en calle Ferrocarril 3 (actual Paseo de la Estación), zona que por aquel tiempo se encontraba sin urbanizar y un tanto apartada del resto de la población. (4)
Con su primera mujer tuvo va­rios hijos, de los que únicamente María llegó a la edad adulta. En este periodo centra su actividad en la agricultura y realiza además funcio­nes de agrimensor, llegando a formar parte de la lista de mayores contri­buyentes de la localidad.
Los conocimientos que adquirió por experiencia propia, dada la estrecha relación que mantenía con campesinos y bodegueros, unidos a una incansable afición por la lectura, le procuraron una sólida formación autodidacta. Su mente despierta y creativa quedó impresionada por la evolución de la técnica y las transformaciones sociales que caracterizaron el último tercio del siglo XIX. La mejora en las comunicaciones gracias a la invención del telégrafo, la evolución del transporte mediante buques a vapor, la expansión del ferrocarril y las aplicaciones prácticas de la electricidad le llevaron a la convicción de que el avance de los pueblos y su progreso económico van íntimamente liga­dos al desarrollo de la ciencia, la tecnología y el comercio.
Al analizar la evolución que había experimentado la sociedad durante el siglo que le tocó vivir escribió: A prin­cipios del siglo presente hacíamos una vida pobre de espíritu, ciencia, alimentos, vestidos, habitaciones, mueblaje, locomoción, transporte y vicios; cual permi­tía la época..., entregados al arte de la guerra y a vivir soñando con la reconquista de América que acabamos de perder...; cuando teníamos muy poca agricultura, menos industria y exiguo comercio..., malamente ves­tidos, con poco esmero alimentados, faltos de espíritu industrial y científico, aunque instruidos en la vida contemplativa y mojigatesca, esperándolo todo de la providencia y del seminario... como quien no sabe otra cosa mejor. Algunos liberales querían sacudir el yugo teocrático y régimen caprichoso que todo lo oscurecía, pero los gobiernos y jefes de la nación pugnaban por conservar el poder absoluto y el pueblo aletargado. Pero pronto el viento vivificador del siglo XIX empezó a so­plar, entrando el segundo tercio de éste agitando los aires de civilización, progreso y ciencia que sacudían el viejo polvo de la ignorancia; sucediendo a la abadía la explotación rural y la carretera practicable; a la in­quisición la industria manufacturera, la libertad de emprender, escribir y comerciar sin tasa; a la vida monástica el espíritu emprendedor, laborioso y produc­tivo; al sórdido rosario de la Aurora el movimiento po­lítico, literario y científico. (5)
Consciente del atraso en que se movía la principal in­dustria de su pueblo decidió escribir un libro de carácter pedagógico para orientación y enseñanza de los bodegue­ros. Así, en 1875, publica La Perla Vinícola, un práctico manual impreso en Ciudad Real, en los talleres de Cayetano Clemente Rubisco, dedicado a la fabricación, composición y mejoramiento de vinos, vinagres, cervezas y helados. (6)
Ese afán por divulgar conocimientos le llevó ese mis­mo año a editar la que habría de ser su obra más importan­te, El Diamante del Vinicultor; tratado de viticultura y enología que abarca desde la plantación y cultivo de la vid a la fabricación, mejora y adulteración de vinos naturales y artificiales, pasando por la elaboración de aguardientes, li­cores, pasas, vinagres, cervezas, gaseosas, jabones y re­frescos helados. Con este libro tuvo un gran éxito de ven­tas, dándose a conocer entre los industriales, comercian­tes y exportadores de todo el país.
El éxito alcanzado por La Perla Vinícola le obligó a sacar una segunda edición en 1876 al tiempo que se con­vertía en colaborador habitual de la Gaceta Vinícola. Por su fama y prestigio fue elegido como ponente principal y miembro de la comisión de estatutos organizada por la So­ciedad Económica Matritense de Amigos del País para la elaboración del Reglamento de la Sociedad General Es­pañola de Viticultura, Vinificación y Enología Industrial. Este documento, que José López de Pablos consideraba de gran importancia para el sector, se publicó en Ciudad Real el año 1877. Su autor escribió: si San Ignacio de Loyola asombró al mundo e hizo temblar los Tronos de Europa con su hermandad de Jesuitas; nosotros salvaremos a España con el trabajo, enseñanza, honradez y nuestra Sociedad Vinícola. (7)
Como fruto de su gran capacidad de trabajo en 1878 aparece una nueva obra, titulada Norte Enológico, en la que aporta interesantes instrucciones técnicas para la ela­boración de vinos comunes, especiales, rancios y espumo­sos, así como los más modernos tratamientos de la época para prevenir y tratar las enfermedades de los mismos. (8)
Tras un largo periodo de reflexión y análisis, en 1882 lanza una segunda edición del Diamante del Vinicultor, debidamente actualizada, en un tomo de 532 páginas que se vendía a 12,50 pesetas en las mejores librerías de Ma­drid y en casi todas las capitales de provincia de España. También recibía numerosos pedidos de países iberoameri­canos y africanos. (9) 

                       

Portadas de dos de los libros escritos por José López Camuñas

A finales de ese mismo año confecciona un simpático Calendario Vinícola y Filoxérico para el año 1883. En él hace sus pinitos poéticos, recoge una breve reseña históri­ca de la localidad, una pequeña historia del vino y aporta numerosos consejos útiles para viticultores. Dando mues­tras de cierto escepticismo en materia religiosa, confiesa en esta pequeña obra: (10)

No sé lo que hay más allá,
tanto arriba como abajo,
los que se marchan no vuelven
y milagros ... hoy los santos
no quieren hacer ninguno
porque se encuentran cansados,
paseándose en espíritu
para que no los veamos.

En agosto de 1884 tuvo la desgracia de perder a su esposa, luctuoso suceso que le sumió temporalmente en una gran tristeza. El 14 de junio de 1886, cuando había cumpli­do 45 años, contrajo nuevo matrimonio con Bibiana Martín de León Merchán, una joven de 28 que le hizo recuperar la ilusión dándole numerosos hijos de los que sólo sobrevivie­ron dos: Adriana (2-XI-1890) y Marcial (24-II-1894).
Normalizada su situación sentimental y doméstica, en 1888 inicia su aventura periodística fundando el semanario El Relámpago. Como director nombró a Alfonso Carrión Vega, registrador de la propiedad jubilado con quien le unía gran amistad.
López de Pablos vivió uno de los periodos más agitados e inestables de la historia de España. Conoció las pugnas entre liberales y carlistas, la revolución de 1868 que termi­nó con el destronamiento y expulsión de Isabel II, el fugaz reinado de Amadeo I de Saboya, la instauración y fracaso de la Primera República, la restauración borbónica en la persona de Alfonso XII y la regencia de María Cristina de Habsburgo. Todos esos acontecimientos que conmocionaron al país tuvieron inevitablemente su reflejo a nivel local ge­nerando enemistades y enfrentamientos ideológicos. Igno­ramos cuál fue el posicionamiento concreto de nuestro per­sonaje, pero quedó tan decepcionado que ordenó al director de su periódico permanecer impasible al ardiente y velei­doso campo de la política al considerar que, en las pobla­ciones rurales, sólo acarreaba sinsabores y disgustos.
Fiel a sus convicciones entendió el periodismo como una herramienta puesta al servicio del desarrollo económi­co y cultural del Manzanares, como un vehículo de introduc­ción de la ciencia, la belleza y la moral entre las gentes. El Relámpago se concibió como un semanario dedicado a in­tereses materiales, agricultura y comercio, cotizaciones y mercados, asuntos científicos o literarios, noticias locales e informes sobre los tribunales de la Audiencia Territorial de Justicia que entonces tenía sede en nuestro pueblo. Estaba formado por cuatro páginas de 32 x 44 centímetros de las que la última se dedicaba a publicidad. (11) El primer núme­ro apareció el día 11 de noviembre de 1888 y se elaboró en los talleres del Eco de Daimiel. El precio de cada ejemplar suelto era de 10 céntimos y, a partir del número cuatro, ya se realizó en Manzanares, en una pequeña imprenta pro­piedad de José Torrenova, situada en calle Toledo 17.

 

Junto al editorial, referido casi siempre a temas vitivinícolas y monopolizado por el fundador bajo los seu­dónimos de Cráter, Un Burgués o «C», había sección cientí­fica, literaria, tribunales, consultas, chispazos de informa­ción local y espectáculos. Curiosamente el director no ejer­cía como articulista, limitándose a la recogida de noticias y a la organización de la información. El número de redacto­res y colaboradores fue siempre muy limitado. En la sec­ción literaria solían escribir dos poetas que firmaban con los nombres de Rines y Arco Iris. María Francisca Díaz­ Carralero, la famosa Ciega de Manzanares, también publi­có alguna de sus poesías en el periódico local con cuyo pro­pietario mantenía una relación de mutua admiración. Cuan­do falleció María Francisca, el 26 de julio de 1894, José leyó ante su féretro unos versos dedicados a la genial repentizadora. Decían así:

Vate en la tierra,
Santa en el cielo,
no viste el mundo
porque es pequeño.
Viste lo grande,
viste lo inmenso
y allá te marchas ...
Ten un recuerdo
para esta lágrima
de un compañero.

Al igual que hizo con sus libros, José López de Pablos aprovechó las páginas de El Relámpago para realizar una destacada labor de divulgación científica. En términos sen­cillos expuso, entre otras cosas, la importancia sanitaria del baño, la técnica de la poda en la vid o la incidencia de los trasiegos en la calidad de los vinos. En sucesivos artícu­los explicó ampliamente a los lectores el Sistema Métrico Decimal; método internacional de medida que España ha­bía asumido e implantado por ley en julio de 1849 pero que, cuarenta años después, no había logrado vencer la costum­bre de utilizar arrobas, fanegas, varas y onzas.
El Relámpago intervino activa­mente en la promoción del proyecto de construcción de la vía férrea Manzana­res-Utiel por considerarla de gran in­terés para la economía de la comarca. Esta línea habría permitido dar fácil salida a los vinos y demás produccio­nes agrícolas hacia los puertos de le­vante pero, por distintas razones, no llegó a construirse.
También recogió en sus páginas los trabajos de la comisión nombrada por los cosecheros de vinos, fabrican­tes de aguardiente, comerciantes y pro­pietarios agrícolas, para organizar la participación de los industriales manzanareños en la Exposición Uni­versal de París, que habría de celebrar­se en 1892. José López Camuñas for­mó parte de ella junto a personajes tan relevantes como D. José García­-Noblejas Díaz-Pinés, Antonio González-Elipe y González-Elipe, Diego Martín de Bernardo Quevedo y Pedro Arias Moreno.
Transcurridos los primeros seis meses de andadura resultaba evidente el desinterés que la mayoría del pueblo mostraba hacia aquella publicación. En una carta enviada al propietario por el director éste manifestaba: En el tiempo que ha mediado desde la aparición del primer número, he podido convencerme de que las corrientes del día; las necesidades y gustos particulares exigen variación en la marcha del periódico. Yo, como Director, y principalmente como amigo, estoy en el deber de aconsejar a V que a sus intereses conviene tome El Relámpago otro giro para llenar en lo posible el deseo de los más, consiguiendo lo busquen con afán aquellos que han de ayudar a sostenerlo. En mi concepto debe variarse la empresa, imprimiendo a la Redacción rumbo distinto; dando la variedad posible a los asuntos de que se trate, para lo cual es preciso tome algún color político que le preste interés de actualidad, independencia absoluta, sin someterse a miras de partido o bandería. A continuación el Sr. Carrión Vega manifestaba su deseo de abandonar la dirección alegando como razones su avanzada edad y precaria salud. (12)
En consecuencia, el 12 de mayo de 1889 apareció el último periódico, que hacía el número 27. José López de Pablos trató de crear una nueva publicación respaldada económicamente por algunos socios pero, bien porque no encontrara las personas adecuadas o por otras razones que ignoramos, aquella idea nunca se materializó.
Sensibilizado por la dura situación económica que afec­taba a la población, en 1890 vuelve López de Pablos a la creación literaria con un libro titulado El Azafrán y el Añil, el Algodón y el Tabaco. Con él trataba de persuadir a sus paisanos de las grandes ventajas que traería para todos la diversificación de los cultivos del término. Muy es­pecialmente recomendaba a las familias humildes la plan­tación de azafranales; en tierras propias o arrendadas, como el método más rápido y eficaz de combatir la pobreza. En las primeras páginas de la obra explica su intención: Pu­blicamos este pequeño estudio de carácter y corte prác­tico, de reducido tamaño, exento de tecnicismos, con el propósito de ponerlo al alcance de todas las inteligen­cias y fortunas, por pequeñas que sean, para difundir los conocimientos necesarios entre la clase pobre, tra­bajadora y menesterosa, a la que no hemos querido atur­dir con estudios profundos superiores a su capacidad, ni ahuyentarla con crecidos gastos por adquisición de voluminosa y elegante obra con abundancia de lectura clásica...; por cuanto nos consta que el trabajador, el rural y el pobre jornalero, ni tienen tiempo bastante para el estudio, ni dinero adquirido sin trabajo, ni les deleita ni les agrada, ni la comprenden, ni le sacan el partido que necesitan. Quieren pequeños libros en vo­lumen, prácticos, concretos, baratos, de aplicación sen­cilla, fácil y cierta; y a conseguir estos deseos y necesi­dades encaminamos nuestros esfuerzos... (13)
Fiel seguidor de las doctrinas naturistas e hidropáticas solía bañarse desnudo en pleno invierno en las aguas hela­das del Azuer y llevaba a sus hijos a caminar descalzos por la escarcha como método preventivo de catarros y enfria­mientos. Aquel interés por la medicina natural le llevó a publicar en 1897 su última obra denominada Enfermeda­des de la mujer y de los niños. (14) En ella recopila una serie de procedimientos caseros para combatir las enfer­medades más comunes en aquella época. Aunque a estas alturas resulta imposible de demostrar, se cuenta que trató con éxito a dos mujeres que padecían sendos cánceres de mama, conocidos entonces como zaratanes.
José López de Pablos falleció en Manzanares el 4 de junio de 1909 a consecuencia de una congestión cerebral cuando contaba 68 años de edad. (15) Sin lugar a dudas fue un adelantado de su tiempo; un hombre inquieto, dotado de un insaciable deseo de saber y de comunicar a los demás sus experiencias. Esa pasión por la industria y el comercio la contagió también a sus hermanos Manuel, Juan y Jesús. El primero tuvo fábrica de jabón en Ciudad Real, escribió en 1880 un libro titulado Nueva fabricación de los jabo­nes y dirigió el periódico El Consultor del fabricante de jabones y cosechero de vinos. Juan fundó en Valdepeñas la fábrica de jabones «La Esperanza» y publicó en 1883 El guía del fabricante de jabones. Por su parte, Jesús abrió otra en Manzanares denominada «La Estrella», ubicada en calle Empedrada 8.

NOTAS

1.- Libro de Nacimientos n° 40. Archivo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
2.- Padrón de contribuciones del año 1821. Archivo Municipal de Manzanares.
3.- Su padre murió el 9-11-1859 cuando él tenía 18 años.
4.- Libro de Desposorios y Velaciones n° 17. Archivo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
5.- Prólogo de la obra El azafrán, el añil, el algodón y el tabaco. Imprenta de E. Jaramillo y Ca. Madrid 1890.
6.- Dado que la mayoría de estas obras se encuentran en la Biblioteca Nacional, sugiero a los responsables de la Biblioteca Municipal sean microfilmadas y reproducidas para tener en Manzanares copia de las mismas.
7.- Portada del Reglamento de la Sociedad General Española de Viticultura, vinificación y enología industrial. Esta­blecimiento tipográfico de R. C. Rubisco. Ciudad Real 1877.
8.- Norte Enológico. Imprenta del Indicador de los Caminos de Hierro. Madrid 1878.
9.- Propaganda realizada en la contraportada del Calendario Vinícola y filoxérico para 1883. Imprenta de R. Moreno y R. Rojas. Madrid 1882.
10.- Calendario Vinícola y filoxérico para 1883. Imprenta de R. Moreno y R. Rojas. Madrid 1882. Página 2.
11.- Casi media página la utilizaba para promocionar el libro El Diamante, ya en su tercera edición. Otros anuncios corres­pondían a la fábrica de jabones de su hermano Jesús y al comercio de ultramarinos de su cuñado Elías Martín de León.
12.- El Relámpago. 5 de mayo de 1889. Página 1.
13.- El Azafrán y el Añil, el Algodón y el Tabaco. Imprenta de E. Jaramillo y Ca. Madrid 1890. Páginas 9 y 10.
14.- El autor intuyó que la aparición de este libro no caería demasiado bien entre los médicos titulados, quienes posiblemen­te le criticarían por intrusismo profesional. Tal vez por eso puso su nombre escrito al revés, Osej Zepol Sañumak.
15.- Libro de Defunciones n° 27. Registro Civil de Manzanares.









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