Publicado en el número 357 correspondiente a junio de
2011
INTRODUCCIÓN
La
secuela de destrucción y muerte que todo conflicto armado lleva consigo originó
en nuestra última guerra civil un proceso de migración interna de pueblos
enteros que, huyendo de los frentes de combate y de los mortíferos bombardeos
aéreos, buscaban la relativa seguridad que podían ofrecerles las localidades de
retaguardia. El fenómeno sociológico de las evacuaciones masivas de
poblaciones, y su acogida en otras zonas del territorio leal con diferentes
costumbres y sensibilidades, constituye un extraordinario drama humano muy poco
estudiado hasta el momento.
En
su folleto “Por los caminos del mundo” el excombatiente anarquista manzanareño
Juan Caba Guijarro escribía su experiencia personal: (1)
No
existe cosa más deprimente, más triste y más dolorosa para cualquier persona
sensible, que contemplar el espectáculo que ofrece la evacuación de una ciudad.
Sí, una ciudad en plena huída que desesperadamente llena caminos y senderos
cargada de dolor y miedo, ignorando cuál será su destino, donde todo son tinieblas
amenazadoras, que va camino de lo desconocido llena de indignación, arrastrando
su tragedia desesperante.
Dado
que la provincia de Ciudad Real se mantuvo durante toda la guerra bajo control
del gobierno republicano, alejada de los principales frentes y vías de
penetración de los sublevados, los pueblos manchegos se convirtieron
necesariamente en lugares de acogida para desplazados. La estratégica situación
geográfica de Manzanares y sus buenas comunicaciones, tanto por carretera como
por ferrocarril, convirtieron a esta ciudad en centro de recepción de miles de
evacuados que eran luego redistribuidos por otros pueblos de la comarca.
LA
LLEGADA DE LOS PRIMEROS REFUGIADOS
La
llegada de refugiados a Manzanares se produjo en tres grandes oleadas. La
primera de ellas tuvo lugar entre septiembre y noviembre de 1936 como
consecuencia de la aproximación de los rebeldes, y posterior asedio, a la
capital de la República. La propia Junta Delegada para la Defensa de Madrid fue
la impulsora de la campaña de evacuación, tratando de alejar a la población
civil del frente de combate. Aunque aquella iniciativa no tuvo demasiado éxito,
algunos centenares de madrileños decidieron alejarse del peligro y viajar hasta
Manzanares. Muchos de ellos tenían en el pueblo vínculos familiares o afectivos
y la mayoría fueron acogidos en domicilios particulares.
EL
HOGAR INFANTIL RISTORI
Junto
a las familias de refugiados madrileños llegaron el 9 de septiembre varios
camiones transportando un grupo de unos cuarenta niños, huérfanos de guerra,
que fueron acogidos en principio por una serie de familias caritativas. Tres
meses más tarde, y por iniciativa de la Sección de Trabajadores de la Enseñanza
de FETE-UGT, se organizó un hogar infantil a fin de atender mejor su cuidado y
educación. Para ello se habilitó la casa número 2 de la calle San Isidro,
incautada por el Frente Popular, cuyo propietario, Francisco Lozano Muñoz,
había sido asesinado durante el proceso revolucionario. El centro se denominó
Hogar Infantil “Ristori” en recuerdo a D. Ambrosio Ristori de la Cuadra,
comandante de Infantería de Marina y ayudante de D. José Giral cuando éste se
hizo cargo del Ministerio en febrero de 1936. (2)
El
primer director del Hogar Infantil fue el maestro D. Romualdo Vicente Sevilla,
quien actuó como educador de aquellos jóvenes hasta su incorporación a filas a finales de
1938. Le sustituyó entonces la maestra Dª María del Amor Hermoso Azofra Rodríguez.
Hogar Infantil "Ristori". Revista Blanco y Negro. 1937 |
En
la casa se dio calor familiar y educación a aquellos niños, víctimas inocentes
de la guerra, cuyo número se fue luego incrementando hasta alcanzar la cifra de
unos sesenta internos. (3) En principio el centro fue sostenido económicamente
por el Comité Local del Frente Popular, en colaboración con todas las
organizaciones antifascistas manzanareñas, que pusieron especial entusiasmo en
procurar que nada faltara a los pequeños, a pesar de las crecientes
dificultades y carencias impuestas por las circunstancias. (4) Cuando el
Consejo Municipal asumió de nuevo el poder político y administrativo del
pueblo, fue el Ayuntamiento quien aportó los medios necesarios para su
mantenimiento, sufragando los gastos de agua, luz, teléfono, calefacción, etc.
(5)
LA
GRAN OLEADA DE EVACUADOS
El
13 de diciembre de 1936 iniciaron las tropas de Queipo de Llano la conocida
como “Campaña de la Aceituna”. Dos potentes columnas mandadas por los tenientes
coroneles Luís Redondo y Alfonso Gómez Cobián, partieron de Baena para atacar
el peligroso foco cenetista del Alto Guadalquivir. A pesar de la resistencia
inicial ofrecida por las milicias anarcosindicalistas, la superioridad táctica
y armamentística del enemigo forzó una continua retirada de las fuerzas leales.
Tras la toma de Albendín, Valenzuela y Cañete de las Torres, el importante
pueblo de Bujalance se vio amenazado por la parte más vulnerable. El imparable
avance de los rebeldes, y los intensivos bombardeos aéreos, obligaron a la
evacuación del pueblo el día 20. A partir de ese momento todo el dispositivo de
defensa se desmoronó y una masa heterogénea de miles de civiles, milicianos y
soldados se desplazó precipitadamente hacia Pedro Abad, Montoro y Villa del
Río. Dada la desorganización de las fuerzas republicanas, la marcha de las
columnas atacantes prosiguió sin encontrar apenas resistencia, logrando ocupar
estos tres pueblos entre los días 22 y 24 de diciembre. (6)
A
consecuencia del desastre, la marea humana que partió de Bujalance se incrementó
con los habitantes de las otras localidades ocupadas. Acosados desde el aire,
aterrorizados por los fusilamientos indiscriminados y las salvajadas que solían
cometer los moros, las gentes huyeron desesperadamente hacia Marmolejo y
Andújar. (7)
La
acumulación de miles de personas en Andújar constituía un extraordinario
problema de abastecimientos y un enorme riesgo ante cualquier bombardeo. Por
ello las autoridades decidieron el traslado urgente de aquel enorme contingente
humano a otras zonas del territorio leal.
Tales
fueron las circunstancias que trajeron hasta Manzanares en los últimos días del
año 1936 a miles de ancianos, mujeres y niños. La mayoría llegó por
ferrocarril, pero otros lo hicieron en camiones, coches, carros e incluso a
lomos de mulos. Tras haber abandonado precipitadamente sus hogares, y deambular
varios días por caminos y carreteras, aquellas personas llegaban agotadas por
el cansancio, sucias, y confusas. Transportaban en bultos o desvencijadas
maletas las escasas pertenencias que habían podido salvar. En sus rostros se
reflejaba el sufrimiento padecido y la desolación ante el incierto futuro en un
lugar desconocido.
Campaña de la Aceituna. Diciembre de 1936 |
Junto
al personal civil, se concentraron también en Manzanares los milicianos
supervivientes de la castigada columna “Andalucía-Extremadura” para su
reorganización y adiestramiento. Estas fuerzas, equivalentes a dos batallones,
partieron de nuevo hacia el frente de Villa del Río-Lopera el 22 de enero de
1937, pero ya militarizadas y convertidas en el núcleo de la 88 Brigada Mixta.
(8)
NOTAS
1.-
CABA GUIJARRO, Juan: Por los caminos del mundo. Editado en los talleres de
CNT-AIT de Móstoles (Madrid), 1984. Página 13.
2.-
La actuación del comandante Ristori, muerto heroicamente en octubre durante los
combates habidos en el sector de Illescas, resultó decisiva en los primeros
momentos del alzamiento, consiguiendo que las clases y marinería permaneciesen
fieles a la República en contra de las órdenes recibidas de sus jefes
sublevados. Así logró mantener gran parte de las unidades navales bajo el
control del gobierno legítimo. Reseña obtenida de la página de Internet:
www.sbhac.net/Republica/Personajes/Militares/Militares5.htm
3.-
Revista DEFENSA NACIONAL correspondiente al mes de mayo de 1938. Página 18.
4.-
BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO, Antonio. República y Guerra Civil. Manzanares
(1931-1939). Biblioteca de Autores y Temas Manchegos. Diputación Provincial de
Ciudad Real. 1992. Páginas 129 y 130.
5.-
Sesión del 6 de enero de 1938. Libro de Actas del Consejo Municipal. Página 63
v. A.M.M.
6.-
MORENO GÓMEZ, Francisco: La guerra civil en Córdoba.1936-1939. Editorial
Alpuerto S.A. Madrid, 1985. Páginas 494 a 510.
7.-
El peligro de muerte no procedía sólo de los rebeldes, ya que las propias
milicias de la FAI asesinaban a quienes se negaban a abandonar sus casas, por
entender que tal actitud implicaba simpatía o connivencia con el enemigo.
8.-
BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO, Antonio. República y Guerra Civil. Manzanares
(1931-1939). Biblioteca de Autores y Temas Manchegos. Diputación Provincial de
Ciudad Real. 1992. Páginas 144 a 146.
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