ARTÍCULOS SOBRE LA HISTORIA DE MANZANARES

10 de mayo de 2012

PREGÓN DE LAS FIESTAS DEL BARRIO “DIVINA PASTORA”


MANZANARES 1995

Vecinos del barrio Divina Pastora, paisanos, amigos todos, buenas noches:
Aceptando la amable invitación de la Comisión Organizadora de estas fiestas, me ha tocado ogaño hacer de pregonero y aquí estoy rodeado de este ramillete de hermosas jovencitas cuya belleza envidian las flores de esta primavera recién estrenada.
Como todos los pregoneros que en el mundo han sido he de iniciar mi alocución con un ejercicio de humildad por mis escasos méritos para demandar vuestra atención unos pocos minutos.
Deseo en primer lugar felicitar a todos los que con sus aportaciones, colaboración o entrega desinteresada hacen posible que las fiestas de este barrio de la Divina Pastora se superen cada año en simpatía, actividades, ambiente y cordialidad, convirtiendo esta hermosa plaza en lugar de encuentro entre vecinos; en hospitalaria geografía que acoge con calor a cuantos deciden venir a visitaros para compartir vuestra alegría y participar en el interminable rosario de juegos y concursos que demuestra un extraordinario derroche de imaginación, desplegado para llenar de color y actividad lúdica unos días de regocijo en sana convivencia.
Al asumir el compromiso de dirigiros la palabra pensé en contaros algo que fuera entrañable para todos. Como las cosas más cercanas son también las más queridas, voy a hacer un poco de historia de esta barriada que pueda servir a los jóvenes para conocer mejor sus orígenes.
Todo empezó allá por el año 1910 cuando el sector vitivinícola de nuestro pueblo estaba en su momento más floreciente. Gracias al trabajo existente en el campo, bodegas, alcoholeras y demás industrias derivadas, aumentó de forma considerable la población de Manzanares. La rápida explosión demográfica y la escasez de viviendas provocaron un encarecimiento de las mismas, haciendo muy difícil el acceso a un techo para los sectores obreros menos favorecidos. Es entonces cuando algunas familias humildes comenzaron a adquirir pequeñas parcelas de tierra en esta zona, denominada entonces del Calvario, para construir sus modestas residencias.
El nombre del Calvario se debía a la existencia de un pequeño montículo sobre el que se asentaba un hermoso olivo, probablemente superviviente de los olivares que talaron los franceses un siglo atrás. Hacia ese punto se dirigió durante muchos años la procesión de Víacrucis, haciendo precisamente el recorrido por la calle de las Cruces y camino del Calvario. De niño recuerdo haber visto todavía adosado a una pared de la citada calle una especie de monolito indicador de las estaciones de penitencia.
Aquellas casitas bajas, construidas por quienes carecían de recursos para aspirar a adquirir vivienda en el casco urbano, fueron multiplicándose poco a poco, dando lugar a un expansivo núcleo de población estructurado en torno a las calles Mayor, Echegaray y Goya, que fue conocido por el nombre de barrio del Calvario, si bien algunos lo denominaban, un tanto peyorativamente, “Madrid Moderno”.
El verdadero desarrollo de la zona tuvo lugar en la década de los veinte pues, según referencias documentales procedentes del Archivo Municipal, a mediados de 1921 contaba con sesenta vecinos y sólo un año y medio después, a finales de 1922 había llegado a los doscientos.
La vida de aquellas gentes no debió ser nada fácil. Para llegar al pueblo, cuyas primeras casas se encontraban a la altura del Corral del Concejo (actual Hogar del Pensionista o Centro de Mayores), tenían que recorrer casi un kilómetro atravesando terrenos sin pavimentar, convertidos en invierno en auténticos lodazales.
Aquellos pioneros tuvieron luego otros imitadores que hacia 1923 dieron vida al Barrio de Salamanca, poblando la zona comprendida entre el Camino Ancho de Villarrubia y la vieja carretera de Madrid.
Ambos barrios estuvieron siempre olvidados, cuando no marginados por las autoridades municipales. Carecían de todo tipo de servicios y hasta los médicos se resistían a ir tan lejos para visitar a los enfermos. La línea del ferrocarril, símbolo del progreso y de la comunicación, constituyó durante largo tiempo una auténtica barrera, una especie de frontera para los manzanareños de uno y otro lado de la vía férrea.
Entre las personas que más lucharon por mejorar las condiciones de vida de los habitantes de esta zona olvidada, dotándola de los servicios esenciales, es preciso destacar a Antonio Pinés Núñez, conocido como “El tío del sebo”. Era un hombre inteligente, laico, autodidacta e independiente, con un elevado sentido de la honestidad y la justicia, que antepuso siempre la razón y la ética a los fanatismos ideológicos o componendas partidistas. De forma tan valiente como enérgica se enfrentó cuando fue necesario a las distintas Corporaciones municipales, ya fueran alfonsinas, primorriveristas, republicanas o socialistas, para reivindicar cuestiones tan básicas como el tendido de energía eléctrica por el barrio, el reparto de agua potable por las cubas de los aguadores, la visita a los enfermos por parte de los médicos de la Beneficencia o la eliminación de las eras cercanas que, en tiempo de cosecha, ocasionaban problemas respiratorios a los vecinos y un serio peligro de incendio por la acumulación de paja en las proximidades de las viviendas.
Reconforta ver que aún se conservan los hermosos y sugerentes nombres de las calles bautizadas por aquel personaje tan singular. Ahí tenemos la calle de la Armonía, la de la Unión o la calle del Sol, donde vivió tantos años hasta su muerte ocurrida en 1952. Sin embargo, considero que nunca se le hizo justicia reconociéndole su elevado sentido cívico y sus desvelos en pro del bienestar común de vuestros antepasados. Por ello sería una gran idea hacerle un pequeño homenaje, dando su nombre al nuevo Centro Social que estáis organizando; y que entre los primeros fondos culturales del mismo esté una copia de aquel inolvidable periódico que fundó y dirigió, denominado “El Cauterio Social” del que gracias a mi propia iniciativa, y a la colaboración de la Concejalía de Cultura, conseguimos traer de la Hemeroteca Municipal de Madrid la mayoría de los números, los cuales se encuentran depositados en la Biblioteca Municipal. Ahí queda la sugerencia por si alguien la quiere recoger.
Entre los elementos que confieren carácter a esta barriada, constituyendo de alguna forma su señal de identidad, destacan sus escuelas, la ermita y esta amplia y coqueta plaza ajardinada.
La primera escuela que tuvo el barrio fue una Unitaria de niños, creada por R.O. de 22 de febrero de 1924, en plena dictadura de Primo de Rivera. Se instaló en un local alquilado en la calle Armonía hasta que el 1 de agosto de 1927 se trasladó a un edificio municipal de nueva planta, situado precisamente en el mismo solar que ocupará el nuevo Centro Social. El primer maestro fue don Enrique Santos Gómez, al que posiblemente todavía recuerden aquellos que peinan abundantes canas.
La escuela para niñas llegó en 1931 gracias al extenso programa de promoción educativa impulsado por la Segunda República. Ambas compartieron el mismo edificio hasta que en 1966 se trasladaron al nuevo grupo escolar de la calle Vía de Ciudad Real, actualmente en funcionamiento.
Primera Escuela Unitaria de Niños inaugurada en agosto de 1927
 
En cuanto a la ermita de la Divina Pastora, que ha venido a dar nombre común a los tres antiguos barrios del Calvario, Salamanca y Alamedilla, se creó mediante aportaciones y donativos de particulares gracias a la iniciativa del sacerdote franciscano-capuchino Cristino del Carpio, recientemente fallecido. Fue inaugurada en 1964 por don Juan Hervás, obispo de la diócesis.
El tercer elemento urbanístico que caracteriza esta zona es precisamente la preciosa plaza donde nos encontramos, apreciada y cuidada con extraordinario cariño por todos los vecinos. Como todos sabéis fue inaugurada hace un par de años, al tiempo que se asfaltaban y embellecían todas las calles, gracias a la gestión de la Corporación Municipal presidida por Miguel Ángel Pozas, quien tendrá siempre en el bagaje positivo de su actuación el haberse preocupado más que ningún otro alcalde por la urbanización y mejora de los barrios periféricos de la localidad.
Pero, siendo importantes la escuela, la capilla y la plaza, los verdaderos protagonistas del barrio y de su Historia sois vosotros, hombres y mujeres que con vuestra colaboración y trabajo cotidiano estáis contribuyendo al progreso y desarrollo integral de Manzanares.


 
 Plaza de la Divina Pastora con la ermita al fondo 

Y como pregonar es decir públicamente, con voz alta y clara, algo que conviene hacer llegar a todo el mundo, yo afirmo que aquel barrio marginal de principios del siglo ha evolucionado extraordinariamente para bien, pasando a ser un barrio con marcada personalidad, perfectamente integrado en la ciudad, que crece y mejora día a día con la aparición de nuevos negocios y pequeñas empresas. Un barrio capaz de proyectarse hacia el futuro con ilusión y confianza que aparece hoy hermoseado, vestido con sus mejores galas, para disfrutar de sus merecidas fiestas.
Vecinos del barrio Divina Pastora, paisanos todos, despojaos del hábito de la rutina. ¡A divertirse tocan! 
Buena suerte y muchas gracias.
                                                          

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