ARTÍCULOS HISTÓRICOS

13 de mayo de 2012

PÓRTICO DE LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN DE MANZANARES


Públicado en CD



Se trata de una admirable obra, correspondiente al plateresco renacentista  de mediados del siglo XVI. Constituye un pletórico conjunto, lleno de armonía y belleza escultórica, cuyo elemento principal es la Asunción de la Madre de Dios.
Fue posiblemente trazado por el arquitecto y escultor Enrique Egas “El Mozo” cuando fue requerido para ampliar y ornamentar el viejo templo parroquial, obras que ejecutó entre 1550 y 1564. El autor de la talla es, por el momento, desconocido.
Estamos ante un complejo programa iconográfico,  diseñado tanto para adoctrinar y catequizar a una población analfabeta a través de la imagen tallada en piedra, como para reafirmar los valores estilísticos de la Antigüedad, imprimiéndoles un sentido cristiano. Incorpora a su arquitectura elementos grutescos, siguiendo la corriente desarrollada en Italia a partir del descubrimiento de la Domus Aurea, mansión de Nerón decorada con combinaciones de elementos fantásticos, mezcla de ficción y realidad.

DESCRIPCIÓN

Bajo la cornisa del arco rebajado ubicado en la parte superior de la fachada aparecen en las enjutas dos medallones, uno a cada lado, mostrando los rostros de Salomón y David. Inmediatamente, un grandioso arco, en cuyo intradós se encuentran 75 compartimentos dispuestos en tres semicírculos. En el superior, con 25 casetones, aparece Jesús al centro, rodeado de sus apóstoles; seis a cada lado. A la derecha, y en último lugar, Judas sujeta la bolsa y desvía la mirada como apartándose del Señor. Le siguen el toro y el ángel, símbolos de los evangelistas Lucas y Mateo. A continuación dos obispos y, cerrando, el patriarca Abrahán.
A la izquierda los otros seis apóstoles, el león y el águila, símbolos de Marcos y Juan, un Papa, otro obispo y Moisés con sus tablas.
En el semicírculo central aparecen 25 santos con sus palmas, símbolo de haber sufrido martirio. Casi al final de cada lado se aprecia a Santa Lucía y Santa Águeda, portando en sendas bandejas, la primera sus ojos y la segunda sus pechos amputados.
En el semicírculo inferior aparecen 25 casetones con rostros de niños en la parte superior, representando almas inocentes. En la inferior, alternando uno sí y otro no, haces de mies, símbolo de unidad en la fe o de la eucaristía. Curiosamente en la parte izquierda se rompe la simetría, apareciendo dos casetones consecutivos sin haz en dos ocasiones.

 Intradós del arco superior




Todo el artesonado lo sostienen dos cornisas laterales con frisos adornados con ángeles tocados con clámides, portadores de cintas en las que aparecen inscripciones en latín alabando a María:

  Detalle de la cornisa derecha
  
Terribilis ut castrorum acies ordinata.- Terrible como tropa en campo de batalla.
Mulier amicta sole et luna, in capite eius corona stellarum.-Mujer vestida de sol y luna, coronada su cabeza de estrellas.
Electa sicut sol .- Elegida como sol (guía y fuente de luz espiritual).
Assumpta est in coelum Virgo Maria .-La Virgen María fue “asunta” (elevada) al cielo.
           
Estos frisos se asientan en sendas trompas de abanico en las que se encuentran representados una serie de patriarcas de la Iglesia, profetas mayores y menores. En la de la izquierda, según miramos, se distingue en el vértice a San Agustín, y en los radios los rostros de Zacarías, Daniel, Nahún, Isaías, Joseph, Isaac, Malaquías, Miqueas y Barúc. Todos llevan pergaminos alargados en los que se pueden leer sus nombres.


Trompa de la derecha

En la concha de la derecha ocupa el vértice San Jerónimo. En los casetones se encuentran Ezequiel, Jacob, Amós, Abdías, Esaú, Jeremías, Oseas, Sofonías y Abacub. Todos estos rostros, tocados con gorros de libertos, se asoman como participando del apoteósico misterio de la Asunción, tema central de la obra.


Trompa izquierda

La parte más noble de la portada la constituye el frontón triangular  de catetos dentados en la línea interior. Su tímpano casi lo llena un espacioso medallón, o tondo, inscrito con la imagen del Padre Eterno, barbado y cubierto de tiara, dispuesto a coronar a una Virgen Inmaculada que pisa sobre un cuarto lunar. Ésta aparece rodeada de seis angelitos que la cogen del manto para elevarla a los cielos. La Virgen al estar exenta de pecado original es elevada directamente a la presencia del Padre. Es un anuncio de lo que podrán conseguir las almas de los hombres cuando consigan alcanzar el cielo.
Medallón del tímpano

A los lados del medallón dos ángeles, alegres por el suceso de la Asunción, tocan instrumentos musicales; el de la izquierda el xilófono y el de la derecha el arpa.
El vértice del frontón remata con la alegoría de la justicia divina con una balanza en que se pesarán las buenas y malas acciones de los hombres el día del juicio final. Está sustentada en dos figuras humanas de estilo grutesco con extremidades fitomorfas.
Una cabeza angelical alada preside el lienzo pétreo, donde otros seis ángeles flotan portando paños y objetos diversos. El expresivo conjunto podría manifestar además que es de justicia alabar a María en su Asunción.
En el cornisamento del frontón, destacan dos figuras en pié, una a cada lado, representando a San Pablo con su báculo (izquierda) y San Pedro (derecha), los dos pilares de la Iglesia, como testigos privilegiados del evento.

                                            San Pablo                                                                                             San Pedro

La totalidad del conjunto anterior está apoyada en una cornisa soportada en sendas columnas, acanaladas en la mayor parte de su longitud, que enmarcan la puerta principal del Mediodía. Aquí el plateresco se acentúa y exalta. Los capiteles se rodean con extrañas figuras de extremidades fitomorfas formando  corro, mientras guirnaldas de frutas caen sobre los fustes. Ya cerca del suelo, la zona inferior del fuste acanalado se recubre con hojas de acanto y termina con una parte lisa.



Detalles del capitel y columna
La propia puerta puede considerarse como un arco de triunfo. Triunfo de la vida sobre la muerte. Es también la frontera que hay que traspasar, despojándose de todo lo malo, para acercarse al bien espiritual que se encuentra en el interior del recinto sagrado. La puerta separa el lugar sacro del mundano. La puerta lo es del cielo, y como tal, hallarse ante ella es hallarse en el umbral de la gloria, de la salvación, de la vida eterna. Según el evangelio de San Juan, dijo Jesús “Yo soy puerta, el que por mí entrare se salvará”.
En el centro del friso se aprecia el busto del Ángel del Paraíso guardando la puerta con su espada para evitar la intrusión del mal. Está acompañado por una serie de figurillas grutescas que alternan con puttis jugando con huesos, cráteras que contienen cabezas de ángeles alados y calaveras. Transición, en definitiva entre la vida y la muerte. O la muerte como tránsito a la vida eterna.
En la parte del friso situada sobre las columnas resaltan dos figuras, humanas, masculina y femenina, desnudas, despojadas de todo para entrar en el paraíso. 

Detalles del friso y extradós del arco



Detalle de la puerta y arco

En el extradós del arco de la puerta un corrido de cabezas de ángeles alados que termina al acercarse a la Tierra en calaveras con alas de murciélago. Señala así el límite que separa lo terrenal y lo celestial.
En la parte superior de la jamba derecha una calavera como emblema de la caducidad de la existencia. En la parte superior de la jamba izquierda una cabeza de ángel alado anuncia el abandono de la materia y su incorporación al mundo espiritual.
En las enjutas superiores dos figuras reclinadas, una femenina y otra masculina, con pies fitomorfos y vestidas con clámides, podrían representar a Adán y Eva, generadores del pecado original. Adán sostiene un pañuelo para enjugar las lágrimas que ocasiona la expulsión del Paraíso.
Figura de Eva


Figura de Adán

El pórtico presenta la dualidad del bien y del mal. Se divide claramente en dos zonas, una superior que representa lo divino, el amor sagrado, la bondad; y una inferior que representa lo negativo, lo profano, el mundo terrenal. A partir de aquí todo un discurso salvífico cristiano que exige la victoria del bien sobre el mal; el triunfo sobre la muerte a través de la salvación del alma.
El zócalo y  pedestales de las columnas, por corresponder a la parte inferior de la construcción, recogen las alegorías de lo que, para la Iglesia, eran los peores vicios y  pasiones del mundo terrenal. Los relieves están muy erosionados pero pueden apreciarse el dragón, alegoría del triunfo del bien sobre el mal; del obstáculo definitivo que es preciso salvar para lograr el éxito perseguido, que no es otro que alcanzar la vida eterna. Las arpías y grifos, símbolos del pecado y el vicio. El tritón, como representación de la promiscuidad, y el centauro, como muestra del carácter animal y de las bajas pasiones de los hombres. Todo un alarde de bajorrelieves con motivos de difícil interpretación debido al desgaste sufrido por el paso de los siglos y a la mala conservación.


                                                            Dragón y tritón


 

Centuaro

                                                     Arpías y monstruos alados

En el intradós de las jambas aparecen típicas ornamentaciones a candelieri. Colgaduras con racimos de frutas que representan las tentaciones; armaduras, que representan la ira y la violencia; y máscaras, que simbolizan la fealdad del mundo material. El fiel, al traspasar la puerta, debe abandonar todo lo feo e impuro para ser receptivos al mensaje de bondad; a la comunión con el creador.

       Intradós de las jambas

Las jambas incorporan distintos grutescos. En la parte izquierda, sobre una cabeza de mujer que podría ser un simple amuleto, se desarrolla lo que parece ser la expulsión del paraíso a consecuencia del pecado original. Más arriba el duro trabajo con la azada, castigo adánico, más una cabeza de ángel alado sobre una adornada crátera.
En la derecha, cabeza masculina en representación del mundo. Luego, tal vez el mito del judío errante, condenado por sus pecados a vagar sin descanso hasta el fin de los tiempos. Más arriba unos esclavos atados, simbolizan el alma cautiva. El cuerpo es la cárcel que mantiene encadenada el alma a la tierra. Por ello es preciso pasar por el trance de la muerte para renacer a una vida nueva.
En la parte superior un querubín sobre cratera simboliza la liberación del alma y el amor divino.

Grutescos de la jamba izquierda


  
Grutescos de la jamba derecha

Las zonas situadas tras las columnas están profusamente decoradas con figuras quiméricas: puttis, aves pareadas como alegoría de la espiritualidad, máscaras, cabeza de toro con adornos que penden de las astas, esclavos, cascos de batalla, y diversos ornamentos vegetales que hacen alegoría al necesario proceso de renovación y metamorfosis que permitirá, tras la muerte, que el alma pueda abandonar sus ataduras terrenales y acceder al paraíso. La materia imperfecta, asociada al mal y al pecado, debe morir para regenerarse y vivir una nueva vida inmortal. Termina en la parte superior con una cratera llena de manzanas, fruto del amor que mueve al hombre hacia la verdad.


   Detalles de los grutescos tallados tras las columnas    


 
En la parte exterior, más allá de las columnas, se repiten los símbolos del mundo pagano. En sendos candelieri, el rostro de Apolo que recuerda la inconsistencia del amor carnal, máscaras, grebas, etc. También aparecen extrañas figuras encorvadas, ayudadas de sendos báculos, símbolo de la temporalidad y menesterosidad del hombre que necesita del amor para elevarse hacia la verdad.
Es como si se intentara comunicar que fuera de la Iglesia está el mal y la condenación. Un sibilino y eficaz mensaje de la Iglesia Católica para atraer a las gentes y mantenerlas bajo su control con la promesa de un mundo de ultratumba donde se disfrutará de la dicha y felicidad eternas.

Bajorrelieves de la zona derecha



Bajorrelieves de la zona izquierda



FUENTES
Revista Siembra nº 126. Páginas 15 y 16. Manzanares.
GALLEGO ARROYO, Manuel. Tres previos para leer una portada. Programa de Ferias y Fiestas de 2006. Manzanares.
BELLÓN, Santiago. Portada renacentista de la Iglesia Parroquial de Villahermosa. Revista Azuer correspondiente a mayo-junio de 2005. Páginas 9 a 15. Ayuntamiento de Villahermosa (Ciudad Real).

No hay comentarios:

Publicar un comentario