Públicado en CD
Se trata de una admirable obra, correspondiente al plateresco renacentista de mediados del siglo XVI. Constituye un pletórico conjunto, lleno de armonía y belleza escultórica, cuyo elemento principal es la Asunción de la Madre de Dios.
Fue
posiblemente trazado por el arquitecto y escultor Enrique Egas “El Mozo” cuando
fue requerido para ampliar y ornamentar el viejo templo parroquial, obras que
ejecutó entre 1550 y 1564. El autor de la talla es, por el momento,
desconocido.
Estamos
ante un complejo programa iconográfico, diseñado
tanto para adoctrinar y catequizar a una población analfabeta a través de la
imagen tallada en piedra, como para reafirmar los valores estilísticos de la Antigüedad,
imprimiéndoles un sentido cristiano. Incorpora a su arquitectura elementos
grutescos, siguiendo la corriente desarrollada en Italia a partir del
descubrimiento de la Domus Aurea, mansión de
Nerón decorada con combinaciones de elementos fantásticos, mezcla de ficción y
realidad.
DESCRIPCIÓN
Bajo
la cornisa del arco rebajado ubicado en la parte superior de la fachada aparecen
en las enjutas dos medallones, uno a cada lado, mostrando los rostros de
Salomón y David. Inmediatamente, un grandioso arco, en cuyo intradós se
encuentran 75 compartimentos dispuestos en tres semicírculos. En el superior, con
25 casetones, aparece Jesús al centro, rodeado de sus apóstoles; seis a cada
lado. A la derecha, y en último lugar, Judas sujeta la bolsa y desvía la mirada
como apartándose del Señor. Le siguen el toro y el ángel, símbolos de los
evangelistas Lucas y Mateo. A continuación dos obispos y, cerrando, el
patriarca Abrahán.
A
la izquierda los otros seis apóstoles, el león y el águila, símbolos de Marcos
y Juan, un Papa, otro obispo y Moisés con sus tablas.
En
el semicírculo central aparecen 25 santos con sus palmas, símbolo de haber
sufrido martirio. Casi al final de cada lado se aprecia a Santa Lucía y Santa
Águeda, portando en sendas bandejas, la primera sus ojos y la segunda sus
pechos amputados.
En
el semicírculo inferior aparecen 25 casetones con rostros de niños en la parte
superior, representando almas inocentes. En la inferior, alternando uno sí y
otro no, haces de mies, símbolo de unidad en la fe o de la eucaristía.
Curiosamente en la parte izquierda se rompe la simetría, apareciendo dos
casetones consecutivos sin haz en dos ocasiones.
Intradós del arco superior
Todo
el artesonado lo sostienen dos cornisas laterales con frisos adornados con
ángeles tocados con clámides, portadores de cintas en las que aparecen
inscripciones en latín alabando a María:
Detalle de la cornisa derecha
Terribilis ut castrorum acies
ordinata.- Terrible como
tropa en campo de batalla.
Mulier amicta sole et luna, in
capite eius corona stellarum.-Mujer vestida de sol y luna, coronada su
cabeza de estrellas.
Electa sicut sol .-
Elegida como sol (guía y fuente de luz espiritual).
Assumpta est in coelum Virgo
Maria .-La Virgen María fue “asunta” (elevada) al cielo.
Estos
frisos se asientan en sendas trompas de abanico en las que se encuentran
representados una serie de patriarcas de la Iglesia, profetas mayores y menores. En la de la
izquierda, según miramos, se distingue en el vértice a San Agustín, y en los
radios los rostros de Zacarías, Daniel, Nahún, Isaías, Joseph, Isaac, Malaquías,
Miqueas y Barúc. Todos llevan pergaminos alargados en los que se pueden leer
sus nombres.
Trompa de la derecha
En
la concha de la derecha ocupa el vértice San Jerónimo. En los casetones se
encuentran Ezequiel, Jacob, Amós, Abdías, Esaú, Jeremías, Oseas, Sofonías y
Abacub. Todos estos rostros, tocados con gorros de libertos, se asoman como
participando del apoteósico misterio
de la Asunción,
tema central de la obra.
Trompa izquierda
La
parte más noble de la portada la constituye el frontón triangular de catetos dentados en la línea interior. Su
tímpano casi lo llena un espacioso medallón, o tondo, inscrito con la imagen
del Padre Eterno, barbado y cubierto de tiara, dispuesto a coronar a una Virgen
Inmaculada que pisa sobre un cuarto lunar. Ésta aparece rodeada de seis angelitos
que la cogen del manto para elevarla a los cielos. La Virgen al estar exenta de
pecado original es elevada directamente a la presencia del Padre. Es un anuncio
de lo que podrán conseguir las almas de los hombres cuando consigan alcanzar el
cielo.
Medallón del tímpano
A
los lados del medallón dos ángeles, alegres por el suceso de la Asunción, tocan
instrumentos musicales; el de la izquierda el xilófono y el de la derecha el
arpa.
El
vértice del frontón remata con la alegoría de la justicia divina con una
balanza en que se pesarán las buenas y malas acciones de los hombres el día del
juicio final. Está sustentada en dos figuras humanas de estilo grutesco con
extremidades fitomorfas.
Una
cabeza angelical alada preside el lienzo pétreo, donde otros seis ángeles
flotan portando paños y objetos diversos. El expresivo conjunto podría
manifestar además que es de justicia alabar a María en su Asunción.
En
el cornisamento del frontón, destacan dos figuras en pié, una a cada lado,
representando a San Pablo con su báculo (izquierda) y San Pedro (derecha), los
dos pilares de la Iglesia,
como testigos privilegiados del evento.
San Pablo San Pedro
La
totalidad del conjunto anterior está apoyada en una cornisa soportada en sendas
columnas, acanaladas en la mayor parte de su longitud, que enmarcan la puerta principal
del Mediodía. Aquí el plateresco se acentúa y exalta. Los capiteles se rodean
con extrañas figuras de extremidades fitomorfas formando corro, mientras guirnaldas de frutas caen
sobre los fustes. Ya cerca del suelo, la zona inferior del fuste acanalado se
recubre con hojas de acanto y termina con una parte lisa.
Detalles del capitel y columna
La
propia puerta puede considerarse como un arco de triunfo. Triunfo de la vida
sobre la muerte. Es también la frontera que hay que traspasar, despojándose de
todo lo malo, para acercarse al bien espiritual que se encuentra en el interior
del recinto sagrado. La puerta separa el lugar sacro del mundano. La puerta lo es del cielo, y como tal,
hallarse ante ella es hallarse en el umbral de la gloria, de la salvación, de
la vida eterna. Según el evangelio de San Juan, dijo Jesús “Yo soy puerta, el que por mí entrare se
salvará”.
En
el centro del friso se aprecia el busto del Ángel del Paraíso guardando la
puerta con su espada para evitar la intrusión del mal. Está acompañado por una
serie de figurillas grutescas que alternan con puttis jugando con huesos, cráteras que contienen cabezas de ángeles
alados y calaveras. Transición, en definitiva entre la vida y la muerte. O la
muerte como tránsito a la vida eterna.
En
la parte del friso situada sobre las columnas resaltan dos figuras, humanas, masculina
y femenina, desnudas, despojadas de todo para entrar en el paraíso.
Detalles del friso y extradós del arco
Detalle de la puerta y arco
En
el extradós del arco de la puerta un corrido de cabezas de ángeles alados que
termina al acercarse a la
Tierra en calaveras con alas de murciélago. Señala así el
límite que separa lo terrenal y lo celestial.
En
la parte superior de la jamba derecha una calavera como emblema de la caducidad
de la existencia. En la parte superior de la jamba izquierda una cabeza de
ángel alado anuncia el abandono de la materia y su incorporación al mundo
espiritual.
En
las enjutas superiores dos figuras reclinadas, una femenina y otra masculina,
con pies fitomorfos y vestidas con clámides, podrían representar a Adán y Eva,
generadores del pecado original. Adán sostiene un pañuelo para enjugar las
lágrimas que ocasiona la expulsión del Paraíso.
Figura de Eva
Figura de Adán
El
pórtico presenta la dualidad del bien y del mal. Se divide claramente en dos
zonas, una superior que representa lo divino, el amor sagrado, la bondad; y una
inferior que representa lo negativo, lo profano, el mundo terrenal. A partir de
aquí todo un discurso salvífico cristiano que exige la victoria del bien sobre
el mal; el triunfo sobre la muerte a través de la salvación del alma.
El
zócalo y pedestales de las columnas, por
corresponder a la parte inferior de la construcción, recogen las alegorías de
lo que, para la Iglesia,
eran los peores vicios y pasiones del
mundo terrenal. Los relieves están muy erosionados pero pueden apreciarse el
dragón, alegoría del triunfo del bien sobre el mal; del obstáculo definitivo
que es preciso salvar para lograr el éxito perseguido, que no es otro que alcanzar
la vida eterna. Las arpías y grifos, símbolos del pecado y el vicio. El tritón,
como representación de la promiscuidad, y el centauro, como muestra del
carácter animal y de las bajas pasiones de los hombres. Todo un alarde de
bajorrelieves con motivos de difícil interpretación debido al desgaste sufrido
por el paso de los siglos y a la mala conservación.
Dragón y
tritón
Arpías y
monstruos alados
En
el intradós de las jambas aparecen típicas ornamentaciones a candelieri. Colgaduras con racimos de frutas que representan las
tentaciones; armaduras, que representan la ira y la violencia; y máscaras, que
simbolizan la fealdad del mundo material. El fiel, al
traspasar la puerta, debe abandonar todo lo feo e impuro para ser receptivos al
mensaje de bondad; a la comunión con el creador.
Las
jambas incorporan distintos grutescos. En la parte izquierda, sobre una cabeza de
mujer que podría ser un simple amuleto, se desarrolla lo que parece ser la
expulsión del paraíso a consecuencia del pecado original. Más arriba el duro
trabajo con la azada, castigo adánico, más una cabeza de ángel alado sobre una
adornada crátera.
En
la derecha, cabeza masculina en representación del mundo. Luego, tal vez el
mito del judío errante, condenado por sus pecados a vagar sin descanso hasta el
fin de los tiempos. Más arriba unos esclavos atados, simbolizan el alma
cautiva. El cuerpo es la cárcel que mantiene encadenada el alma a la tierra.
Por ello es preciso pasar por el trance de la muerte para renacer a una vida
nueva.
En
la parte superior un querubín sobre cratera simboliza la liberación del alma y el
amor divino.
Grutescos de la jamba izquierda
Grutescos de la jamba derecha
Las
zonas situadas tras las columnas están profusamente decoradas con figuras
quiméricas: puttis, aves pareadas como
alegoría de la espiritualidad, máscaras, cabeza de toro con adornos que penden
de las astas, esclavos, cascos de batalla, y diversos ornamentos vegetales que
hacen alegoría al necesario proceso de renovación y metamorfosis que permitirá,
tras la muerte, que el alma pueda abandonar sus ataduras terrenales y acceder al
paraíso. La materia imperfecta, asociada al mal y al
pecado, debe morir para regenerarse y vivir una nueva vida inmortal. Termina
en la parte superior con una cratera llena de manzanas, fruto del amor que
mueve al hombre hacia la verdad.
En
la parte exterior, más allá de las columnas, se repiten los símbolos del mundo
pagano. En sendos candelieri, el rostro de Apolo que recuerda la inconsistencia
del amor carnal, máscaras, grebas, etc. También aparecen extrañas figuras
encorvadas, ayudadas de sendos báculos, símbolo de la temporalidad y
menesterosidad del hombre que necesita del amor para elevarse hacia la verdad.
Es
como si se intentara comunicar que fuera de la Iglesia está el mal y la
condenación. Un sibilino y eficaz mensaje de la Iglesia Católica para atraer a
las gentes y mantenerlas bajo su control con la promesa de un mundo de
ultratumba donde se disfrutará de la dicha y felicidad eternas.
Bajorrelieves de la zona derecha
Bajorrelieves de la zona izquierda
FUENTES
Revista Siembra nº 126. Páginas
15 y 16. Manzanares.
GALLEGO ARROYO, Manuel. Tres previos para leer una portada.
Programa de Ferias y Fiestas de 2006. Manzanares.
BELLÓN, Santiago. Portada renacentista de la Iglesia Parroquial
de Villahermosa. Revista Azuer correspondiente a mayo-junio de 2005.
Páginas 9 a
15. Ayuntamiento de Villahermosa (Ciudad Real).
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