ARTÍCULOS HISTÓRICOS

7 de mayo de 2012

EL CIRCO QUE HIZO LLORAR


Publicado el año 1992

Transcurrían los primeros días del frío mes de noviembre de 1953 cuando la llegada de una caravana de camio­nes, carromatos y roulot­tes del Circo Nacional Alemán rompió la lángui­da monotonía otoñal del vecindario.
Aquel circo Holzmüller de Nüremberg, que aún conservaba ciertos reflejos del pasado esplendor del tercer Reich, arribó agoni­zante a nuestro pueblo por una profunda crisis econó­mica, agravada, al termi­nar su actuación en Dai­miel, por la desaparición del director gerente, D. Guillermo Diersen, con los libros de caja y todo el dinero disponible.
Instalaron la grandiosa carpa en una era situada al final de la calle de la Tercia y, olvidando los múltiples problemas que les acuciaban, dieron sus tres últimas funciones.
Acróbatas, equilibristas, trapecistas, ma­labaristas y domadores, desplegaron su mundo de ilusión, compitiendo en la ejecu­ción de fantásticos núme­ros y ejercicios de habili­dad o audacia. Incluso los payasos tuvieron ánimo suficiente para hacer bro­tar sonrisas en los rostros infantiles de aquellos ni­ños tristes de posguerra y racionamientos.
A pesar de todos sus es­fuerzos, los ingresos resul­taron insuficientes para el abono de honorarios a ar­tistas y empleados, así como para sufragar la alimentación de los cincuen­ta y cuatro animales de su zoo, entre los que había tres elefantes, cinco leo­nes, diez monos, dos puer­coespines, dos zorros, once osos, diez caballitos ponys, nueve perros amaestrados, una mula y un cóndor.
Ante el abandono del director, el acoso de los acreedores y la falta de recursos, el circo se disolvió. Los artistas que tuvieron medios se marcharon y otros permanecieron algún tiempo, confiando en el regreso del ge­rente, hasta que agotados los ahorros tuvieron que ser repatriados por sus respectivas embajadas.



Quienes sufrieron más intensamente la crisis fueron los animales del zoo ya que no había medios para darles de comer. Uno de los elefantes murió de inanición por lo que el administrador del circo y otros empleados pidieron ayuda al Ayuntamiento, presidido en estas fechas por D. Pedro González Ro­mán. El municipio aportó 2.000 pesetas para sufragar los gastos de hospedaje del personal y la manutención de las fieras, quedándose a cambio en depósito con los caba­llos y los perros que fueron repartidos entre diversos vecinos para que estuvieran debida­mente atendidos. Por su parte los represen­tantes del circo se comprometieron a reinte­grar antes de un mes el préstamo y los de­más gastos ocasionados. En caso contrario la corporación quedaría en libertad de ena­jenar los animales.
Enterados los manzanareños de la dramá­tica situación de los animales comenzaron a lle­varles cebada, paja y patatas, haciendo gala de una gran generosidad; no obstante, la alimenta­ción inadecuada y el crudo frío invernal si­guieron produciendo numerosas bajas.
A los tres meses reapareció por Manzana­res el Sr. Diersen, quien, tras pagar al Ayuntamiento las 2.000 pesetas adelantadas y abonar parcialmente las deudas contraí­das, ordenó la recuperación de todos los animales y su traslado a la finca denominada "El Lazareto", alquilada para tal objeto a D. José Cabanas, asegurando que el gana­do estaría allí debidamente cuidado. Ello hizo que tanto las autoridades como el vecindario, considerando resuelto aquel pro­blema, dejaran de prestar su inestimable ayu­da.

 

El Circo Nacional Alemán contaba con cinco leones

Al principio el Sr. Diersen giraba sema­nalmente algún dinero, pero los envíos fue­ron espaciándose y los animales volvieron a sufrir la falta de cuidados y padecer un ham­bre atroz que dio lugar a un imparable rosa­rio de muertes. Un elefante llegó incluso a comerse los palos de madera de su jaula pereciendo poco después.
Una visita de inspección veterinaria efec­tuada a mediados de marzo de 1954 infor­maba del lamentable estado de caquexia generalizada por falta de alimentación, es­tando muchos équidos en inminente peligro de muerte.
Como el director-gerente no respondiera a las reiteradas requisitorias de la alcaldía, se ordenó nuevamente el reparto de los ani­males domésticos que quedaban entre el ve­cindario y se procuró suministrar alimentos a los salvajes, pero la llegada del caluroso verano, con temperaturas  de cuaren­ta grados, y la avitaminosis, siguieron ha­ciendo estragos entre los osos polares y otras grandes fieras.
El asunto trascendió a la prensa provin­cial y nacional e intervino la Liga Protectora de Animales y Plantas de Barcelona que, como única medida, ordenó la muerte a tiros de los animales hambrientos para evitarles mayores sufrimientos. Sin embargo el sacrificio no llegó a realizarse, pues durante el otoño co­menzaron a llegar ayudas de diversas enti­dades y sociedades protectoras que permi­tieron mantener con vida a los que habían resistido hasta entonces.
Cuando a finales de diciembre de 1954, después de un año de vicisitudes, la burocra­cia resolvió el traslado de los animales su­pervivientes al parque zoológico de Madrid, habían perecido en lenta agonía treinta y ocho de los cincuenta y cuatro que llegaron a Manzanares, salvándose cinco osos, dos monos, el condor, la mula, cuatro caballitos ponys y tres perros, estos últimos gracias a la protección y cuidados de particulares.
Éste fue el triste final de aquel espectácu­lo circense que en sus tiempos de esplendor deslumbraba a grandes y pequeños, alegran­do siempre el corazón.

FUENTES
Carpeta titulada “Circo” del Archivo Municipal de Manzanares.
Periódico ABC del 3 y 7 de diciembre de 1954. Madrid.



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